4 "¿La última vez"

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Daniel:
¡No puedo creer el descaro de este tipo! Por supuesto que no voy a dejar que Vicenta se entregue y mucho menos, con un hijo mío en su vientre. Aunque la tenga que amarrar, ella va a estar a salvo. La escucho responder:
-Está bien, ¿cuándo y dónde?
Ve buscando las esposas, Daniel, es la frase que resuena en mi mente al escuchar a Vicenta aceptar ese absurdo intercambio. Aunque, puede ser sólo para ganar tiempo y por seguirle el juego al Indio Amaro. Escucho que el Indio le dice de un punto en el desierto, que la quiere ver ahí mañana al mediodía y ella le responde:
-Trato hecho, si me quieres a mí, nadie más va a salir lastimado.

Vicenta:
Cuelgo el teléfono y miro a Daniel. Me está mirando fijamente con la confusión tatuada en allá mirada. Me dice con la voz quebrada:
-Dime que lo que dijiste fue solo para ganar tiempo.
-No lo fue, Daniel, lo siento, a menos que tengas una mejor solución para recuperar a tu jefecita, a tu chamaco y a todos los demás
-¡NO! ¡No te voy a arriesgar así! Es decir ¡no los voy a arriesgar así!
-Mi amor, entiende.
-Mejor hablamos de esto en la casa. Ya va a caer la noche. Necesito que comas porque ahora, por si no te acuerdas, no estás solo tú, sino que también tienes a mi hijo ahí adentro y no voy a dejar que tus decisiones locas le hagan daño.
-¿Crees que le quiero hacer daño?
-No, pero por cómo estás actuando, pareciera que sí.
-Mejor vámonos a la casa y si vas a abrir la boca para decir otra cosa como esa, mejor ¡quédate callado!
Me lastimó mucho lo últimos que me dijo. Me duele que piense que no amo a nuestro bebé con todas mis fuerzas y que no entienda que todo esto lo hago por Dieguito, quien no tiene la culpa de que apareciéramos de repente en su camino pa torcerle el destino. Nos vamos callados durante todo el viaje. Llegamos al rancho y Chava me obliga a comer. Luego, me voy a la cama mientras los hombres se van a planear un rescate. Yo sigo firme en mi decisión: ningún inocente va a morir en mi lugar, ni siquiera mi bebé. Voy a luchar para que nazca y luego, para hacérselo llegar a Daniel o ¿quién sabe? Quizás consiga escapar con mi hijo y volver a reunirme con mi esposo. De repente, escucho el sonido de la puerta y supongo que es Daniel. Me volteo de espaldas a la puerta y me hago la dormida. Siento que se sienta en la cama a mi lado y pasa mi cabello por detrás de mi oreja; escucho que me dice con la voz quebrada:
-Sé que estás despierta. No he podido dejar de pensar en lo que te dije. Sé que estuvo mal. Sé que te lastimé y que no debí decirte eso pero ¡entiéndeme tú a mí! No quiero perderte-acaricia mi vientre-no quiero perder a mi bebé, tampoco quiero perder a mi mamá, ni a Diego. ¡No quiero tener que elegir!
-No tienes que hacerlo, yo ya elegí.
Me siento en la cama y lo miro a los ojos. Veo que está lloroso. Su mirada me dice que está avergonzado, confundido, exhausto y al borde de un colapso emocional. Acuñó su rostro con mis manos y le digo:
-Mira, yo veré como me las arreglaré pa que nuestro hijo nazca pero te prometo que va a nacer y voy a hacer que llegue hasta ustedes. Me tienes que prometer que lo vas a cuidar con tu vida porque es lo más bonito que tengo.
-¿Y tú?
-Quizás un día logre escapar y volver y verte. Si para ese entonces aún me amas, con gusto retómare mi vida contigo.
-¡No es justo!
-Amor, tienes que entender que algunas cosas no pueden ser. Hay amores que nacieron para vivir en el corazón, y solo en el corazón. Seres que nacieron para amarse, pero no para estar juntos.
-¿Qué me estás queriendo decir?
-Que cuando yo me vaya, no te vas a quedar llorando por mí, quiero que salgas al mundo y busques a alguien que te ame y que tenga menos problemas que yo.
-No, no voy a reemplazarte, tú eres irreemplazable.
-No lo soy.
-Lo eres.
-Mi amor-tomo sus manos y las beso-es nuestra última noche juntos, ¿quieres que la pasemos discutiendo o despidiéndonos como nos merecemos?
Su mirada me suplica que me calle, que deje de decir este tipo de cosas pero son la verdad, aunque nos duela. Yo intento calmar su dolor besando sus labios y poniéndome encima de él. Beso su cuello y su pecho mientras él acaricia mi espalda. Siento que moja mis hombros con sus lágrimas y cuando trato de quitarle el pullover, me dice:
-Deténte.
-¿Qué?
-No quiero que esta sea la última vez.
-Lo será, mi amor, y tienes que dejarme ir.
-No quiero.
-Tienes que.
-Duérmete.
-¿Qué?
-Si es la última noche que vamos a pasar juntos, quiero pasarla abrazadito a ti y a mi bebé.
-¿Por qué eres así?
-¿Así cómo?
-Así de tierno, me haces muy difícil dejarte.
-Pues no lo hagas.
-¿Vamos a empezar otra vez?
-No, duérmete.
Me acomodo entre sus brazos y pongo una alarma para la hora en la cual me debo levantar. Poco a poco voy perdiéndome en mis sueños.

Daniel:
Vicenta se queda dormida. Sé que dormirá por un largo rato ya que le pusimos un sedante en su comida. No voy a dejar que se exponga y Chava tampoco. Nos pusimos de acuerdo para dejarla encerrada en el cuarto bajo el cuidado de Josefina y Aida. Me quedo dormido hasta que suena la alarma. La apago rápido y mi Chenta no despertó. ¡Qué bueno! Nos preparamos y, según la ubicación que nos dio el guarura que tenemos infiltrado en el rancho del Indio, no estamos tan lejos. Llegamos.

Lo Que Pudo Ser... ¡Será! [Señora Acero: La Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora