7 "Desconfiar del destino"

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Vicenta:
Necesito escuchar de la boca de Daniel las palabras que calmen el miedo de mi alma. Su voz me tranquiliza y me da paz; lo escucho decirme:
-Te lo prometo, baby. Te juro que nunca me voy a ir, nunca los voy a abandonar porque los amo.
-Te amo.
-Yo más.

Daniel:
Finalmente y aunque no del todo, su llanto cesa. No sé qué habrá soñado y probablemente no se acuerde ya que eso se olvida rápido pero cuando es una pesadilla, aunque no sepas por qué, el miedo se te queda clavado en el alma por un rato. Nos arropo en la cama y me quedo abrazado a ella. No me quiero dormir hasta que ella no se duerma ya que quiero asegurarme de que descanse. Mi bebé necesita que su madre esté tranquila. Siento que se aferra fuerte a mi cuerpo mientras apoya su cabeza en la parte izquierda de mi pecho. Finalmente, la siento dormir, lo cual hace que yo pueda dormir también. En la mañana, suena la alarma y nos despertamos los dos. Le digo:
-Baby, ¿cómo dormiste?
-Asustada.
-¿Y eso? ¿No que te sentías segura conmigo?
-Sí, me siento segura contigo pero me da miedo perderte.
-Mi amor, ya te dije que no le debes hacer caso a esa pesadilla que tuviste. Sea lo que sea lo que soñaste, no tienes por qué preocuparte porque no nos va a pasar nada.
-Eso espero, mi vida.

Vicenta:
Me paso el resto del día pensando en la pesadilla que tuve. Lo puedo recordar todo claramente, cada detalle, cada palabra, cada sentimiento. Entonces recuerdo el ataque que le dio ayer a doña Victoria y encuentro ciertas similitudes con mi pesadilla. Doña Victoria hablaba de una explosión, de fuego y de que Daniel se moría. En ese momento me doy cuenta: eso mismo pasó en mi sueño. ¿Será coincidencia? Quizás no, quizás es una especie de advertencia que no pienso ignorar. Siento estrujado mi corazón y decido contarle a Daniel lo que soñé. Camino hasta él y le digo:
-¿Te puedo contar algo?
-¡Claro que sí, baby! Lo que quieras.
-Es sobre lo que soñé a noche.
-A ver, cuénteme esa famosa pesadilla que no me la dejó dormir a noche.
-Soñé que yo había decidido no decirte que estaba embarazada hasta después del cruce. Íbamos los dos en lanchas separadas y de repente, tú lancha explotaba. Yo me lanzaba al agua para buscarte y lograba sacarte pero.
Siento que empieza a quebrarse mi voz. Algunas lágrimas empiezan a salir. Mi Gringo las nota y con su pulgar, las limpia de mis mejillas; me dice:
-Todo eso ya pasó, baby, todo está bien. Fue solo una pesadilla y ya.
-Es que lo sentí muy real.
-Pero no lo fue.
-Te tenía en mis brazos y empezabas a escupir sangre. Yo te decía que estaba embarazada-rompo en un fuerte llanto-Tú me sonreías y luego, te morías en mis brazos.
-Baby ¡mírame!-lo hago-Eso no pasó ni va a pasar.
-Pero tú mamá ayer estaba delirando con lo mismo.
-Baby, mi mamá está enferma.
-Pero cuando Indira te dio el plomazo, ella lo sintió antes de que nos avisaran y yo también tenía una corazonada.
-¿Sabes qué se me hace que es eso?
-¿Qué?
-Los nervios porque por primera vez, no va a ser Vicenta Acero quien dirija el cruce.
-Mi amor, no es eso, yo confío en ti y lo sabes.
-¿Entonces?
-No vayas a ese cruce-tomo sus manos con los ojos hechos agua-quédate aquí con nosotros; con tu familia, mi amor.
Acuna mi rostro con sus manos, besa mi frente, luego toma mis manos y besa mi vientre; me dice:
-Yo voy a ir a ese cruce, voy a hacerte sentir orgullosa y voy a regresar a la casa, con mi familia que tanto amo.
-¿Lo prometes?
-Te lo juro.
-Bueno pues.
Me abraza pero no me quedo tranquila con lo que me dijo. No es que no le crea, es que no confío en el destino. No quiero perderlo ni por accidente, ni por casualidad, no quiero tener que mirar a los ojitos de mi hijo o hija y decirle que su papá está en el cielo, que se murió y que yo lo pude evitar pero él no me dejó por terco. ¡Ay, Daniel Philips! ¡Qué necio eres pues! Mira quién está hablando de necedad: la más necia de todas. Paso todo el día y toda la noche pidiéndole a mi gringo que no vaya a ese cruce, que tengo un mal presentimiento pero él no me escucha. Suena el despertador y ambos nos despertamos. A noche me quedé dormida entre sus brazos. Fue la única forma de poder dormir ya que el miedo y la angustia son cada vez mayores. Él no entiende que tanto su jefecita como yo, tenemos un mal presentimiento. Me da un beso en la frente, se levanta y se viste. Yo me preparo y voy a despedirlo en la puerta; lo miro con melancolía y él lo nota. Abrazo mi vientre y bajo la cabeza sintiendo que si Daniel se va, no lo voy a volver a ver nunca más. Siento que me abraza y yo me aferro a él. Intento contenerme pero termino derramando dos lágrimas. Lo escucho decirme:
-Cuando regrese, vamos a ver una película juntos, la que tú quieras ¿si? Y te voy a preparar una cena bien romántica y todo lo que tú quieras, mi amor.
-Yo solo quiero que no te vayas. Si no me complaces en eso, no lo harás en nada.
-¿Por qué dices eso?
-¡Porque te vas a morir si te vas y no te importa!
Le digo entre lágrimas. Lo empujo para separarme de su abrazo. Él me mira desconcertado y yo le digo:
-Vete, si es lo que quieres.
-Pero, baby.
-¡Vete!
Esta es mi última jugada, la más desesperada de todas. Me hago la enojada y le grito que se vaya pero con el alma rogando porque se quede.

Lo Que Pudo Ser... ¡Será! [Señora Acero: La Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora