Capítulo treinta y siete

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Cuarente-Narciso día 7

Nunca hubiera sospechado de Claudine. Tal vez de Jon o de algún otro Selecto, pero nunca, jamás, de mi nueva jefa.

Narcisse, más que enfadado, parecía completamente desubicado y bastante sorprendido a la vez. Creía que había encontrado la excusa perfecta para sacarme de en medio fuera cual fuera la razón por la que estaba empeñado en echarme, aunque nunca había creído que alguien de su propia familia pudiera haber sido quien le hubiera traicionado.

—¿Qué acabas de decir? —le preguntó a su tía bisabuela, tras varios segundos en silencio.

Ella chasqueó la lengua a la vez que hacía rodar sus ojos, como si pretendiera restarle importancia.

—No hagas un mundo de ello, Narcisse. Tenías que presentarte al mundo de alguna forma antes o después, deberías de agradecer lo que he hecho, ya que ahora todo el mundo, incluso aquellos que no conocían nuestra empresa, conozca tu nombre.

Él se apartó de mí para dirigirse violentamente hacia Claudine, aunque se detuvo antes de llevar a ella. Le pegó una patada a la silla para descargar su ira, provocando que prácticamente todos los que estábamos en aquella sala diéramos un salto.

Estaba delante de sus empleados actuando como un verdadero demente y estaba segura de que, por primera vez, no había sido yo la que lo había provocado.

No podría haber aparentando serenidad ni aunque hubiera querido.

—¿Y por qué tenía que afectarme a mí? Yo solo quería hacer mi trabajo —intervine, esperando que tanto escándalo tuviera algo que ver conmigo y no solo con la reputación de Narcisse.

Claudine me echó una ojeada, antes de encogerse de hombros, mientras Narcisse se apoyaba en la mesa, tal vez intentando mantener la calma.

—Porque una Selecta jamás debe compararse con una cebra, bonita e intocable, sino más bien con su depredadora, fiera y letal. Es difícil que vayan a poder ver a quien Narcisse describe si creen que estáis juntos. Lo he hecho por tu bien, como también lo he hecho por el suyo. Aquí hemos venido a trabajar, no a competir por quién da su brazo a torcer antes —expuso, con demasiada tranquilidad.

Di un par de pasos hacia atrás segura de que iba a chocar contra la pared pronto, tan solo para poder centrarme en respirar correctamente y pensar en lo que acababa de decir aquella aparentemente inofensiva mujer.

¿Qué había hecho yo mal en la vida para que, cuando lograra lo único que hacía años que me importaba, tuviera que encontrarme con gente como aquella que quisiera desestabilizar mi vida?

—Oh, vamos —dijo Narcisse—. ¿Te parece que es momento de centrar las cosas sobre ti? Estoy seguro de que tu problema de imagen no va a tener nada que ver con lo que pueda pasarme a mí. A ti te van a olvidar en unas semanas y a mí, tía Claudine... ¡Hasta el jodido día en el que me muera me van a recordar que mi primera portada en una revista fue porque me estaba tirando a una empleada!

Me detuve, frunciendo el ceño en su dirección, sabiendo que aquella no era la actitud que el maldito jefe de la empresa de moda más importante del mundo debía presentar en aquella situación.

—Así te van a recordar, no como a mí,  que me ven por la calle y tan solo piensan en una agradable señora mayor con sus collares de perlas —se burló, aunque Narcisse tenía la mirada de un verdadero asesino en serie.

—Te lo creas o no, a mí sí me importa mi imagen. No es lo que va a pasar en el futuro, es lo que está ocurriendo ahora. No puedo salir de mi casa ni entrar en ella porque decenas de periodistas creen que me acuesto contigo para poder trabajar aquí cuando eso no se acerca ni un poco a la realidad —solté, acercándome a Narcisse como él como lo había hecho antes conmigo.

Querido jefe NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora