Capítulo 26

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Un mes sin ella, un mes sin escucharla hablar, sin alzarla, abrazarla, besarla. Todo hago mal.
¿Será que algún día pueda hacer las cosas bien? Solo espero que mí madre despierte pronto, ya no puedo con todo esto.
Me tenía que ir de acá, no soportaba ver a mí padre. ¿Pero a dónde me iría? A cualquier lugar, solo necesito estar lejos del hombre que arruinó mí vida.

— ¿Triste? Hubieses pensado las cosas antes de hacerlas, hijo.

— Ahora lo que menos quiero es escucharte, ¿ Okey? ¿No te cansas de hacer daño? Primero mamá, y ahora Emily, ¿Que estás buscando?

— ¡ay Hijo! No estarías sufriendo si no hubieses hecho las cosas como te dije. — se acercó a mí. — no te metas más con Bárbara, ¿ De acuerdo? Y nadie saldrá lastimado.

— Eres una mierda. — agarré mis cosas y me dirigí hasta la puerta.

— ¿ A dónde crees que vas? — paré en seco.

— lejos de ti, y de tu miserable vida. — dije sin darme vuelta.

— ¿ Cómo hijo? No tienes dinero, casa, no tienes a nadie.

No dije nada y seguí mí camino.

Tenía un amigo que no veía hace tiempo, capaz sea buena idea ir donde él.

— ¿Christopher? — preguntó asombrado. —¿Christopher Vélez? — repitió con una sonrisa en su rostro. — ¿ Que haces por aquí?

— ¿Que onda, Erick? — lo abracé e hicimos ese típico choque de hombres.

— Pasa hombre, tienes que contarme todo. — me hizo pasar, su casa estaba muy cambiada.

— Primero... ¿Tienes lugar para mí aquí? — estaba nervioso, me daba pena venir así sin avisar y más con todas mis cosas.

— ¿ No me digas que te han echado de tu casa?

— Te contaré todo.

Poco a poco le fui contando a mí viejo amigo todo lo sucedido, desde el principio hasta el final. Mí amiguito quedó impactado con todo lo que le dije acerca de mí padre, no lo creía.

— Me dejaste con la boca abierta. — me tocó el hombre. — ¿Tu cómo estás?

— Como puedo amigo, Emily era lo único que me quedaba y mí padre la mando lejos, lejos de mí, no se a donde está. Y todo es por mí culpa.

— ¿Y que onda esa minita? Te voló la cabeza, ¿No? — asentí.

— Si. Desde el primer día en que la vi, me enamoré amigo. — suspiré. — y lo peor de ella es que es muy fría, a veces me odia, a veces me habla como si me quisiera. No la entiendo.

— ¡Erick te dije que saques la basura!

Apareció Daysi, la madre de Erick.

—  Perdón mamá. — habló él. — es que mira quién llegó.

— ¿Christopher? Mí niño. — vino Daysi casi corriendo hasta dónde yo estaba. — como haz crecido, cariño. — me abrazó.

— ¿Cómo está señora? Tanto tiempo.

— Que no me llames señora. — me pegó en la cabeza provocando mí risa y la de Erick.

— lo siento. — levanté mis hombros.

— Les haré galletas en forma de autitos. — me sonrió Daysi.

Daysi era como mí madre, cuando éramos chicos, Erick y yo nos la pasábamos todo el tiempo juntos, yo vivía prácticamente en su casa, y él en la mía, su madre siempre me trató como un hijo más y nunca me despreció.

— Mamá, ya estamos grandes. — Erick rodó los ojos.

— Nunca. — le tocó su nariz para luego irse.

— ¿Puedo quedarme acá un tiempo? Es solo hasta que consiga trabajo y un lugar donde quedarme...

— ¡claro que sí! ¡Hey! Nunca molestas aquí, puedes quedarte todo el tiempo que quieras, sabes que mí casa es tu casa, bro.

— gracias amigo, te debo una.

(…)

— está bien, papá. Adiós, también te amo. — colgué.

— ¿Que te dijo? — preguntó mí hermana.

— que apenas se desocupe viene para aquí.

— ¿Que está haciendo mamá? — me pasé las manos por el rostro.

— Está durmiendo.

— Bien. — tomé mis cosas y las llaves del auto.

— ¿A dónde vas?

— Deja de meterte en mis cosas, ¿Okey? Tengo que hacer algo.

Salí de mí casa y me dirigí al auto, metí mis cosas allí dentro y conducí hasta el prostíbulo, lo necesitaba. No sé si estaba mal o bien lo que estaba haciendo, pero ese lugar es uno de los lugares donde puedo relajarme y estar tranquila, tengo muchos problemas en mí cabeza, capaz está mal, pero como soy una persona también tengo mis errores.
Leonardo me aumentó el pago y estoy más que feliz, conociéndolo, él no es un mal hombre, solo se enoja cuando hacemos las cosas mal, pero es como mí familia ya, vengo trabajando casi tres meses aqui, y me agrada, no se cómo es que Christopher se lleva muy mal con él, es muy bueno y me cae de maravilla.

— bien, muñequita, arriba en la habitación doce, está tu cliente. Buena suerte hermosa.

— No la necesito, señor. — dije seductoramente. Me guiñó el ojo y subí las escaleras hasta el cuarto donde mí jefe me ordenó.

Toqué la puerta primeramente.

— adelante. — se escuchó por dentro.

Entré sensualmente, deje mis cosas adentro de un placard y me saqué la bata que traiga, dejando ver mí hermoso body rojo que apenas tapaba mis senos y parte de mí abdomen, obviamente tenía una pequeña tanga, unas medias hasta arriba de las rodillas y unos tacones negros.

— ¿Tu eres la más cara? — asentí — Muéstrame lo que sabes hacer entonces...

Me senté en las piernas del hombre de unos 50 años o más, empecé a dar pequeños saltitos arriba de él, metió su cabeza entre mis pechos y empezó a besarlos, yo le sostenía su cabeza en ellos, sacó las tiras del body y así pudo disfrutar aún más de mis senos. Lamía y succionaba uno de ellos mientras que con su otra mano
jugaba con el otro. Gemí.
Lo tiré a la cama y le desabroché su cinturón y luego su pantalón, se lo saqué, bajé lo boxers y me metí su longitud en mí boca.

(…)

Tu prostituta favorita (Christopher Vélez y tu) HOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora