Resucitando

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- Que haces todavía ahí? Me dijo la voz desde el teléfono.

 Era Sergio

 - ¿Qué hora es?- le pregunte

- Son casi las seis, vaya primer día de trabajo, no? Seguro terminastes reventado.

Dale che, vestite y veníte para el cuartel, que tenemos que hacer el informe para Truccini y ya hablamos un rato.

 De un golpe volví a la realidad, tenia la esperanza  de que todo hubiera sido un sueño.

 - En dos horas estoy ahí., le dije.

 Al llegar al cuartel, ya me conocían y pase sin problemas, fui a la habitación de Sergio y no estaba, me dijeron que había salido a comprar algo.

Aproveche para seguir conociendo el cuartel. Todavía había claridad y podía verlo con más detalle. Resulta que el cuartel albergaba dos regimientos. El nuestro (nuestro, Dios mío, me estoy convirtiendo) y el GADA 101, Grupo de Artilleria de Defensa Aérea. Era enorme todo esto. Pase por los talleres donde había todavía soldados trabajando en varios vehículos. En la cancha de fútbol varios soldados jugaban un picado, se reían y divertían quizás ajenos a lo que en realidad se cocía ahí adentro. Había uno que jugaba realmente bien, ¡dale Diego!, le gritaban, ¡bien Diego!. Algún día llegara lejos, pensé.

Mis pasos se encaminaron hasta el polígono de tiro en donde otros practicaban con revólveres 9 Mm. y FAL.  El ruido era ensordecedor.

Uno de ellos era Ariel.

Tenía una puntería excelente. Cada vez que disparaba una banderita salía del blanco que estaba a unos cien metros. Significaba que le daba en el centro.

 - Sos una máquina, le dije cuando paro el ruido.

- Mi viejo me regalo una pistola de aire comprimido cuando era pibe, y me la pasaba en el campo todo el día, cazando palomas.

Tenía la mirada rara. Enseguida me di cuenta del porque. Mi actuación de la noche anterior lo había dejado descolocado.

- Como estas? Le pregunte.

-Todo lo bien que cabe esperar.

- Vamos a otro lado así hablamos.

 Fuimos a la cantina de Netti, que era donde uno podía tomar un café, comerse algo o jugar al flipper. Netti era el tipo que la regenteaba.

Pedimos dos cafés.

 - No entendés nada no?

- La verdad que no, me dijo

 Era una conversación en susurros, estábamos solos, a excepción de Netti, pero aun así, no quería que nadie nos escuchara.

 - Esto es serio, Ariel, realmente serio. Acá hay muertes, tortura, de todo. Si podemos hacer algo, y debemos poder, tenemos que, prácticamente, ser como ellos. Si ayer no demostraba que podía ser parte del grupo, Sergio empezaría a sospechar y entonces iba a estar muy jodido. Y jodido no quiere decir que cortaría la amistad con Sergio, jodido significa que me pegan un tiro y me llevan a un foso. Y encima el boludo este de Pérez no hace mas que mirarme como si fuera a traicionarlos o algo así.

Tengo miedo. Mucho miedo. Pero también tengo el valor para, por lo menos, intentar algo. ¿Me podes entender?

 Las lágrimas casi asomaban a mis ojos, hice un gran esfuerzo por reprimirlas.

 - Si, lo se. Perdoname. Esto es una locura. Supongo que yo también tengo miedo.

- No te preocupes, sabés que haremos y veremos cosas peores. Esto recién empieza para nosotros y es solo el principio. Estuve pensando, si estos hijos de puta llevan dos años de dictadura, y ya han matado a quien sabe cuanta gente, ¿que va a pasar hasta que esto se acabe, o haya elecciones, o algo.?

Gatos y ratonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora