Confesión

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La noche aun era joven. De vez en cuando se veía una luz que cruzaba el techo y se iba provocada por el reflejo de los faroles de algún auto que pasaba. En la cama, dos cuerpos abrazados miraban esa luz y la seguían con la mirada. Diferentes estas, una repleta de amor y la otra de lo mismo más una mezcla de sombras.

-¿Algún día me vas a decir en que pensás?- preguntó Sonia intrigada.

-Te amo Sonia, quiero que lo sepas y aunque te parezca precipitado, es lo que siento y no quiero tener secretos con vos así como desearía que vos no los tengas conmigo.

-Y yo te amo también, sos el primer hombre de mi vida y el único. Me entrego a vos en cuerpo y alma y quiero que nuestra relación sea pura y limpia. Nunca imagine sentirme así con alguien y es por eso que te lo pregunto.   Debe ser así, ¿no?

-Debería.-dijo él- ¿Crees en el destino?

-Se que esta marcado o así dicen -contestó Sonia- pero realmente pienso que el destino lo crea uno mismo; con sus acciones y el camino que uno escoge recorrer.

-Nunca te dije a que me dedico.

-Es verdad y mirá que hablamos de todo pero hasta ahora no se me había ocurrido preguntarte.

Fiu se dio media vuelta para mirarla a los ojos.

-Antes de que empiece prometeme una cosa.

-No se que me vas a decir pero te lo prometo. Siempre noté algo en el fondo de tus ojos, algo que los ensombrece. No serás ladrón ¿verdad?

Fiu se rió tristemente.

-No. No sería tan grave como lo que voy a contarte.

-Me estas asustando.

-No más de lo que yo puedo estarlo. Escuchame atentamente pues me cuesta mucho y si después de esto no querés saber nada de mi, lo entenderé perfectamente.

Sonia lo miraba ojiplática.

-Hace unas semanas me reencontré con un antiguo amigo del colegio, se llama Sergio...

Estuvo contándole toda la historia durante dos horas. Le hablo de Sergio, del cuartel, de Ariel, de El campito, las torturas, lo que quería hacer y todavía no sabia como. Todo. No se ahorro ningún detalle. Aún sabiendo de que ella en cualquier momento podía salir corriendo de ahí y perderla para siempre; prefería que supiera toda la verdad y en que estaba metido. Tenía miedo,  pero acaso ¿no era así como debía empezar su relación con ella? Debía ser sincero y atenerse a las consecuencias que, a fin de cuentas, él podría haber evitado.

Las lágrimas le caían como cascada y varias veces tuvo que parar pues casi no podía respirar. Ella, acariciándolo pacientemente, esperaba a que se le pasara y también tenia la cara mojada por el llanto.

En algún momento se levantaron, se vistieron y se fueron al salón. Prepararon café y se sentaron en el sofá. Cuando terminó, se quedaron callados durante unos minutos.

Al final él le dijo:

-Si te querés ir, te comprendo, y que sepas que sos lo mejor que me ha pasado en la vida y que el haberte conocido es el regalo mas maravilloso que alguien me haya podido hacer. No te culpo. Pero aunque en lo más profundo de mi corazón me duela, es algo que debo hacer. No me perdonaría jamás el no haberlo intentado como tampoco me perdonaría no habértelo confiado. Que encrucijada ¿no? Así fue toda mi vida.

Sonia lo miró unos instantes; luego a  la puerta. Se levantó lentamente, le dio un beso y se fué.

Fiu se quedo mirando el hueco que había dejado ella en el lugar donde estuvo sentada. Sonrió amarga y dolorosamente. Pensaba que ya no le quedarían lágrimas por verter pero se equivocaba.

Gatos y ratonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora