Ariel

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Ariel estaba inquieto.

Por mas que tratara de dormirse no hacia mas que dar vueltas en la cama.

Su compañero de cuarto  parecía no tener ningún problema puesto que roncaba como un tronco.

Aunque todos sabían la época que estábamos atravesando, la mayoría no participaba de los encarrilamientos. Llevaban su vida de lo mas normal. Vida de militar. Levantarse temprano, preparar a los colimbas* para las tareas cotidianas, desayunar, almorzar, merendar, comer  y rascarse los huevos todo el día.

En la calle no te multaban, chapeabas * y podías seguir tranquilamente. Mas en los tiempos que corrían donde los milicos * eran los amos del país. Cualquiera los tocaba.

No era un mal trabajo. Muchas darían lo que fuera por estar en ese lugar.

Aunque si le hubieran dado a elegir, Ariel preferiría estar en cualquier otra parte, no solo ahora, sino desde que su padre lo obligo a unirse al ejército. Aunque no le reprochaba nada, pobre viejo, había quedado viudo con 3 hijos varones y una mujer; su madre había muerto de leucemia cuando el tenia 11 años. Nunca se volvió a casar. Los recuerdos que tenia de su madre y su padre juntos, aunque borrosos, eran siempre de la mano, o abrazándose o cruzándose miradas llenas de amor. Siempre recuerda el sacrificio que había hecho para tratar de mantener a la familia, de darles de comer. Así que cuando salio la oportunidad de entrar acá, no se lo pensó dos veces y se mando de cabeza. Mas de la mitad del sueldo se lo enviaba a su padre. Él no tenía grandes gastos y no necesitaba de gran cosa.

Tampoco tenia novia, de momento el amor no golpeaba a su puerta, aunque había tenido varias anteriormente.

Sus pensamientos febriles, que no hacían mas que ir de un lado para otro, se pararon de repente en Fiu.

Que apodo mas raro. Sonrió.

Le caía muy bien. Aunque en la última incursión lo había dejado un poco descolocado, parecía tener las cosas bastante claras y pensándolo bien, era lógico que actuara así. Lo que no terminaba de cuadrarle era como mierda  íbamos a hacer para salir de ese atolladero. No parecía fácil. Nada fácil.

Y después estaba Sergio, el sargento 1º. Se notaba a la 1 kilómetro que estaba totalmente loco. Pero no loco solo, loco de remate. Y peligroso. Era un tipo frió y despiadado. No se inmutaba en lo mas mínimo. Daba lo mismo que golpee a un anciano, un adulto o un niño. Si no estuviera en el ejército seguramente hubiera sido un asesino a sueldo o algo parecido. Pero esto era peor porque estaba escudado dentro un uniforme y eso le daba impunidad. Igual que a los otros, eran todos  la misma mierda.

Por eso no sabía porque lo habían elegido. Sería porque siempre había sido reservado y nunca se metía con nadie. Sus registros de tiro al blanco eran casi perfectos y su expediente intachable. Se podría haber negado pero acá dentro nunca se hacia lo que uno quería. Obediencia debida que le decían. Una especie de escalera de mando donde el de mayor graduación mandaba a su subalterno y así sucesivamente hasta llegar a él y luego a los soldados, que eran los ultimos y que no mandaban a nadie. Aunque entre ellos se mandaban pero era mas como un juego. Como estaban obligados a estar acá pues se hacían la vida mas llevadera.

Así que si le decían -Cabo Galiano,  Sálte¡, el respondía – Hasta donde?

Que tristeza.

A más pensaba mas se deprimía. Era un callejón sin salida.

Desesperado, me levanté sin hacer ruido, agarré el paquete de Marlboro que tenia en la mesita de luz y salí afuera a fumarme un cigarrillo. Eran las 3 de la mañana.

Estaba en ello, ocupado con mis pensamientos, cuando ví una sombra que se acercaba.

 - Que haces acá afuera, pendejo? Dame un pucho.

Era Pérez. Era un negro enorme, pero no musculoso, sino robusto. Todavía no se como hace para superar las pruebas de resistencia que nos hacen todos los años. Siempre me hacia acordar a Barry White pero nunca se lo dije.  Me pego un susto de muerte.

Le ofrecí mi tabaco.

 -  Servíte. Nada, no puedo dormir y salí a fumarme un faso. Es que este Torales ronca como un descocido. Aunque estoy acostumbrado hay noches en las que tengo el sueño mas liviano y me es imposible dormir.

- Me lo vas a decir a mi, el hijo de puta este fue compañero mío de cuarto hace 2 años, no lo soportaba y en cuanto pude lo mande bien a la concha de su madre. Que se haga tratar el boludo este, con razón no se casa nunca, la novia  debe tener pánico a dormir con el.

- Dice que todavía no esta preparado.

- Preparado? Jaja, la que tiene que estar preparada es ella. Cambiando de tema, el viernes salimos de vuelta.

- Si, ya me aviso Sergio.

- Quería comentarte algo, ¿que opinas de ese tal Fiu?. ¿Te cae bien? porque a mi me da mala espina. No sé. Te lo pregunto porque como fuiste a dar un par de vueltas con él a lo mejor notaste algo, no me gusta nada. Lo hablamos con los muchachos del grupo hace un rato.

- De momento no note nada raro, pero será cuestión de estar atento a sus movimientos, la verdad que es raro que Sergio lo haya traído así de improviso.

- Si, a veces Sergio tiene una cosas que no se que pensar, es un militar excelente pero de vez en cuando, salta para cualquier lado. Dice que son amigos desde chicos y que le tiene mucho aprecio. Me da la impresión que...no se explicarlo...que tiene otros intereses ocultos y que ese Fiu forma parte de algo que todavía no puedo descubrir.

- Que pensás? Teorías conspirativas?

- No, es otra cosa, bah, dejálo.  Me voy al catre que estoy reventado. Deberías hacer lo mismo que mañana tenemos formación.

- Si, ya me acuesto. A ver si se le pasó el serrucho a Torales.

- Jaja, pegále un palazo en la cabeza. Chau.

- Hasta luego.

Pérez se metió en su habitación y mientras entraba Ariel pensó:

 Empezó el juego.

A jugar.

* Colimba: Termino popular que en la jerga militar proviene de las primeras sílabas de las palabras CORRE, LIMPIA, BARRE y se usa para nombrar a los soldados.

* Chapear: Mostrar la Cédula de identidad militar.

* Milicos: Militares

Gatos y ratonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora