Compañeros

21 0 0
                                    


Llegó al cuartel sobre las ocho de la mañana. Tenía unas ojeras enormes puesto que no había dormido casi nada. Todavía temblaba con solo recordar la noche anterior. ¿Cómo había permitido que Sonia se involucrara en esto? ¿No sabía él acaso lo peligroso que era? Lo de permitírselo tenia gracia, porque en su vida nunca había tenido el valor de contradecir a nadie y esta vez no iba a ser la excepción. Y además en la ecuación que había sido su existencia entraba a jugar un factor desconocido para él que era el amor. Eso esta vez jugaba en su contra y Sonia era una mujer decidida, con las cosas claras y terca. Muy terca. Muy a su pesar supo que no había nada que hacer y ella empezaba a formar parte del juego y de su vida.

Estaba llegando al El campito, pensando en todo, cuando estos se vieron interrumpidos por el saludo de Sergio.

-¿Qué haces dormilón? Que caripela tenés. ¿Qué pasa? ¿Tuviste una noche movidita?

-La verdad es que dormí poco –contesto Fiu.

-¿Qué, no me digas que te levantaste una minita? A ver cuando me la presentas.

Le recorrió un escalofrío por la espalda

-Ya la vas a conocer. Se llama Sonia y estamos saliendo desde hace poco tiempo.

-Ah, mira vos. Te confieso que llegue a pensar que era maricón. Jaja.

-A veces tenés un humor de mierda. ¿Nunca te lo dijeron?

-Jaja, la verdad es que si. Bueno, anda poniéndote en onda que en un rato seguimos. ¿Ya desayunaste? –le preguntó Sergio

-No, ya sabes que el viaje es largo y tengo que salir temprano.

-Si, ya solucionaremos eso. Anda a la cocina  y tomate algo que ahora voy para allá.

-Okey.

Mientras Sergio se dirigía al galpón principal, Fiu entro en el comedor y le pidió al cocinero si le preparaba un mate cocido. También le dieron unas galletitas y aunque ese lugar tenía la facultad de cortarle el hambre se las comió todas porque le esperaba una mañana larga y se había obligado a ello. Sergio entro a los diez minutos.

-Que lugar de mierda, esta gente apesta.

-No será para tanto. –dijo Fiu

-No lo será para vos porque lo que es a mi me repugna. Hay que bajar la cantidad de gente porque no damos abasto.

-A ver como se hace eso porque hay que tener cuidado cuando los sueltan para que no se vayan de la lengua.

Sergio lo miro con una expresión medio de risa medio de lastima.

-Mirá que sos pelotudo, ¿A dónde los vamos a soltar? ¿Todavía no te distes cuenta que el que sale de acá no vuelve?

-¿Cómo que no vuelve? –preguntó Fiu con cara de incrédulo. Aunque sabía a que se refería Sergio quería tener más información de todo.

-¿En serio me estas preguntando? A veces me sorprendes con tu inteligencia pero otras pareces mogólico.

-No me hagas caso, todavía estoy dormido-Dijo Fiu reculando porque se notaba demasiado.

-Pues despertate porque te necesito despabilado.

-Si no damos abasto ¿Por qué no traes más gente? ¿O es que no podés?

-¿Con quien te crees que estas hablando? Acá mando yo. El problema es que esto está lleno de negros inútiles y no confió en nadie.

Esta es mi oportunidad –pensó Fiu

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 09, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Gatos y ratonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora