XI
ZARA
Estaba tan sumida en mi calentura, que me deje llevar por los deliciosos labios de Jacob, sin saber que él iba a estrujarme tan duro contra su cuerpo. En el momento en el que mis pechos se toparon con su cuerpo fue como sentir mil agujas en mis pezones. No me quedó otra que dejarme caer de sus brazos que me habían levantado en volandas y alejarme un poco.
- ¡Joder! - tomé mis pechos con delicadeza y dramatismo.
Su mirada fue de mi rostro a mis pechos, y por un momento vi el horror en sus ojos.
- T-tú estás s-sangrando - tartamudeó, acercándose nuevamente a mi.
Miré mis tetas y si, había dos manchitas rojas en mi suéter blanco, justo a la altura de mis hinchados y adoloridos pezones.
- Tranquilo, sólo son los...
- Callate y sigueme - tomó mi mano y me arrastró hacía su habitación.
Si él supiera el motivo no se preocuparía tanto. Pero debo admitir que me causa risa ver esa reciente preocupación en su rostro, ver como su lujuria se apagó al instante en el que creyó que yo estaba herida... no se confundan, no disfruto de su preocupación en vano, sino del hecho de que parece que al menos le importo un poquitito, ya sea por mi hermano o por lo que ocurrió hace tan solo días.
Jacob me hace sentar en su cama, y yo escaneo todo, esta vez con más detenimiento que la vez anterior; puedo ver su enorme cama, su armario frente a ella, el escritorio enorme y lleno de papeles que hay en una esquina y la puerta que abrió él recién supongo que es su baño, de más está decir que hay ropa por toda la habitación, pero eso no parece molestarle por lo que a mi tampoco.
Aparece a los segundos con algodón y agua desinfectante, se arrodilla frente a mi, sus ojos tan hermosos miran mis pechos desde ahí abajo y en verdad tengo ganas de abrirle mis piernas.
Ya basta, Zara.
- Permiso - murmura, tomando los bordes de mi suéter y quitándomelo, dejándome sólo con una remera de tiras apretada que delata el hecho de que no llevo sostén.
Sus ojos antes preocupados se abren con sorpresa y me miran expectantes, curiosos.
- ¿En serio lo hiciste? - pregunta riendo, mientras abre un poco más mis piernas para quedar en medio de ellas, solo asentí - ¿Puedo ver? - preguntó en un sensual ronroneo.
Obvio si.
Admito que no lo pensé demasiado, simplemente tome los bordes de la mini remera y la quité por encima de mi cabeza, mis pechos quedaron expuestos frente a él, mis pezones estaban un poco rojos por la sangre.
Contempló un instante, luego hechó agua desinfectante en el algodón y con delicados toques limpió la zona. Mis labios hicieron una mueca por el picor, él lo notó y acercó sus labios para soplar suavemente mi pezón, el cual al sentir su cálido aliento se puso duro como roca.
Maldito pezón traidor.
Hizo lo mismo con el otro y el hijo de puta también se puso duro.
Hoy mis pezones me traicionan en conjunto.
Malditos gilipollas.
Estaba observando detenidamente la cicatriz cerca de su ojo derecho cuando él levanto la vista y me vió. Me sorprendí al notar que sin darme cuenta me encontraba acariciando esa zona, Jacob tomó mi mano y la besó, después se acercó a mis pechos y los llenó de cálidos besos que me hicieron estremecer de pies a cabeza.
Vale, un polvo con el mentiroso no estaría nada mal...
Tomo un puñado de su cabello y me inclino hacía él para unir nuestras bocas, pero entonces un toque en la puerta me devuelven a mi lugar. La magia del momento... pues se perdió.
- Maldita sea - murmura. Se pone de pie para ir hacía la puerta la cual vuelve a sonar - ¡Ya va!.
Su actitud me sacó una sonrisa, me puse nuevamente mi suéter, y me cruce de brazos para tapar ambas manchitas, camine hasta su lado y antes de que él abra la puerta junte nuestros labios, en un beso fugas que lo hizo sonreír.
Fue sólo un beso de pico, me alejo de su calor y él con el ceño ahora fruncido, abrió la puerta.
JACOB
¡Tenía putos piercing!
Joder.
Eso es... tan sexy.
Dorothea estaba del otro lado de la puerta con una enorme bandeja de galletas, y aunque estaba molesto por su interrupción al momento en que la vi una sonrisa se me instaló en el rostro.
Y es que yo tengo algo raro con las abuelas, en verdad me dan una ternura irremediable. Jamás cambiaría a Marie y Dorothea. Ellas son familia.
Mi familia.
Tomo una galleta y de un sólo bocado la engullir, Doro me regala una mirada de advertencia, puesto que las galletas aun están algo calientes y si las como rápido me dará dolor de estómago (palabras suyas, no mías).
Zara también toma una y la observo darle una mordida, cierra sus ojos y gime suavecito dado a la delicia que prueba.
No pienses con la polla, Jacob.
- En verdad están increibles - le dice aun con la boca llena, su mano derecha cubre su suéter.
- Gracias, preciosa - contesta mi dulce abuelita -. Tu hermana está tomando una leche chocolatada, me dijo que también te gusta pero que te la preparas tú sola, así que te dejé las cosas sobre la mesada.
Con eso se da vuelta para retirarse, pero no la dejo marchar sin robarle otra galleta antes, que por supuesto, de un solo bocado desaparece en mi boca.
Escucho la risita de Zara y me volteo a observarla, es tan... bonita.
- ¿Me dirías dónde está la habitación?, así me puedo cambiar ésto - sujeta la mancha en su ropa.
Miro la puerta que esta frente a la mía y sonrío, su hermana está en el piso de arriba, Dorothea en la habitación del otro lado de la casa... Zara quedará frente a mi habitación, y no sólo eso. La puerta del medio que le pertenece al cuarto de baño, tiene dos puertas, una que lo conecta a mi habitación y otra a la que ahora es la suya.
Todo está jodidamente pensado a la perfección.
Zara pasa una mano frente a mi rostro.
¡Oh, genial!
Ya parezco psicópata pensando en estas babosadas para estar cerca suyo.
- ¿Estás bien? - pregunta, casi juntando sus cejas.
- Si, lo estoy - le aseguro, señalo la puerta de en frente -. Esa es tu habitación. Tienes baño propio.
Luce un tanto sorprendida, sé lo que está pensando.
"Joder, estaré cerca suyo."
Pero conociendola (lo poco que lo hago) aseguraría que no lo piensa en el buen sentido. Ella debe pensar que la acosaré hasta que no le quede otra que estar conmigo de nuevo... y mierda que no está para nada errada.
Zara aun masticando la galleta, camina hasta la puerta y la abre, entra y observa la bonita habitación que le di, voltea a verme y sonríe.
- Es linda - la sonrisa no desaparece.
- Lo sé, por eso te la di a ti - larga una carcajada y yo río por lo contagiosa que resulta.
Creo que podría acostumbrarme a su risa escandalosa.
ESTÁS LEYENDO
JACOB
DiversosNo todos los días tu hermano te obliga a trabajar en la casa de su enemigo número uno. No todos los días debes encerrarte en la casa del hijo de su enemigo para estar a salvo. Pero sobre todas las cosas, no todos los días desarrollas sentimientos ha...