—Ayuda, ¡qué alguien me ayude! ¡Por favor!
La brisa azotaba con violencia, alejando aun más la voz que perseguía. La persona dueña de la misma estaba en peligro, lo notaba en sus angustiosos y lastimeros chillidos.
—¡¿Dónde estás?! —preguntó desesperada, a la vez corría por el bosque de Sigra. La luna volvió a ocultarse entre las nubes como queriendo no ser testigo de la atrocidad que allí se vivía, dificultando su visión.
Estaba descalza, sin embargo, ahora, esa no era su prioridad aunque tuviera los pies ensangrentados, magullados y el dolor la atravesará en cada paso que daba, en ese instante tenía que salvar a la persona que pedía auxilio con tanta insistencia. Su corazón bombeaba con brío, podía notar el impulso de la sangre en su cabeza, cada latido como si fuera un martilleo. Sus pulmones le exigían más aire, quemando su tráquea con cada bocanada. No era consciente de cuanto rato llevaba corriendo, pero su cuerpo comenzaba a notar aquel sobresfuerzo.
Un berrido, que resonó por toda la arboleda seguido de un lastimero alarido, la alertó de nuevo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, no podía dejarle morir, tenía que salvarlo, tenía que... ¡encontrarlo!
Sus piernas se movieron solas hacía el lugar donde nacían los gritos, su cabeza no había planeado qué situación se encontraría al llegar allí, ni cómo le ayudaría, pero no le importaba. Lo único que ocupaba su mente era localizarlo.
—¡Naia!
Ella paró en seco al escuchar su nombre. La estaba llamando y no podía socorrerle. Las lágrimas salieron de nuevo, se agarró su cabello blanquecino, atormentada por los gritos de dolor.
La voz repetía su nombre una y otra vez. Notó como sus piernas flaqueaban, quedándose sin fuerzas. Ella cayó al suelo, derrotada, consternada por no poder auxiliarle. Se apartó el pelo del rostro, sobre todo los mechones que se habían pegado al mismo gracias al sudor y las lágrimas. Sus ojos ambarinos rodaron hasta sus pies, totalmente rojizos e hinchados por la sangre y las heridas abiertas. Su mirada expresaba desconsuelo. Intentó levantarse de nuevo al oír otro lamento, pero sus piernas eran incapaces de sostenerse por sí mismas.
Golpeó la húmeda tierra con el puño, mientras que rompía en llanto. ¡Era una inútil!, no podía salvar a nadie, no podía ayudarle, no servía para nada. Todo sería mejor si no existiera, si desapareciera.
La tierra empezó a ablandarse ante su peso, succionándola como si de agua se tratará . Probó a agarrarse a cualquier cosa, a escapar para no terminar de hundirse; no obstante, el barro que se había formado era más fuerte que ella. Notaba el frío por casi todo su cuerpo y como era arrastrada hasta el fondo. Las arenas movedizas ya habían llegado a su cuello, y ahora subían por su barbilla.
La voz desgarrada por el pánico volvió a nombrarla, mientras que su visión se nublaba gracias al barro. Al intentar dar una bocanada de aire notó como sus pulmones se llenaban de tierra, la tos la sacudió, su cuerpo le exigía oxigeno, quiso salir, moverse, pero no respondía. Notaba el dolor en su pecho, como si mil agujas le atravesarán, y el ardor en su garganta llena de arena y polvo.
«Voy a morir» Era lo único que su mente podía procesar.
Sobresaltada y con el corazón desbocado, comenzó a atisbar desesperada cada rincón, como si estuviera desorientada, puesto que su última sensación era la de estar a punto de fallecer.
«Sólo fue una pesadilla» Afirmó dejándose caer sobre la almohada aliviada.
Notaba el sudor en su frente y como los ojos le escocían. Un largo suspiro surgió de su garganta. Últimamente las pesadillas se habían incrementado, y no conseguía descifrar su por qué. Hela le había dicho hace tiempo que los sueños son mensajes de los espíritus, que se comunican a través de nosotros por el mundo intangible de nuestro subconsciente. Si eso fuera cierto los espíritus debían de divertirse bastante torturándola, porque era la única explicación que podía encontrar a su tortura.
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El Legado de Ysbryd: Memorias de Arlan
خيال (فانتازيا)Tras seis décadas de vivir una existencia carente y vacía, sin ningún recuerdo de tu pasado, provocan que tu vida esté cegada por el odio. Dioltas, un mercenario, que desea fervientemente recuperar su memoria, hará todo lo que sea necesario para log...