Prólogo: Dioltas

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La gruta era estrecha y oscura, el agua que se filtraba por las grietas provocaba que el ambiente fuera frío y húmedo, como si estuviera enterrado bajo 5 metros de nieve; tal era tal la humedad que comenzaba a calar en las vestimentas y huesos, helando toda la caverna a tal punto que podía entumecer los músculos de cualquier ser vivo.

Además de causar que la piedra fuera más resbaladiza si pudiera ser posible. Aquel lugar era una trampa mortal, apenas se podía vislumbrar lo que se pisaba y si no tenías cuidado, podrías caer por uno de sus innumerables agujeros que llevaban a galerías a decenas de metros bajo el suelo. Sin duda alguna, era una locura ir a tientas por aquel angosto camino, sin embargo, él no se consideraba una persona muy cuerda, que se dijera. Sin añadir que esa era su última oportunidad, su carta final.

En Hama —la capital de Bassur— había recuperado la fe que perdió antaño. Hama era una de las ciudades más importantes y ricas de todo Loryn, sus calles amplias y abarrotadas de personas confirmaban su gran poder económico, también lo hacia la gran cantidad de mujeres que ofrecían servicios en las calles menos prestigiosas de aquella urbe de pocas personas adineradas que exprimían a las clases inferiores para tener una vida más cómoda y entretenida.

Por otra parte, era el lugar que debías visitar para conseguir cualquier cosa que necesitaras, todo era posible en la sección de la fortuna; no había nada prohibido; desde el asesinato hasta el consumo de diferentes opiáceos. Y allí, en la taberna de Bael, el conclave de los criminales más buscados, conoció a un caminante que le facilitó la información que tanto había ansiado obtener; claro que a cambio de un precio, siempre había que dar algo a cambio y lo que él podía ofrecer era la muerte, ese era su don: el asesinato.

Llevaba más de sesenta años ganándose la vida así, sobreviviendo gracias a los cadáveres de desconocidos, monstruos y del pago de sus codiciosos clientes. Él no juzgaba, no se informaba; solamente aceptaba los encargos, si el precio era lo suficientemente jugoso. Los más rentables eran los que tenían que ver con demonios; no eran sus favoritos, mas un encargo era dinero y el dinero le daba acceso a la información.

Vislumbró un tenue destello en lo que parecía el final de aquel infierno frió y afilado, y una amplia sonrisa, ansiosa, se dibujó en su rostro, casi más de medio siglo intentado recuperarlos y al fin lo lograría. Llegó a una pequeña cueva, donde percibió un ápice de calor a un lado de la misma y al dirigir su atenta mirada hacia lo que parecía una pequeña fogata con un caldero —ennegrecido por el hollín— en el centro, y a escasos metros de un lecho bastante cutre y plagado de moho. La persona que había convertido esa inhabitable caverna en un hogar, parecía haberse resignado a vivir en unas condiciones lamentables y precarias, de absoluta pobreza; mas era normal, si eres una fugitiva buscada por los Dioses.

—Vaya, vaya, no esperaba visita. —Una hastiada voz se alzó, y de las sombras surgió una mujer, una anciana de cabellos ceniza que ocultaban su jorobada espalda. Tenía unos cansados ojos de color azul, un azul tan claro que parecían blancos y apenas se distinguía la iris. Las arrugas y manchas producidas por la edad habían hecho estragos en su piel, dando un aspecto de mujer débil y dolorida. Él jamás creyó que una mujer como ella pudiera lucir de tal forma—. Mas, pasa, no te quedes ahí en la sombras.

—No gracias, aquí me encuentro cómodo. —Él permaneció allí, en la penumbra, no le interesaba que la anciana viera su cara, al menos no aún, sabía que formaba parte de los Dannad, o como los llamaban los mortales, «Dioses». La anciana sonrió ampliamente, soltando alguna pequeña carcajada.

—Veo que sabes quién soy. Qué alegría saber que no eres un insensato, del todo al menos. —Se sentó con dificultad cerca del fuego, dando un profundo suspiro de alivio al hacerlo, alzó las manos para calentarse mientras las frotaba—. Y dime, ¿a qué has venido?

El Legado de Ysbryd: Memorias de ArlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora