Capítulo I

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El polvo se levantaba fácilmente con cada paso, la tierra de Grecia tenía un peculiar olor que oscilaba entre lo tosco y lo salado, debido a la brisa marina que llegaba hasta el pueblo de Rodorio a pesar de encontrarse a cierta altura del mar Egeo. La simpleza de aquel lugar podía apreciarse en las casas, los comercios, la gente y la vestimenta; pero nada de eso quitaba el esplendor de las ruinas y las grandes construcciones arquitectónicas que yacían desde hacía siglos en la esplendorosa Athenas, tierra de guerreros y dioses. Sin embargo nada de eso resultaba acogedor para el caballero de Cáncer, que caminaba como un civil por el pueblo luego de 2 años de ausentismo. No sentía ningún tipo de apego hacia aquel lugar, para él no era más que otra ciudad repleta de pueblerinos ignorantes y soldados sin mérito, inclusive los caballeros que entrenaban en el Coliseo le resultaban insignificantes y patéticos.

Suspiró fastidiado mientras se dirigía hacia las zonas de entrenamiento, que no eran otra cosa que las ruinas del gran imperio. Había sido llamado allí por uno de sus compañeros y pese a las negativas que sostuvo, no tuvo más opción que terminar aceptando la reunión; después de todo no tenía nada mejor que hacer, ya había cumplido con las órdenes que le habían sido encomendadas y seguir holgazaneando sin rumbo terminaría volviéndose aburrido. Quizás el Santuario podría darle algo de nueva diversión.

-Llegas tarde- dijo un hombre desde unas altas ruinas donde se encontraba sentado

-No sabía que tuvieras tantas ansías por verme- se burló con altivez- ¿debería preocuparme por tal detalle?

El hombre frunció el ceño y arrojó algo que se clavó junto a los pies de Cáncer, luego bajó con un movimiento lleno de gracia y delicadeza.

-Será mejor que no abuses de tu suerte, la próxima vez te daré un sueño eterno con una de mis hermosas rosas Death Mask

-Quisiera ver que lo intentaras Afrodita de Piscis- le retó divertido

Ambos se miraron un segundo en lo que era un saludo silencioso. Pese a las rivalidades que siempre existieron entre los caballeros dorados, no era el caso de ellos dos, quienes parecían entenderse entre sus elevados egos.

-Espero que sea algo importante para haberme hecho venir hasta aquí

-Creeme, cuando te enteres, me agradecerás por haberte llamado- sonrió el caballero considerado el más bello.

No le tomó mucho tiempo ponerlo al corriente de las cosas que estaban sucediendo en el Santuario, ante cada palabra la sonrisa del caballero de Cáncer se hizo más pronunciada. Afrodita tenía razón, había sido un buen momento para volver a Grecia. Las cosas serías más que interesantes y ya podía imaginar una buena dosis de adrenalina.

-Así que esa es la situación- murmuró para sí- ¿alguien más está al tanto?

-Eso es lo que me gustaría averiguar, por lo pronto mantengamos esto entre nosotros- dijo suspicaz- no queremos que personas problemáticas se enteren y se vuelvan un fastidio. Por ahora vayamos al campo Alpha, deberíamos decir "hola" a nuestros camaradas ¿no crees?

Al llegar, divisaron a Aldebarán de Tauro entrenando concienzudamente pero no lo suficiente como para no notar la presencia de ellos dos acercándose tranquilamente hacia el campo. Les dedicó una mirada furtiva y continuó con lo suyo, sin prestar más atención a sus acciones.

-Ese estúpido toro no ha cambiado en nada, ¿acaso quiere compensar algún complejo?- se burló Death Mask

Afrodita hizo caso omiso de su comentario poco inteligente y buscó con la mirada a los demás. Divisó a Milo de Escorpión sentado bajo uno de los árboles, a pesar de dormir plácidamente, sin abrir los ojos levantó su mano en un gesto que le indicaba que sabía que estaban allí. Piscis sonrió y siguió inspeccionando, al parecer nadie más había ido, no le resultó extraño, después de todo sabía que Shaka, Camus y Shura no eran adeptos a las reuniones ni mucho menos a compartir tiempo con los demás caballeros dorados. En cuanto a Libra y Aries hacía tiempo habían abandonado el Santuario.

La armadura en mi corazónWhere stories live. Discover now