Prólogo

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Nunca pensamos cómo vamos a morir, ningún ser humano imagina cómo  será el fin de sus días. Y yo formo parte  de esas estadisticas, pero si me hubiera detenido a pensar en cómo sería  jamás se me hubiera cruzado por la mente que podía morir de está manera.
 
Ya no sé si tengo los ojos abiertos o cerrados, todo es oscuridad, me cuesta respirar y tengo frío, la boca la tengo seca y me duele horrores el labio, en realidad me duele todo el cuerpo, la cara me arde y me pica. Quiero rascarme pero mis manos están atadas, cada vez que intento moverlas me queman las muñecas y siento como mi piel se maltrata con lo que sea que me tienen sujeta. Aprieto los ojos e intento controlar la respiración, como lo hago cuando estoy en clases de yoga pero los escalofríos que recorren mi cuerpo me impiden concentrarme. Una fuerte punzada me atraviesa la cabeza cuando la dejo caer hacia delante. ¡Oh mon Dieu! ¿Donde estoy?, el fuerte ruido de maquinas tardarán mis oídos y una vez más caigo profundamente dormida.
 
Lo veo a lo lejos, sé que es él… estoy segura que es él. Corro sin importar el dolor que siento, corro queriendo alcanzarlo pero cada vez que estiro la mano para sujetarlo se aleja más. Sigo corriendo sin detenerme, obviando la falta de aliento y las gotas frías de lluvia que me bañaban…
 
Abro los ojos al sentir como el agua fría corre por mi cuerpo, nuevamente todo es oscuridad. Siento movimientos a mi alrededor, agudizo el oído para lograr distinguir quien es. Hago un esfuerzo por recordar ¿qué  paso? pero las imágenes que llegan a mi mente son distorsionadas y sin sentido. Mi mamá, Chantal, Paty, Jhony, Barbara, Andrea, Lian y la china… estamos brindando por mi próxima boda.
Mi boda… que ironía del destino,  hoy me casaba con el amor de mi vida y en cambio... hoy será el ultimo día de mi vida. Las lágrimas resbalan por mis mejillas escociéndome a su paso. Abuelita, ya pronto estaré contigo solo intercede por mí  para que esto acabe de una buena vez. Lloro sin poder controlar los espasmo de mi cuerpo lastimando aún más si es posible mis muñecas y tobillos.
 
Sebastián, mi amor… mi único amor, gracias por todo lo que me diste, gracias por hacerme sentir mujer, por hacerme sentir amada, por enseñarme que la vida se vive a plenitud como si cada segundo fuera el ultimo. ¡Dieu! No te voy a volver a ver. Sollozo sin poder controlarme, sin importarme nada ya. 
 
No me quiero morir, no así… Sebastián…

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