Capítulo VI

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Aimee


Cuento los minutos para terminar el almuerzo y marcharnos al hotel, lamentablemente para mi entrepierna mí recién estrenado esposo está enfrascado en una charla muy amena con el padrino y damo de honor de la boda. Veo a Amed y sin poder evitarlo ruedo los ojos, para que de alguna manera se de cuenta que ya es momento de encargarse de cualquier otro asunto.

- Parece que hay alguien impaciente por marcharse.- comenta levantando una ceja al ver mi gesto.
- ¿Estás bien nena? ¿Quieres algo más?.- pregunta Sebastián tomándome de la mano.
- Estoy bien cielo, no te preocupes.- respondo fulminando a Amed con la mirada, él siempre con sus comentarios sin tacto.
- ¿Segura estás bien o estás deseando marcharte gatita?.- indaga nuestro querido padrino de bodas en tono burlón.- Recuerda lo que te dije, si el novio no da la talla...-.
- 'Iiblis... cuidado.- interrumpe Sebastián en un tono tan bajo y ronco que hace se me ericen los pelos.
- Lastiman mis sentimientos, hice tantas horas de viaje para estar en éste momento tan especial con ustedes y de ésta manera me pagan.- comenta de manera trágica logrando soltemos la risa.- Bueno, visto lo visto y dándome cuenta que mi presencia ya no es requerida, deberé marcharme y resignarme a no tener el honor de que se me comparta a la novia -.
- ¡Portodaslashadas Amed! Eres un demonio.- lo amonesto por su comentario al momento en que Sebastián le hace señas al camarero para pedir la cuenta.
- Permíteme invitarlos.- ofrece nuestro amigo haciendo un ademan con la mano para que el mesero se retire -. Tómenlo como parte de mi obsequio de bodas. No demoren más, que el camino que les espera es largo -.
- Realmente no estamos tan lejos.- digo terminando mi copa de vino -. Gracias por el almuerzo estuvo delicioso -.
- Espero que igual me agradezcas el resto de mi regalo.- comenta en tono malicioso mientras Sebastián niega disimulando la sonrisa.
- ¿Qué regalo? ¿A qué se refiere?.- indago sin entender de lo que hablan -. A ver par de demonios, ¿Qué se traen entre manos?.- pregunto al verlos reír y dejarme al margen de lo que tanta gracia les causa.
- Aún no llevo nada entre las mano pequeña felina, pero cuando vuelvas de la luna de miel, ya te enteraras. Por ahora guarda las garras que seguramente las pondrás a trabajar esta noche -.
- Amed, eres... eres... de lo peor.- le acuso entrecerrando los ojos.
- Ya vámonos Leona, que tenemos cinco horas de camino para llegar a nuestro nuevo destino.-
- ¿No vamos al hotel?.- preguntó con asombro y un dejo de desilusión al enterarme debo esperar tanto para... bueno llevaba tantos días en abstinencia que lo de anoche no me es suficiente.
- Estamos en contacto, cualquier novedad me avisas y recuerda asegurarte si la morena es mayor de edad-.
- Pierde cuidado con eso, sabes que las mocosas no me atraen.- escucho responder a Amed cuando le da un abrazo de despedida a Sebastián.

No se en que momento me perdí, pero no entiendo nada de lo que hablan y menos tengo idea de a donde vamos.

- Sebastián, ¿a dónde vamos?. Dejamos las maletas en el hotel.- le pregunto intentando igualar su paso para no ser arrastrada.
- Vamos... - dice deteniéndose abruptamente logrando que casi choque con él -. No tienes nada de que preocuparte, ahora eres mi esposa, eres mía, nada te va a faltar y siempre vas a estar segura.- susurra dándome un beso en el cuello subiendo hasta la oreja-. Para responder a tu pregunta, vamos a nuestra luna de miel y para que estés tranquila ya el equipaje nos espera en nuestro destino -.
- Bien... yo solo... quería...- Merde, merde ya sé me olvido lo que quería, el leve dolor ahí abajo me hace perder la concentración y solo pensar en sexo, follar... duro y muchas veces hasta no poder caminar.
- Vamos muñeca, que te huelo y no quiero hacerte esperar más para darte lo que necesitas-.

Intento calmar el ardor entre mis piernas, no sé el motivo de mi excitación pero siento que no lo puedo controlar, aprieto los muslos para calmar los pequeños aguijonazos, pero fallo en el intento al recordar sus palabras, ser consciente de que sabe lo que necesito me pone como una moto. Doy un pequeño salto al sentir la vibración de mi móvil cuando entra la notificación de un mensaje de Instagram; deseando tener esa vibración en otra parte, abro y leo el mensaje. Lo ha dejado Chantal en la fotografía que postee con todas las marionetas. En el momento que voy a responderle, veo como el móvil desaparece de mis manos al ser arrebatado por Sebastián, lo observo y veo como lo deja a un lado y con la mano libre separa mis piernas, desabotona el pantalón y cuela su mano hasta llegar a esa parte de mi cuerpo que grita por atención.

Siempre Más...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora