Capítulo V

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Sentir nuevamente el calor de su piel, de sus manos recorriéndome el cuerpo, el sabor de sus besos y esa manera tan única que tiene de llevarme al séptimo cielo… por momentos pensé que lo soñaba, pero su voz, su aliento acelerado en cada embestida me trajeron de nuevo a la realidad; él es mi realidad, mi complemento, mi norte y mi sur, mi vida entera. Hoy vuelvo a sentirme  plena, no puedo decir que rebosante de alegría, porque a pesar de sentirlo mío y del hermoso paisaje de la campiña colmado de sus extensos sembradíos de girasoles, el recuerdo en mi memoria de lo vivido, no me deja ser suya al cien por ciento. Esas voces… esas malditas voces que se repiten en mi cabeza cada vez que creo encontrar un poco de paz no quieren abandonarme. Inhalo una gran bocanada de aire que me llena los pulmones de la dulzura del ambiente, lo dejo salir despacio y aspiro la ultima calada del cigarrillo antes de apagarlo. Cierro los ojos intentando calmar el tamborileo apresurado de los latidos de mi corazón.- ¿Madredelamorhermoso, en algún momento esto pasará? - Estoy segura que él se dio cuenta del nerviosismo que me invadió mientras desayunábamos, escuchar la melodía de esa canción me puso los pelos de punta - ¡Merde, merde! tengo que lograr olvidar, de alguna manera tengo que lograrlo -.
 
- ¿Estas lista Cielo?.- abro los ojos al escuchar su voz, volteo y verlo parado en la puerta corrediza logra que todo lo que pensaba se disipe con rapidez.
- ¿No me vas a decir para donde iremos?.- indago una vez más a ver si logro me diga cuál es la sorpresa que me tiene.
- No seas impaciente, ya vas a ver -.
- Tenía otros planes en mente…- digo coqueta acercándome a él.
- A ver… ¿Qué planes serán eso?.- pregunta sonriendo de lado, haciendo que mis ganas de encadenarlo a la pata de la cama crezca a pasos agigantados.
- ¡Ummm! Tú… y yo… en esta habitación, solos… sin ropa… sobre la cama… en el jacuzzi… en esta terraza… sobre la encimera de la cocina… ¿te suena?.- le propongo al mi mejor estilo de mujer fatal recorriendo con un dedo su pecho.
- Muy tentadora proposición señorita, pero… tengo otros planes para usted.- tira de mi mano para envolverme entre sus brazos -. Hoy tengo a mis demonios bajo llave, así que no me tientes.- dice mordiéndome suavemente el lóbulo de la oreja -. Vamos, que se nos hace tarde -.
- Bueno, pero después que lleguemos no habrá poder humano que me haga salir de aquí hasta no estar satisfecha.- aseguro con un puchero.
- ¡Vaya! Me estoy enterando tengo a mi novia insatisfecha.- reclama ofendido levantando una ceja.
- No, no quise decir eso… yo…- ¡Merde! yo y mi bocaza. Tuerzo el gesto al verlo reír -. ¡Que sepas que eres malo!, sabes que no quise decir eso ¿verdad?.-
- Lo sé nena, pero igual te prometo que suplicaras te de un respiro de tanto que te voy a follar una vez que lleguemos.- dice serio, y con tanta solemnidad que lo único que puedo hacer es tragar el nudo que se me ha formado en la garganta. Lo reitero, ¡yo y mi bocaza!.
 
El trayecto hasta Pieza, el pequeño pueblo donde llegamos ubicado al sur de la Toscana, en la provincia de Siena no ha sido tan largo, pero si hermoso – Venga que no es que yo sepa de geografía y ubicación, ¡Dieu! si yo hasta para ir al baño necesito un GPS; pero Sebas se encargo de informarme a donde nos dirigíamos y contarme un poco la historia del lugar en donde me entere entre otras cosas, es lugar de nacimiento del Papa Pio II. – A pesar que Sebastián se negó a detenerse para poder tomar fotografías de los campos llenos de amapolas y girasoles, disfrute cada kilometro recorrido admirando el paisaje y escuchando con detenimiento sobre lo que me decía. El pueblo se encuentra en lo alto de una colina, bordeado de una muralla gigante - de verdad que parece sacado de una pintura del siglo XV, con sus calles de piedra, las edificaciones en ladrillos de tonos claros, lo tejados rojizos, enredaderas subiendo hasta las ventanas salpicados de pequeñas flores, callejones con pequeñas tiendas que ofrecen artesanía, quesos de todos los tipos y variedades que ni conozco, flores y más flores que parecen de mentira, todo hace me sienta en un cuento -. La alegría de las personas y lo amables que son logran hacerme olvidar las voces y horribles recuerdos que me aturden.
 
- ¡Sebas, mira cuantos Pinochos! Entremos aquí, quiero comprarlos todos.- digo encantada al ver las marionetas de madera colgando en la entrada de una tienda.
- Compra solo lo necesario nena, que vas hacer luego con todo eso.- dice riendo por mi reacción -. Hay mas turistas, ¿lo sabias?.- se moja de mi dándome un toque en la nariz con su dedo-. Mientras acabas con los souvenir del pueblo, voy a buscar un baño. Nos encontramos aquí-.
- Vale, pero no demores.- pido un poco atemorizada darme cuenta que me voy a quedar sola y nos podemos perder.
- Tranquila muñeca, nada va a pasar.- dice calmando mi ansiedad con más paciencia que un santo, me da un beso y se queda parado esperando a que entre en la tienda.
 
La señora que me atiende me explica que Pienza es un pueblo vecino a Collodi, lugar donde nació y se crio la madre de Carlo Lorenzini  autor del libro “Las Aventuras de Pinocho”, razón por la cual es emblemático el muñeco de madera y lo venden en diferentes presentaciones. El tiempo se me pasa volando mientras me decido por un par de marionetas, una para Chantal que adora el personaje, otra para el bebe de Lian, unos cuantos lápices con la carita de Pinocho en un extremo para el resto de las chicas y para mi papá un pisa papeles.
 
Salgo de la tienda, busco el móvil y hago unas cuantas fotos posando al lado de los muñecos mientras espero que llegue Sebastián. Veo unos bancos debajo de un gran Sauce y decido ir a sentarme y esperar.
 
A medio camino un niño se me acerca y me dice lo acompañe, en un ingles difícil de entender. Le sonrió y le digo muy despacio que debo esperar a mi novio, pero el crio insiste en que lo siga y me señala unas flechas blancas de papel que están en el piso, asegurándome que debo seguirlas para encontrarme con una sorpresa, a pesar de recordar que Sebas me dijo  me tenia una, dudo en ir al lugar a donde me llevaran las flechas. El chico tira de mi mano pidiéndome por favor lo siga, no lo hago pero cuando dice que mi “Innamorato” me espera, dudo insegura en si debo seguirlo o no, retrocedo un paso y sin poder evitarlo el corazón se me acelera y las manos comienzan a sudarme,  él vuelve a tirar de mi mano y sonríe con dulzura, dándome la confianza que necesito para avanzar; caminamos atravesando un estrecho callejón siguiendo las flechas, hasta llegar a una plaza con forma de trapecio en donde las flechas se dirigen a una hermosa catedral con techo a dos aguas, fachada de travertino y una alta torre con un campanario, sus puertas centrales y laterales están abiertas, dando la bienvenida a los turistas y feligreses. Cierro el cuello del abrigo que llevo cuando una briza refrescante atraviesa la plaza, el niño me espera unos cuantos escalones arriba y lo veo sacar detrás de su espalda, un hermoso ramo conformado por tres azucenas unidas con una cinta blanca, lo tomo y le sonrío dándole las gracias en italiano. Subo los escalones que me separan de las grandes y macizas puertas de madera, al cruzarlas puedo ver como el interior esta adornado con flores blanca, desvió la mirada al lado izquierdo y junto a la pileta de agua bendita esta él, iluminado por los rayos del sol que se filtran atreves de las ventanas, dandole una apariencia casi irreal, parpadeo un par de veces antes de caminar a su encuentro.
 
- ¿Qué es todo esto?.- pregunto con una sonrisa mientras llevo las flores a mi nariz para apreciar su aroma -. Gracias, son bellísimas.-
- Nena, ¿todo o nada?.- me pregunta levantando mi cara por el mentón para que lo vea directo a los ojos.
- Todo…- respondo perdiéndome en el claro brillo de su mirada.
- Aimee, quiero pasar el resto de mi vida a tú lado. Eres la mujer que amo… Una vez más, te hago ésta pregunta.- suelta mi cara agachándose hasta poner una rodilla en el piso -. ¿Te quieres casar conmigo?-.
 
Lo veo a él, nuevamente proponiéndome matrimonio, nuevamente en el momento que menos lo esperaba y en lugar perfecto, en el momento perfecto… los latidos de mi corazón toman sus maletas y su mudan a mis oídos, la respiración se me acelera aun más y las lagrimas se acumulan en mis ojos haciendo borrosa mi visión.
 
- Si quiero.- respondo al tiempo que las lagrimas bajan por mis mejillas
- ¿Qué más quieres?.- pregunta en tono bajo y ronco.
- A ti Sebastián Wallace, quiero todo de ti. ¡Quiero más! Siempre más…-.
- No esperemos un minuto más.- me pide colocándose de pie -. Casémonos ya, aquí, ahora -.
- ¿Ya!, ¡Oh mon Dieu! No podemos… o ¿Si? -.
- Podemos.- asegura con voz baja pegando su frente a la mía -. Solo debes aceptarlo -.
- Pero… mi mamá, tu mamá… mi papá…- titubeo unos segundos. Mi cerebro trabaja a mil por hora imaginando las cosas que dirán -. Nos van a matar -.
- Ellos lo entenderán. No necesitamos a nadie más, solo nosotros dos y un sacerdote para unirnos ante Dios -.
- Solo te necesito a ti mi amor .- digo tomando su cara entre mis manos para besarlo.
- Y yo solo te necesito a ti Cielo.- responde rodeándome con sus brazos respondiendo a mi beso -. Pero igual necesitamos al sacerdote .- comenta señalando con un movimiento de cabeza hacia el altar, en donde se encuentra esperando el cura.
 
Tomo su mano y avanzamos por el largo pasillo atravesando la galería, antes de llegar al altar, de unos de los laterales sale Amed, abro los ojos como platos por la sorpresa de verlo aquí - pero claro, como no iba a estar presente el mejor amigo y abogado de Sebastián -.
 
- ¡Tú! .- digo sonriendo por la sorpresa.
- Hola, pequeña gatita.- saluda dándome un beso en la mejilla y la mano a Sebastián .- No podía perderme éste gran acontecimiento .- comenta con una sonrisa dulce .- Debes disculparme si rompo la intimidad del momento, pero debía comprobar con mis propios ojos como amarras al Lobo.- termina diciendo, convirtiendo la dulzura anterior en una mueca burlona.
- Eres… eres realmente un diablo.- le recrimino casi en un susurro por respeto al lugar donde nos encontramos.
- Y tú, esta divina.- responde escrutándome con la mirada, provocando me sonroje.
- ¿Viniste solo?.- indago un tanto desilusionada, me hubiera gustado que por lo menos Andrea hubiera venido.
- Muñeca, soy el padrino, el damo de honor, el cortejo y hasta puedo cumplir con las obligaciones conyugales del novio si no da la talla. Así que no te quejes.- me dice en tono bajo cerca de mi oído-. Aparte si le hubiera dicho a Andrea o tu futura suegra, la noticia correría como pólvora y ya estuviera aquí un circo y doscientos invitados en menos de un parpadeo.
- Señor Nakjhar, su documento de identidad por favor.- dice un caballero que antes no había visto.
 
Amed se adelanta para hacer entrega de lo solicitado y Sebastián avanza varios pasos ofreciéndome la mano.
 
- ¿Lista?.- musita ladeando un poco la cabeza.
- Me gustaría, ir al tocador.- le digo con un poco de vergüenza, pues no me gustaría retrasar el momento por mi necesidad de arreglarme un poco - pero ¡joder! Que una no se casa todos los días.
- Ve, aún nos quedan unos minutos. No demores.- accede dándome un beso en la sien.
 
Frente al espejo, reviso mi atuendo, agradezco a las hadas el haberme traído el abrigo blanco que me regalo mi papá. ¡Oh mon Dieu! como me hubiera gustado que todos estuvieran aquí, mi mamá, mi papá, Chantal, Paty, Jhony, Lian, la China, Andrea, Sophia, Vincent, la señora Emma y bueno el señor Raymond también, a pesar de que no me ve con buenos ojos… al fin y al cabo es el padre de Sebastián. Suspiro alejando esos pensamientos que me van hacer llorar, retoco mi cara con un poco de polvo y me aplico un labial claro, suelto mi cabello y aliso con mis dedos las ondas que ha dejado la trenza que llevaba. Me coloco el abrigo y recojo el ramo de azucenas que deje sobre el lavado. Al girar el pomo de la puerta el sonido de las campanas anunciando la hora del ángelus aceleran mi corazón, cierro los ojos, tomo una gran bocanada de aire, lo dejo salir lentamente… si ya estoy lista para salir.
 
Nunca había imaginado mi boda como un espectáculo para desconocidos y un montón de críos riendo en las afueras de una Catedral, vale, vale, en realidad nunca pensé me casaría en una Catedral y… a ver, menos en esta - ¡Que no es cualquier  Catedral! Porque nada más y nada menos, me voy a casar en la Concatedral de Santa María de la Asunción – pero así es y me parece maravillosa, me siento radiante, estoy pletórica y con los nervios de punta. Amed intenta distraerme contándome una anécdota del viaje, pero mis ojos y todos mis sentidos están puestos en mi futuro esposo, Sebastián, que como siempre goza de una tranquilidad casi inhumana mientras habla con el cura y otro hombre en tono bajo entregándole los más de quince papeles que he firmado sin siquiera leer. Suelto el aire que mantenía retenido y no me había dado cuenta, cierro los ojos y la imagen de mi familia aparece en mis recuerdos, mentalmente les envío la bendición y espero puedan entender lo que voy hacer – Abuelita tú también acompáñame desde el cielo, dame tú bendición -.
 
- Ahora si, ¿estas lista?.- la voz de Sebastián me hace abrir los ojos sacándome de mis oraciones.
- Sí, estoy lista.- respondo con un nudo en la garganta.
- Ellos  lo entenderán.- dice descifrando mis pensamientos, tocando mi cara en una suave caricia.
 
El sacerdote saluda y comunica a los pocos  presentes que no conozco y se han acercado luego del llamado de campanario, que se dará inicio a nuestra unión en matrimonio. Amed se acerca al altillo y comienza a leer la Monición centrada en el Santo Sacramento del Matrimonio que se leerá más tarde; al terminar, una chica sucede a Amed, la cual sonríe con coquería al pasar junto a este. Ella da inicio a la primera lectura y mis pensamientos se van a otro lugar, se me hace tan difícil dejar de pensar en mis padres y amigos, me gustaría tanto que estuvieran acompañándome en éste paso que he decidido dar. – Si,  sé que ya todos sabían que me casaría, es más si no me hubiesen secuestrado, si no hubiera pasado todo lo que viví… en fin ya estuviéramos casados y de luna de miel – Aparto esos recuerdos he intento concentrarme en el sermón que pronuncia el sacerdote, pero fallo en el intento.Virgencita dame la fuerza para poder contarle lo que paso, él tiene derecho a saberlo todo, solo él me entenderá. Pero… tengo tanto temor y vergüenza en tener que hablar de eso.- Un apretón de mi mano me trae devuelta, giro levemente la cara encontrándome con esa  mirada clara que me hechizo desde la primera vez que la vi, me observa con una ceja levantada, sus labios se mueven  preguntando ¿Estas bien? de manera inaudible, asiento suavemente justo en el momento que el cura menciona nuestros nombre dando inicio al Escrutinio.
 
- Sebastián, Aimee. ¿Vienen a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?.-
- Si, venimos libremente .- respondemos al unísono.
- ¿Están decididos a amarse y respetarse, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?.-
- Si, estamos decididos.- volvemos a responder.
- ¿Están dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos y a educarlos según la ley de cristo y de su Iglesia?.-
- Si, estamos dispuestos.- decimos mirándonos a la cara.
- Sebastián Wallace Miller, ¿Quieres recibir por esposa a Aimee Levesque Marchant, y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida?.- 
- No solo durante su vida, la amare, honrare y respetare por oda la eternidad.- responde con esa voz ronca y segura tomando mis manos. – Si, quiero.- responde finalmente ante la sonrisa del sacerdote quien hace un asentimiento aprobatorio.
- Aimee Levesque Marchant, ¿Quieres recibir por esposo a Sebastián Wallace Miller, y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, amándolo y respetándolo durante toda su vida?.-
- Si, quiero.- respondo emotiva y segura, más segura que nunca en mi vida de que es lo que más deseo y quiero.
- “EL Señor confirme el consentimiento que habéis manifestado delante de la iglesia, y realice en vosotros lo que su bendición os promete. Que el hombre no separe lo que Dios a unido.”- bendice colocando sus manos sobre nuestras cabezas.
 
¡Oh mon Dieu ya me case! no lo puedo creer, la cara me escuece y en mi estomago revolotean un millón de mariposas, sin controlar el impulso, tomo su cara entre mis manos y lo beso, lo beso demostrándole todo el amor que siento por el, la pasión, deseo, necesidad que solo él despierta en mí. Un carraspeo y varias risas me hacen ponerle fin a mi demostración de afecto, Sebastián ríe al verme tan ruborizada como un tomate. Tomamos la comunión y las manos me tiemblan al tomar la alianza que me entrega Amed, la deslizo por su dedo  diciéndole “Te Amo” de la misma manera que lo hizo él segundos atrás.
 
- Ahora si, ya puedes besar a la novia .- indica el cura causando las risas de los presentes.
 
Sebastián me atrae a él con un pequeño tirón de la mano, me rodea con un brazo por la cintura y una mano en la nuca, antes de que pueda reaccionar me está comiendo la boca literalmente y sin importarme el vitoreo de los presente, la mirada incrédula del sacerdote, la risa estruendosa de Amed, el lugar en donde nos encontramos o lo que puedan pensar y decir, llevo mis brazos a su cuello y me entrego en cuerpo, mente y alma a este beso que sella nuestra unión.
 
 
 

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