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La conversación continuó rondando sobre mi vida durante un buen rato más, comenzaba a sentirme presionado por recordar cuando era imposible hacerlo.

Con un suspiro y un movimiento de cabeza salí de la chocolatería, necesitaba tomar un poco de aire, respirar algo de aire puro. No me veía capaz de seguir aguantando esa desesperada necesidad que tenían los demás por descubrir sobre mi pasado.

Era exasperante recibir tantas preguntas a las que no tenía respuestas, yo... fui creado conociéndolo todo, sabiéndolo todo, menos mi vida como humano.

No sabía con qué propósito hacían eso nuestros padres, pero me cabreaba demasiado como para evitar soltar una maldición al aire. ¿Por qué demonios nos borraban todos los recuerdos de nuestra vida humana cuando nos creaban?, ¿por qué no simplemente dejarnos recordar?

¿A caso eso influiría en nuestra labor como Ángeles de la Muerte?

Por que no era capaz de creer que algo así pudiese ser verdad, éramos creados con un fin y, a pesar de todo, el que no cumplía con su trabajo desaparecía, eran raras las ocasiones en las que eso pasaba, pero las había. Si incluso sin recordar nuestra vida había algunos que se negaban a llevarse el alma de los humanos, ¿a caso recordar nuestras vidas cambiaría algo?

No tenía ni idea del tiempo que había pasado hundido en mi propio malestar y mis ideas, tampoco me di cuenta del momento en el que mis manos ardían por el frío invernal, ni del temblor de mi cuerpo. Sólo sentí una mano tirar de mi jersey con urgencia hacia dentro de la chocolatería. Seguí el cuerpo nervioso de TaeHyung hasta donde se encontraban todos, con caras extrañas en sus rostros.

—Hemos conseguido información sobre tu vida como humano.— el aura del lugar se había ennegrecido, vi los hombros de Mía temblar levemente, me senté y esperé a que alguno hablase, no quería saber nada más sobre mi vida humana, pero si servía de algo para descubrir por qué Mía podía verme, entonces escucharía hasta la última palabra.

—Eras un esclavo.— las palabras de Jin me secaron la garganta durante unos segundos.— Te mataron a los veintitrés años, cuando intentaste escapar junto a tu "dueña".— ¿cómo mierda habían encontrado eso?

—Hay, u-una página c-con los datos de t-todos los esclavos griegos. — Mía no levantaba la mirada de su taza de chocolate, tampoco alejaba sus manos de la misma.—Hay pocos con información detallada pero...— no continuó hablando.

Hye me extendió su teléfono móvil, un nombre resaltaba en negrita en la parte superior de un texto, junto a unos números. Jeon JeonGguk, ese era mi jodido nombre. Comencé a leer, no había demasiado, sólo un breve resumen de mi vida como humano, al final del todo aparecían tres imágenes y juro que me quedé sin aire.

Esas imágenes fueron como un golpe en la garganta que me dejaron sin aire, mis ojos se llenaron de lágrimas y una siniestra sensación de añoranza y necesidad pintó mi pecho, estaba ido, completamente ido. La primara foto mostraba el retrato de un chico idéntico a mí, aunque era obvio que era una especie de boceto, en la segunda foto estaba la misma chica con la que soñé, no había ninguna duda, era ella. Y en la última, era un retrato de demasiada gente, en la que no tardé en verme a mí, con ropas pobretonas y a la misma chica, junto a mí, con una pequeña sonrisa en sus labios.

Las lágrimas escaparon de mis ojos antes de que pudiese controlarlas, no había recordado nada, pero sentimientos que nunca antes había sentido comenzaron a ahogarme.

Un sollozo escapó de mi garganta, pero la misma duda seguía ahí, ¿por qué a pesar de no recordar nada sólo sentía dolor, terror y un amor intenso? Era tanto lo que sentía en ese momento que no pude decir nada.

El collar que llevaba al cuello comenzó a brillar por debajo del jersey y de la chaqueta, pero yo no me di cuenta a tiempo.

El Ángel De La Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora