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El aire frío del invierno no dejaba de despeinarme, era sumamente incómodo tener que ir apartando el flequillo de mis ojos, sin embargo el olor a mar me tranquilizaba  y me hacía sentir en paz; aún quedaban unos minutos para el anochecer, había llegado antes de tiempo al puerto.

Miré la bolsa entre mis dedos, había llevado una chaqueta bastante abrigada y una bufanda. Alcé la mirada, me gustaba la sensación de libertad que tenía, incluso si no existía una razón o un porqué, simplemente me sentía libre, y me pregunté si los humanos realmente se sentían así cuando sonreían a la nada sin sentido alguno.

Sentí una presencia que no podría confundir aunque quisiera, al parecer seguía teniendo algunas características de los Ángeles de la Muerte, oculté una pequeña sonrisa cuando escuché mi nombre de sus labios.

Un pequeño toque en mi hombro, la mano le temblaba y me pareció adorable, me di media vuelta para poder mirarla a la cara, no sabía qué podría pensar de mi aspecto actual, ni si quiera sabía porqué me importaba aquello.

—Jeon- — aparté los ojos de ella para posarlos en su hermano, al parecer la había acompañado.

—JungKook.— dije, pues no podía dejar que su hermano conociese mi verdadero nombre, aunque era lo suficientemente parecido como para que ella no pudiese olvidarlo.— Deja de llamarme por mi apellido, por favor.— Mía me miró con las mejillas rojas.

—Lo s-siento, JungKook.— asentí.— Por cierto, él es mi hermano mayor, Luhan.— volví a mirar al chico, su ceño estaba levemente fruncido, estiré mi mano hacia él.

—Encantado de conocerte.— dije, Luhan me estrechó la mano con un poco de miedo, alejamos las manos y le tendí la bolsa a Mía.—Toma.— tardó algunos minutos en coger la bolsa.

—G-gracias.— me encogí de hombros, sin apartar la mirada de su hermano.

—¿De qué conoce a mi hermanita?— a pesar de que mi expresión no cambió nada sí que me preocupé, no había pensado en aquello, bueno, tampoco esperé conocer a su hermano tan de repente.—Por que está claro que no va con ella al instituto.— miré a Mía de reojo, no se me ocurría nada, nunca tuve la necesidad de mentir, a excepción de cuando pedí las vacaciones el día anterior, por lo que tampoco tenía ni la más mínima idea de qué decir para arreglar la situación.

—Oh, ¡es el hermano de una amiga, de Hye!— esa era la chica con la que estaba cuando hablé con ella en el parque, si mal no recordaba.

—Vale, pero... ¿cuántos años tiene, Jeon?— el respeto en su forma de hablar me daba la pista de que era mayor que él, aunque realmente sí que lo era, por muchos años, pero tampoco podía llegar y decirle que tenía tres mil años sin que me tratase como un loco.

—No hace falta que me hables con tanto respeto ni formalismo, — intenté ser amable, sin entender muy bien porqué, aunque mi voz salió tan plana como siempre.— tengo veinticinco, tampoco te saco tantos.— mi apariencia humana era la de un joven de entre los veinte y los treinta.

Mía abrió los ojos como platos antes de hablar.

—Hermanito, te dije que estaría bien, además tienes que ir a trabajar.— su expresión decayó un poco, reprimí el impulso de posar mi mano en su mejilla, Luhan asintió y su mirada se volvió más amable.

—Por favor, acompáñala más tarde a casa, es peligroso que ande sola tan tarde por la calle.— miró al suelo durante unos segundos y suspiró.— Nos vemos mañana, Mía.— se dió media vuelta y caminó hasta desaparecer entre las personas que se encontraban en el puerto a pesar de la hora y el frío.

Me quedé solo con Mía, no pude evitar mirar a mi alrededor, la mayoría de las personas que se encontraban allí eran parejas, abrazadas o compartiendo muestras de afecto excesivas, de reojo vi a mi niña de ojos grises temblar un poco, señalé la bolsa.

—Te he traído eso para que te lo pongas, no para que lo tengas guardado.— la chica miró la bolsa y sus ojos se iluminaron, me sentí... feliz al ver aquella expresión en su cara.

—G-gracias.— volví a encogerme de hombros, sin embargo no aparté la mirada de su persona, la vi colocarse mi chaqueta, que la iba tres tallas más grande, también la bufanda, que ocultó parte de su rostro, hasta la mitad de su nariz.

Sólo sus ojos grises quedaron a la vista, era la cosa más adorable que podría haber visto nunca.

—Oye, JungKook, — me llamó a pesar de que no había apartado los ojos de su persona.— ¿quieres ir a por un chocolate caliente?— elevé una de mis cejas, ¿por qué me propuso aquello?— siempre es mejor hablar de temas importantes con algo calentito entre las manos, además así podré conocerte mejor.— podía ver su sonrisa sólo por sus ojos, que se achinaron.

—Está bien, conozco una cafetería por aquí cerca, dicen que es buena.— señalé en dirección a una de las calles a su espalda, sus ojos estaban tan abiertos que fácilmente podrían haberla dolido.—Soy un Ángel de la Muerte, Mía, nunca se sabe dónde tendré que recoger almas.

Comencé a caminar, me resguardé un poco mejor en mi chaqueta.

—Entonces... ¿te has llevado algún alma en esa cafetería?— preguntó. Asentí.—Ahora tengo muchas más ganas de ir, me hablarás de tí, ¿no?, al fin y al cabo tú ya debes saberlo todo de mí.— agaché la cabeza, no lo dijo con malicia alguna, pero sí que era cierto.

Era un jodido acosador con ella, y encima, de los malos, ya que me pillaba casi siempre.

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4/6

Black.

El Ángel De La Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora