¡Soy una perdedora!

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Es tu primer día de escuela y de seguro estás:

a. Asustado porque no conoces a nadie.

b. Enojado porque se acabaron tus vacaciones de verano.

c. Emocionado porque al fin vas a la escuela.

Una persona tímida diría a. Una persona normal diría b, pero ella responde c.

– Cariño levántat... – Pero su padre no terminó de hablar, de la puerta de aquel cuarto sale un borrón amarillo. Él la mira extrañado, ya estaba totalmente lista con su uniforme de escuela. Un simple suéter blanco y falda azul de pliegos y una cinta roja que indica su nivel. La ve correr con su bolso en la mano y componiéndose el cabello Rubío.

– No hay tiempo de desayunar. – Dice apresurada.

– ¡¿Eh?! Cariño pero si aún falta al menos una hora para el inicio de clases, tienes tiempo.

– ¡No puedo llegar tarde! – Tomó el almuerzo que habían preparado para ella que estaba en la cocina y corrió a toda prisa.

– Qué niña más rara. – Susurró su padre.

Ella efectivamente llegó temprano a la escuela, de hecho, fue la primera en llegar. Esperaba emocionada a que aquellas altas rejas fuesen abiertas para poder ingresar, tenía muchas ilusiones. ¿Conseguiría amigos? ¿Qué rol tendría? ¿Sería una chica popular? ¿Una chica del montón? ¿Una perdedora? No le importaba, lo único que podía pensar es que al fin estaba allí, en una escuela normal, con personas normales, profesores normales...

– Al fin seré una chica normal. – Murmuró para sí misma con un brillo especial saliendo de sus ojos dorados.

Poco a poco la calle se fue llenando de jóvenes con su mismo uniforme. Cuando al fin fue abierta la reja ella fue de las primeras en ingresar emocionada. Observaba todo con gran detalle. Cómo algunos chicos se reunían y hablaban entre ellos sobre sus vacaciones. Otros iban a un gran cartel donde buscaban exasperados su salón de clases. Otros parecían aburridos o tristes de estar allí y otros estaban apartados con rostros asustados. Pero algo era seguro, ninguno de aquellos jóvenes tenía en su rostro una sonrisa de emoción y tal brillo en sus ojos como ella.

Luego de haber admirado todo alrededor se acercó a aquel... ¿tablero? A buscar su curso. Una vez tuvo el dato se dirigió a su salón de clases. Caminó por los pasillos atiborrado de estudiantes caminando en todas las direcciones o hablando unos con otros hasta que llegó a la entrada de su salón. Se quedó en la puerta admirando aquella sala en la que estaría durante un año. Su emoción subió unos cuantos kilovatios más al ver los pupitres, el tablero y todos los elementos dentro de él.

Estaba tan absorta en sus pensamientos y emociones que olvidó retirarse de la puerta, por lo que en un instante sintió como era tirada al piso por un grupo de estudiantes que entraban. – ¡Oye idiota quítate del medio! – Dijo un hombre alto y cabellos púrpura algo arrogante.

– ¿Quién es esta tonta? – Preguntó un chico con cabellos café claro.

– ¿Te confundiste de salón chiquilla? – Ahora la que hablaba era una Rubia.

Ella solo los observó algo desconcertada. ¿Por qué la trataban así? Que ella recuerde no les ha hecho nada. – Eh, nop... este es el salón 3-A, ¿no? – Dijo ella como si nada mientras se levantaba y componía su falda.

– Sí. Pero tú pareces una estudiante de primer año. – Contestó otra chica con cabellos anaranjados.

– ¡Oh eso! Es que en el examen de ingreso el resultado dio que mis conocimientos eran propios de un estudiante de tercer año y no uno de primero. – Ella dio su mayor sonrisa, esperando que con eso y su respuesta la actitud casi violenta de aquellos chicos cambiara.

La diva y la princesa (PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora