¡Somos amigas!

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Decidiste entrar a una escuela y de seguro estás:

a. Pensando que tenías en la cabeza cuando le rogaste a tus padres qué te dejaran ir a una.

b. Feliz porque es mejor de lo que pensabas y has hecho muchos amigos.

c. No comprendes cómo tú vida se ha complicado tanto.

Por extraño que parezca, ella responde d. todas las anteriores.

Si antes Rubí se sentía mal por no saber cómo rechazar a Irene, ahora se sentía fatal por pensar que a Seulgi le ha gustado por largo tiempo la Rubia y ella de alguna forma ha intervenido. ¿Cómo era posible que ella estuviera en una situación así?

– ¡Por favor no digas nada! – Le rogó.

Rubí solo la quedó viendo. – ¿No has pensado en confesarte? – Preguntó ignorando la súplica de su amiga.

Seulgi solo suspiró. – La verdad sí. Pero... – Rubí la quedó viendo esperando a que continuara. – A ella le gustan las chicas como tú. – Rubí la miró asombrada. – Hemos sido amigas mucho tiempo, sé muy bien de sus gustos y he notado como te mira. Supe que tú le gustarías una vez te vi el primer día de clases.

– Seulgi. – Rubí quiso decirle algo, pero ella se lo impidió.

– No te preocupes. – Dijo alzando la vista para evitar llorar. – Yo, yo no te tengo rabia ni nada. Sé que no es tu intensión. No tienes que disculparte por algo que no es tu culpa. – Aclaró Seulgi. Quien ahora veía hacia un lado con mirada triste. – Yo simplemente hago esto porque amo ver sus sonrisas cada vez que recibe una carta. – Ella rio sin gracia. – Todo comenzó hace un año cuando recibió una carta de otra chica. Aunque ella la rechazó estuvo feliz toda una semana por haber llamado la atención de alguien.

– Ya veo. – Rubí la quedó mirando y pensó en las propias palabras de Irene. – Pero, invítala a salir o algo, no pierdes nada.

– Se negará.

– Si lo hace, dile que es solo para conocerse. Para saber si la situación es extraña o agradable. No pierdes nada – Rubí como podía la alentaba.

– No creo que acepte.

– Ese es tú problema. – Dijo Rubí.

– ¿Cuál?

– No lo intentas. Hay un mundo de posibilidades. Quizás eres la pareja perfecta para Irene, pero nunca le has mostrado que puedes ser más que su amiga. O quizás ella te ve con otros ojos, pero teme tu rechazo. O quizás, simplemente debes demostrarle que existes.

– ¿Tú crees que debería hacerlo? – Preguntó confundida.

– Seulgi, el hubiera no existe. – Le dijo. – Yo siempre quise asistir a una escuela y mis padres no me lo permitían, preferían que recibiera clases particulares. Insistí tanto que hoy estoy aquí. No pierdes nada con intentarlo.

– Pero... – Seulgi iba a refutar, pero Rubí se lo impidió.

– ¡Es más tengo una idea! – Dijo muy entusiasta, Seulgi le dio toda su atención. – Irene me invitó a salir el sábado. – La Rubia hizo una mueca de tristeza, ya entendía que quería Irene en la biblioteca con Rubí. – Pero, ¿Qué tal si la dejo "plantada" y tú llegas "casualmente"?

– ¿Qué?

– Oh Seulgi, ¡no me dirás que no es una idea genial!

– No sé, suena forzado.

– Seulgi, lo que tienes que hacer es mostrarle a Irene esa persona que eres, alguien más que una compañera de estudio.

Seulgi suspiró y luego asintió. Se agachó a recoger la carta en el suelo. – De acuerdo. Nos vemos mañana Rubí. – Ella se iba a ir pero Rubí se lo impidió.

La diva y la princesa (PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora