VL: Tres.

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Desperté sintiéndome ligeramente aturdida, ¿dónde estaba? Miré a mí alrededor y claramente no era Fairy Tail. Traté de incorporarme pero mis músculos estaban adormecidos y no reaccionaban. ¿Qué había pasado? Por alguna razón no era capaz de recordar nada, como si estuviese bloqueado.

— Oh vaya, veo que despertaste. —una voz me sacó de mis pensamientos, llevé mis ojos hacia la puerta, dónde había una chica de ojos y pelo café, tenía una mirada cálida y llena de amor— ¿Cómo te encuentras?

— No siento mis músculos —reí ligeramente— ¿Qué hago aquí?

— Te encontré mal herida cerca de aquí y decidí curarte, llevas 4 días durmiendo.

— ¿¡Qué?! —como por arte de magia mis músculos despertaron y me levanté de un tirón de la cama, sin embargo sentí un fuerte tirón en mis costillas— Argh.

— Trata de no moverte mucho, tienes 1 costilla rota. —dijo con voz preocupada.

— ¿Nadie ha venido a por mí? —fruncí el ceño. ¿Dónde estaba mi equipo?

— No, lo siento. —contestó, haciendo una mueca de tristeza.

— No te preocupes, muchas gracias por cuidar de mí, ¿cómo te llamas? —pregunté con una enorme sonrisa.

— Oh cierto, que maleducada soy, mi nombre es Elie, ¿el tuyo?

— Lucy —sonreí— En realidad tendría que volver a mi gremio...

— ¿Queda muy lejos? Podría llevarte, pero partiríamos mañana ya que es de noche.

— ¡No, gracias! Ya has hecho mucho cuidando de mí, mañana a primera hora tomaré el tren.

— Está bien, te dejo descansar, iré a preparar la cena, en unos minutos vengo.

Y sin decir nada más se marchó, yo volví a recostarme y pensar con claridad; ¿Qué había venido a hacer aquí? ¿Había venido sola? ¿Por qué nadie se había preocupado en venir? Suspiré mientras seguía preguntándome cosas sin respuestas. Tenía un presentimiento molesto dentro de mí.

Miré hacia la mesita a mi lado, donde por suerte se encontraban mis llaves y mi látigo.

Al rato volvió Elie con la cena, y cenamos juntas mientras conversábamos de cosas triviales, le conté parte de mi historia y ella de la suya. Por lo que me dijo era una maga retirada ya que prefirió dedicarse a su familia, su esposo Haru era aventurero, mientras que su hijo Yuki entrenaba para unirse al ejercito de consejo mágico. Y sin darnos cuentas nos quedamos dormidas.

A la mañana siguiente aún no recordaba nada pero estaba alistando mis cosas para partir, estaba mucho mejor pero no podía hacer movimientos bruscos.

— ¡Muchas gracias por cuidar de mí! —hice una pequeña reverencia.

— Oh, no es nada, hacía mucho no me hacían compañía —rió ligeramente— Por cierto, si por alguna razón quieres volverte más fuerte no dudes en volver. Aunque me haya retirado todavía sé buenos trucos. —me guiñó el ojo, yo respondí con una sonrisa.

Me encaminé hacia la estación de tren, y sin darme cuenta me quedé dormida. Los altoparlantes anunciando la llegada a Magnolia me despertaron así que tomé mis cosas y me bajé rápidamente. Me estiré y con unas pequeñas palmadas en la cara me encaminé hacía Fairy Tail. Tenía un mal presentimientos, pero lo ignoré.

Al acercarme más pude notar como mi equipo salía de este, así que apresuré el paso. Fruncí el ceño al ver como sus miradas hacía mi eran de enojo, decepción y desprecio; incluso la pequeña Wendy me miraba de forma tan atroz. Sin perder la valentía me acerqué más y me paré una vez de frente. El primero en hablar fue Natsu.

— Estás fuera del equipo. —escuchar esas palabras fue como un balde de agua fría, mis recuerdos de la semana anterior volviendo como en lo que canta un gallo.

— ¿Q—qué? ¿Siquiera me vas a dejar explicarme? —hablé, aturdida.

— No. Estás fuera del equipo, no tengo nada más que decir, serás remplazada por Levy, es... mucho más fuerte que tú. —auch. Golpe bajo, sus palabras eran tóxica y en cualquier momento sentía que iba a fallecer allí mismo.

Ni Gray, ni Erza ni Wendy dijeron nada, sólo empezaron a caminar, pasando por mi lado y rozando nuestros hombros. Natsu se quedó allí y al no recibir respuesta de mi parte también empezó a caminar, y cuando estaba atrás de mí paró y habló.

— Otra cosa más... Si vuelves a acercarte a uno te nosotros, te mataré. —dijo en tono frío y cruel para después retomar su marcha.

Yo me quedé allí, no lloré, no reí, no me enfadé; estaba neutra. Mis emociones habían desaparecido y me impedía pensar con claridad. Retomé mi caminar hacia el gremio, y una vez entré todos me miraron apenados.

— ¿Ustedes también van a desconfiar de mí? —fueron mis únicas palabras, y mi tono no era normal, era frío y carente de sentimientos, vacio.

— N—no, ninguno de nosotros le ha creído a Levy. —sonrió algo incomoda, Mirajane— Por favor explicarnos cómo sucedieron las cosas realmente.

Asentí y como si fuese un robot empecé a hablar. Mi voz era vacía y estaba segura de que mis ojos ya no brillaban como lo hacían usualmente. Y todos lo sabían.

Al terminar mi relato no esperé respuestas y salí del gremio directo a mi apartamento, dónde me encontré una albina peli—corto recostada en la puerta.

— ¿Qué haces aquí? —sonreí forzadamente. Ella al notarme se paró y me dejó el paso para abrir la puerta, cosa que hice enseguida.

— Te estaba esperando. —contestó obvia— Y por favor, quita esa sonrisa, a mí no me engañas.

Reí ligeramente, sin falsedad.

— ¿Desde cuándo me conoces tan bien, Lisanna?

— Desde que somos mejores amigas, duh.

Ambas entramos a mi departamento, y sin decir nada me senté en una de las sillas del comedor mientras que Lisanna preparaba café para las dos. Una vez listo se sentó frente a mí.

— ¿Cómo estás?

— ¿A sinceridad? —ella asintió, mirándome con atención— No siento nada.

¡Maldito Rubio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora