❝OMEGA❞〔rubegetta 1°〕

🐻: ❝ Rojo Carmesí ❞

[ADVERTENCIA: ESCENAS SUGESTIVAS, SANGRE]

La fuerte luz artificial lo cegaba, brillando con demasiada intensidad. Lo primero que pudo escuchar fue el caos que se formaba a su alrededor, un coro de voces inentendibles que se entremezclaban entre sí y se distorsionaban. Apenas podía estar consciente, la pesadez de sus párpados lo obligaban a mantener los ojos cerrados mientras el incesante zumbido de las máquinas no lo dejaban escuchar sus propios pensamientos.

Respiraba con dificultad y pesadez, poco consiente de lo que pasaba y de donde se encontraba. Olía a medicinas y a un fuerte desinfectante. La combinación de olores lo ayudó a recuperarse suavemente de la inconsciencia en cual estaba sumido, no se sentía alterado en lo más mínimo a pesar de no saber en dónde se encontraba.

Poco a poco sus sentidos volvieron, notó el tacto de una helada superficie metálica contra su espalda desnuda, insinuándole que se encontraba recostado en una mesa de metal.

Lentamente abrió sus ojos, acostumbrándose al destello cegador que emitía la luz artificial del foco que se ceñía sobre de él.

El castaño intentó levantarse de la fría mesa en donde estaba recostado, pero sintió una horrible punzada en su vientre. Soltó un gemido de dolor e inconscientemente llevó una de sus manos hacia el lugar que le dolía para apaciguar el dolor. Inesperadamente, sintió su mano humedecerse, y la excesiva luz en la habitación lo ayudó a ver que dicha mano estaba teñida de un cálido líquido y rojo escarlata.

Era sangre, su propia sangre.
Estaba muriendo.

-¡Oh, Dios mío! Despertó -Sintió un par de manos enguantadas tomarlo de los hombros y obligándolo a recostarse.

-¡Rubén! -Una persona se encontraba a su lado, pero su cansada vista no hacía más que dificultarle la visión. No era capaz de reconocer a la persona que estaba a su lado, solo veía un conjunto de manchas borrosas a su alrededor- Oh, Dios mío. Oh, Dios mío...

Jadeos. Gritos. Dolor indescriptible.

Jadeo al sentir un pinchazo de dolor que ascendió por su torso, y lo obligó a recostarse de nuevo, el vientre le dolía horriblemente.

-Tranquilo, pichón, e-estarás bien -No podía distinguir su rostro, pero si podía escuchar lo que decía. Su voz le parecía familiar, y retumbaba por su mente en un incesante eco.

El desconocido intentaba calmarlo, pero el miedo que sentía lo delataba, mientras acariciaba su mejilla con cariño. La mano cálida temblaba de miedo y tristeza, pero el tacto reconfortaba bastante al castaño.

-No quiero perderlo, no puedo, no, no... -Murmuró, no tenía muchas fuerzas para hablar.

-Su frecuencia cardíaca y arterial están decayendo-Alertó una de las personas en la sala- También su frecuencia respiratoria esta por recaer.