Vacía, como todas aquellas palabras que se quedaron en el aire despues de un par de promesas. Fría, como las noches de invierno en las que te falta una manta donde refugiarte. Exhausta, como aquel diario que mantiene en secreto todo aquello escrito en el, por miedo, a ser abandonado, olvidado, despues de tanto.
La guerra incesante en mi cabeza me atormenta día a día, me desgasta lentamente. La ambiguedad de intentar buscar alguna solución a todo esto ha sido en vano, pues cuando, agotada por todo el esfuerzo realizado, las cosas se venian abajo, yo me hundia detras de ellas. El ying y el yang controlan mi vida, más que nunca. A veces sin quererlo aquella voz oscura, atormentada, que me susurra incesante que deje todo, que me rinda, y descanse mata lentamente a la pequeña luchadora, fuerte y valiente, que tan solo quiere un poco de orden dentro de un caos absoluto.
Nunca he querido ser feliz, ni siquiera he hecho el esfuerzo de buscar algo parecido a la felicidad. Ya que tengo demasiado claro que no existe, tanto que he olvidado el verdadero significado de sonreir, disfrutar de las cosas pequeñas, de vivir.
Estoy cansada de utilizar esa mascara ya demasiado desgastada para aparentar algo que no soy. Quiero salir de todo esto, dejar tanta mierda atrás y empezar una nueva historia. Pero tengo miedo, miedo de lo que venga, miedo de volver a caer si arriesgo todo y lo apuesto en una partida que puede acabar en banca rota. Miedo de mi, de mi mente llena de todos esos pensamientos tan abstractos, inhumanos y extraños.
Y ahora, ahora que parecia que levantaba cabeza, se hunde la flota y yo con ella pues el peso es demasiado para poder soportarlo.
Nunca quise llegar hasta aquí, de haberlo sabido mucho antes hubiera dejado todo.
Solo quiero llorar, llorar hasta quedarme dormida, y no levantar nunca más.
