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Si de por si la noche era fría y el viento hacía a México estremecerse, la voz que había escuchado le hizo temblar más.
Ahí estaba atrás suyo, un Rusia adormilado el cual tallaba sus ojos tratando de abrirlos por completos, llamandole en duda con la voz más grave de lo normal debido a que segundos antes estaba dormido.
- México? Que haces aquí? -Volvio a preguntar el soviético, ahora sentandose a su lado en los escalones fríos que llevaban a la gran puerta de la casa de aquellos hermanos.
- Me asustaste, wey. -el mexicano trato de no responder aquella pregunta, no era por alguna razón en específico, pero simplemente ahí estaba.
Presente.
Aún así trato de responder lo más coherente.
- Estaba tomando ¿Aire? -respondio dudoso de si mismo, mirando a otro lado.- Pense que estabas dormido, ay, perdón si te desperte mi ruski.
El más alto por lo contrario nego, quitándose su sudadera y dandosela al mexicano, quien le miro con curiosidad.
- Tomando aire a estas horas, eh, puedes enfermarte, México. -el ruso sonrió un poco, más parecía una mueca.
- ¿Qué dijiste de mi madresita? -elevo una ceja, acercandose un poco al rostro del otro, separandose inmediatamente.- Nah, no mames, yo soy bien fregon. -burlo, acomodandose la gran sudadera.- ¿Y tú por qué despertaste?
- No lo se. -susurro Rusia, aunque haciendolo de forma clara para ser escuchado. Miro al cielo oscuro, frotando sus manos.- Pero, al menos la luna esta hermosa a estas horas.
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México y Rusia decidieron que la visita del primero se alargaría ya que habian surgido algunos que otros asuntos que a ambos les interesaban, como pláticas sobre sus países y las mejoras que podían adaptar.
La verdad es que para los otros hermanos había sido la visita más tranquila y calida del mundo desde la última vez. Les daba gracia la forma en que encontraban a México cantando canciones de su país, bailando en la cocina mientras les preparaba algo de comer ya sea de mañana, tarde o noche. Incluso madrugada.
