10. Coming for you

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Hugo

Estaba enamorado de Anaju. Siempre me había asustado enamorarme, ya que pensaba en todas las maneras en las que podía hacer daño o que me lo hicieran a mí. Pero esta vez no. Estaba feliz. Feliz y enamorado. Sabía que Anaju nunca me lastimaría y yo tampoco iba a hacerlo. Es la mejor persona que he conocido jamás y se merece ser feliz. 

El día pasa volando. Ensayamos mil veces la canción, pero, la verdad, pasamos más rato riendo que cantando. Y me encantó. Después del momento que compartimos la noche anterior, dónde estuve a punto de besarla, pensaba que me evitaría. Por suerte, no fue así. No nos despegamos en todo el día y, cuando llegó la hora de irnos a dormir estaba nervioso. 

Sabía que tenía que hablar con Eva para acabar esta relación de amigos con derecho que llevábamos. Ahora mismo no era buen momento, ella estaba triste por la nominación de Rafa y no quería preocuparla más. Pero sin duda, hablaría con ella. 

- ¿En qué piensas, Señorito?- dijo mi Anaju entrando a la habitación. Abrí mis brazos y ella me abrazó con fuerza. 

- Cosas mías... No lo quieras saber todo. - le respondí sacándole la lengua. 

- Oye, le he dejado mi almohada a Samantha esta noche. Le duele la barriga y le irá bien. Podemos compartir la tuya? - dijo en un susurro. Se había puesto roja y me miraba con carita de pena. Si no lo estuviese ya, me habría enamorado de ella en este mismo instante. 

- Señorita, no tienes que buscar excusas para dormir conmigo, sabes que yo estoy encantado. - le contesté sacándole una sonrisa. 

Nos tumbamos en la cama, la abracé, y así se acabó un día perfecto. 


Anaju

Los pases de micros siempre me ponían nerviosa, pero en este aún lo estaba más. Ya ni siquiera era por la canción, era por mis sentimientos. Esta semana estaba siendo intensa, pero tan feliz... Todo gracias a mi chico rubio. No se lo había confesado a nadie, de hecho, hacía poco tiempo que me dejaba a mi misma pensarlo, pero sí, me había enamorado profundamente de Hugo. 

Estábamos sentados en la escalera cogidos de la mano, esperando que nos tocara cantar. Me costaba concentrarme en las actuaciones de mis compañeros teniendo a Hugo tan cerca, y aún más si me acariciaba la palma de la mano con su pulgar. Estaban cantando Nick y Maialen cuando se acercó a mi oído y me dijo: 

- Todo saldrá bien. Confía en mí, en nosotros. Podemos ser panteras hambrientas y afinar. 

Reprimí una risa y le miré, dándole las gracias en silencio y besando su mejilla. 

Nos salió mucho mejor de lo que esperaba. Estuvimos casi perfectos vocalmente y por la reacción de los profesores, también les convencimos en la interpretación. Pensaba que era imposible, pero aun siendo observados, sentía esa atracción que me hacía querer besarle. 

Una hora más tarde entramos a clase de Iván. Nos felicitó por nuestro pase pero nos dijo que quería más, que nos arriesgáramos. ¿Más? Si me metía un poco más en el papel acabaría no soltando jamás a mi Señorito. Empezamos un ejercicio siguiendo las directrices de nuestro profesor: uno en cada punta de la sala, con los ojos cerrados. 

- Quiero que penséis en qué os hace sentir la otra persona. Físicamente. ¿Qué os mueve por dentro? ¿Notáis que la piel se os eriza? ¿Sentís que vuestro cuerpo grita que toquéis al otro? -narraba Iván. Sí, yo sentía todo esto cada vez que tenía a Hugo cerca. 

- Y más allá de lo físico. ¿Qué sentís cuándo véis la sonrisa de esa persona? ¿Os quedaríais escuchándola hablar por horas? ¿Querrías hacer feliz al otro? - continuó nuestro profesor. Y, una vez más, dando en el clavo. Haría todo lo que fuera por ver a Hugo feliz. 

Abrimos los ojos y empezó a sonar la música. Con los sentimientos a flor de piel después de ese ejercicio comencé a cantar. Sentía cada palabra cómo mensajes directos desde mi corazón al suyo. Nos acercábamos más. Noté como todo mi cuerpo quería contacto con el suyo, aunque fuera una simple carícia. Él me agarró por la cintura mucho antes de lo que teníamos marcado, pero no me importó. Necesitaba tenerlo cerca. Puse mi mano en su cuello y fui bajando lentamente, rozándole solo con la yema de mis dedos. En la coreografía marcada nos teníamos que separar, pero no lo hicimos. No podía perder el contacto con él ni por un segundo. Dios mío, no me podía controlar. Le miré a los ojos y vi cómo brillaban de deseo, sin apartar la mirada de mis labios. En ese momento no existía nada más que Hugo y yo. 

 La canción acabó, con nuestros labios a milímentros. Pero esta vez nadie se apartó. Esta vez nos agarramos más fuerte. Esta vez no pensamos. Esta vez nos besamos. 

ContigoWhere stories live. Discover now