Es por la mañana. Abro los ojos. Me encuentro ante un día nublado, o eso es lo que puedo percibir entre la poca luz que diviso a través de las cortinas color crema. Me levanto de mi cama, de matrimonio pero para mí sola, como en las películas. Estiro el brazo hacia mi mesita derecha y cojo las pastillas. Maldita costumbre mía. Siento que sin esas pastillas no puedo estar. Solo con ellas tengo un autocontrol hacia mi caracter.
Enfrente de mi cama se encuentra mi espejo, largo y de color madera ébano. Me pongo de pie y me miro. Cada día esa costumbre. Lloro. Lo hago día si y día también. Diariamente. Entonces escucho a mamá decir chillando: 'el desayuno'. Voy al baño de mi cuarto, que está colocado detrás de la puerta principal de mi cuarto. Me seco las lágrimas, me pongo maquillaje para esas ojeras negras mías imborrables y me dispongo a salir del cuarto. Bajando por las escaleras me cruzo una cabezita rubia.
-Buenos días rubio feo. ¿Qué haces ahora despierto? Queda una hora y media para tu bus.- le digo a mi hermano pequeño.
-Ya lo sé Daniela, no me digas... Quiero ver Hora de Aventuras. Un programa que hacen en Boing, en la tele española.- responde con su vocecilla insoportable de borde.
Cuando voy a la cocina, me siento en la mesa central y ahí se encuentran mis dos hermanos mayores y mi madre. Mi hermana y yo somos mellizas, aunque yo nací antes y por decirlo así, un día antes. Yo nací el día uno de Noviembre y ella el dos. Se llama Amire. Es morena de ojos negros como la noche. Lo sé. Nada comparado conmigo, ya que soy rubia de ojos verdes acastañados y blanca de piel. Somos como la noche y el día. Ella es mi hermana y mi mejor amiga. La única que tengo de verdad... Mi hermano mayor, que nos lleva un año, se llama Joseph. Él es castaño oscuro, moreno de piel y de ojos marrones. Alto, tiene el pelo 'a lo tupé' como se dice en España. Es uno de los más guapetones del instituto, para qué mentir.
Amire me mira. Sabe que he llorado. Mejor dicho, creo que lo huele. Cojo mi café, la tostada y salgo cagando leches de ahí. Me incomoda mucho la situación.
-Cómete la tostada Daniela que te conozco. Cómo tenga que mirar la papelera, verás tú.- escucho mientras corro las escaleras. Mamá y sus predicciones.
Cierro la puerta de mi cuarto detrás de mi y me pongo nerviosa. Corro las cortinas a un lado y abro la ventana. Uf. Qué frío. Harán unos -3°. Es lo que tiene vivir en Amsterdam, y además en las afueras. Tengo que apañármelas para tirar la tostada al jardín de enfrente primero de todo, sin que nadie me vea, y segundo, sin que caiga al jardín lateral de mi casa, que es dónde mi ventana se sitúa. Tomo aire, veo que no hay nadie y cuento hasta tres. Uno, dos... Tres. La tostada pasa la verja blanca que separan las dos casas. Total, estaba abandonada. De repente miro a la ventana lateral de la otra casa y veo una sombra moverse entre las cortinas. Me estremezco, cuando de golpe se abre la puerta de mi cuarto.
-Tú, venga que el bus llega en cinco minutos. Quítate ese pijama de las súper nenas ya y vístete, imbécila.- mi hermano mayor y sus bromas.
Empiezo a correr de arriba a abajo. No puede ser. Con lo que yo discuto con la ropa. Cojo unas mayas negras, mis vans, dos jerseys, una bufanda y mi gorra. Ni siquiera me he maquillado así que cojo el maquillaje y lo meto en la mochila. Evito mirarme en el espejo o acabaré llorando de nuevo. [...]
Al llegar al instituto tres o cuatro chicos del equipo de fútbol me miran. En serio, cómo odio que hagan eso. Mis hermanos y yo nos separamos. Yo voy a primero de bachiller socialístico, mi hermana a primero de bachiller científico y mi hermano a segundo de bachiller. Entro en clase y para mi sorpresa al lado de mi mesa han colocado un nuevo pupitre. No digo nada, pero odio que hagan cosas sin consultarme. Soy la delegada, hostia. El profesor de matemáticas llega y nos comenta algo:
-Chicos. Ha llegado un chico nuevo. Dadle paso a Tony.- empieza a aplaudir y todos le siguen. Miro hacia la puerta y le veo.
Nuestros ojos se cruzan. Se queda mirándome parado. Sus ojos son marrones. Pero es su mirada la que me llama la atención. Siempre fui de miradas, lo que más me comunica de una persona. Es moreno y alto. La altura, me encanta. Camina hacia mi, bueno, hacia el pupitre que está a mi lado. Se sienta y su colonia invade mis sentidos. Creo que me mira de reojo, pero tengo que atender a las derivadas, que se me dan fatal.
Las clases transcurren con normalidad. Tony no cruza ninguna palabra ni conmigo, ni con nadie. Soy incapaz de iniciar una conversación, por tanto, sigo a mi rollo. Todos hablan conmigo, yo hablo con ellos, lo de siempre. A las 12.00 bajo al comedor, la hora de comer. Horario de guiri. Esta vez tocan lentejas, filetes de pollo y croquetas de bacalao. Soy vegetariana, así que la cocinera que me conoce me hecha lo demás. Me siento en la mesa con mi hermana y Sarah, nuestra amiga. Hago lo típico. Saco tema de conversación, muevo la cuchara, hablo sin parar, me río, acerco la cuchara a mi boca... Pero no pruebo ni un bocado. Luego finalizo con un 'buf, no puedo más'. Cuando voy hacia la basura del comedor y tiro el plato enterito, veo a Tony en una mesa sentado solo. De repente coge mi brazo y me acerca a su cara.
-No deberías hacer eso, ¿me escuchas?- es la primera vez que escucho su voz. Y qué voz...
-¿Cómo? No te entiendo- me deja confundida.
-Mientes muy bien. Esto es tuyo, ¿verdad?- Saca la tostada que mi madre me preparó en el desayuno.
-¿Ahora me espías o qué?- Me pone nerviosa.
-No te espío, pero... ¿Te dejas de tonterías, Daniela? Deberías... - de repente mi hermano pega una voz.
Mierda. Me suelto de la mano de Tony y paro los pies a mi hermano.
-Joseph, para joder. Que no me ha hecho nada. Sólo estaba hablando conmigo. Deja de ser tan protector.- niego con la cabeza con desesperación. Estoy harta de que se pelee con cada chico que me habla.
Al final consigo que el malentendido amaine. [...]
El bus nos deja en casa y para mi sorpresa, Tony se baja en nuestra parada. Le digo adiós con la mano y él sólo se queda mirándome. De repente veo como entra en la 'casa abandonada'. Genial. Me ha visto tirar la tostada a su jardín. Como la cago de buenas a primeras.
El día transcurre con normalidad en casa. Subo arriba, me tomo la medicación y me dispongo a repasar las derivadas. Desde mi cama veo por la ventana la nueva casa de mi compañero Tony. Noto como si me observasen, pero mejor me dejo de tonterías. Esa mirada suya tiene algo que me deja embobada. No quiero recordarla.
Se me hace tarde y por la noche comienza a nevar, por tanto, no puedo escaparme trepando por el árbol del lateral a mi claro del bosque. Vaya aburrimiento. Menos mal que hoy no he probado un bocado. Tengo el estómago como nuevo.
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No hay un porqué.
RomanceDaniela es una chica de diecisiete años, la cual sufre cierto problema... Pero alguien llega a su vida en el momento más indicado para en cierto modo salvarla. Amsterdam es una bonita ciudad en la que el peligro pocas veces acecha, pero siempr...