Capítulo 7- "La pérdida"

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Suena el tono de "She Knows" en mi móvil. Qué susto, la leche. Con el corazón a punto de salir por la boca cojo el móvil. Número de España, Andalucía. Es la voz de una de mis primas pequeñas, Carlota. Quiere hablar conmigo sobre alguien.

-Dani... La perra está fatal. Le hemos puesto una mantita el abuelo y yo, pero creo que no va a durar mucho...- su tono es triste, ha crecido con ella.

-Pásamela, te lo pido por favor.- Pronuncio entrecortada.- Dama, mi vida. ¿Cómo estás mi pequeñita? Mi gorda. Te hecho de menos. No te mueras, por favor.- las lágrimas empiezan a resvalar por mis mejillas y la perra aulla a través del teléfono.

Escucha mi voz, sabe que soy yo. Su dueña. La que creció con ella, la que la quiso y la quiere, la que le cuidó y mimó.

Mi perra se llama Dama es un Cocker de raza pura marrón canela clarito. La adopté cuando tenía seis años con mi tío, el más pequeño de todos.

Habían tres perros, iguales pero de diferentes colores. Uno era negro, macho. Muy serio y quieto. Otro blanco, muy nervioso y ladrador. Luego estaba ella. Marrón canela. Se parecía al perro de la Dama y el Vagabundo. Se acercó a mí moviendo la cola y con sus ojitos brillantes. Supe que tenía que ser mía. La llevé a casa en la moto, con un frío que helaba en pleno invierno. Mi familia estaba toda unida, todos vivíamos en España. No habían ausencias aún.

El bol de la leche estaba enfrente y la solté para que fuera caminando hacia él y bebiese leche calentita. A penas podía caminar de lo largas que le quedaban las orejas en comparación del cuerpo. Todos nos reíamos. La cogí y la acerqué al bol.

Todos me preguntaban por el nombre, pero quería elegirlo bien. Linda, muy américa del sud. Chispa, muy típico y feo. 

Estaba viendo la Dama y el Vagabundo, película de mi infancia. Entonces fue cuando la perrita, con dos semanas y media se intentó poner a dos patas enfrente de la tele. La vi y así la llamé. Dama. Como la Dama y el Vagabundo.

Todo esto lo recuerdo mientras escucho a mi perra lamentarse a través del teléfono y mis lágrimas no hacen más que salir.

Cuelgo el teléfono. No puedo pensar en la muerte de mi mejor amiga perruna y yo a kilómetros y kilómetros de ella. Es terriblemente doloroso. La familia de mi padre está en España y me hablo más con ellos, que con él.  Ilógico.

No puedo desayunar, no puedo comer. Sólo irme al claro del bosque. Cruzo por la puerta de atrás. Paso la carretera y entro al bosque. Cuatro árboles, una franja y listo. Me siento allí en la nieve. Da igual que esté fría. Más frío está mi corazón con esta noticia.

Mi chiquitina cogió una especie de "cáncer de mamá" perruno hace ya años. Mi familia que sufre de pobreza hace tiempo no pudo pagarle la operación y el bulto del pecho ha ido augmentando con el paso del tiempo, de tal modo que ahora, parece una pelota de fútbol de tamaño. Es horrible. Le pesa, le molesta, le duele, le arrastra. Me duele verla, aunque más me hubiese dolido que un veterinario la matase. No podría haberlo soportado.

Lloro. Lloro mucho. Desoladamente. Gritando. Da igual, allí no hay nadie. Quiero ir a verla, necesito viajar y verla una última vez. Es cierto que hace un mes estuve visitándoles a todos, pero ahora ella me necesita aún más.

Lo que más aprecio de ella es que en cada Navidades que viajábamos a España a verla, ella nunca me abandonó. Siempre supo quién era, como olía. Cómo hablaba. Cada año iban apareciendo nuevas ausencias en la mesa de Navidad,  pero ella siempre estaba a mi lado. Apoyándome. Oyéndome. Necesitándome.

Las Navidades, con los años, perdieron su calor. Su verdadera función: reunir, apreciar, querer y divertirse con la familia. Cada año las odiaba más y las odio. Es increíble que una perra fuera tan importante para alguien en su vida. Pero para mi lo era. Siempre que estaba sola, allí estaba con su cola y su brillo en los ojos.

Ahora está mal. Su color ya no es color. Sus ojos han perdido ese brillo que tanto me gustaba. Su bulto es doloroso de ver. Está adelgazando y casi no se puede mover.

Una pérdida muy grande para mi.

Un ruído me sobresalta en medio del llanto. Detrás de los arbustos juraría haber escuchado una rama partirse bruscamente. Aunque ahora mismo me da igual qué pase a mi al rededor. Necesito a mi Dama.

Unos pies se aparecen a mi lado entre la nieve. Miro lentamente hacia arriba, a penas me muevo y veo que es Toni. No sé porqué, pero en este momento le necesito. Necesito abrazarlo. Necesito sentirle.

Pego un salto y le abrazo fuertemente. Él se quesa inmóvil frente a mi. Sólo me apreta y me transmite su más sentido 'lo siento'.

Tras un par de minutos en los que consigo respirar y secarme la cantidad de mocos que tengo, nos sentamos en la nieve pero antes, Tony coloca una manta para los dos.

-Daniela, perdona que en estos momentos diga esto, pero pareces un mapache.- mira a la nieve intentando no reírse y yo me río hasta que me salen de nuevo dos velitas. Qué maricón.

-¿Cómo has llegado hasta aquí?- no sé porqué motivo me lo encuentro en todos lados.

-Este era mi sitio y por lo que veo también el tuyo. Tenemos muchas cosas en común.- y su cara de pícaro, ¿qué?- Qué raro que no me hayas atacado. Me he quedado con las ganas.

Le explico lo sucedido y me abraza. No sabe cómo actuar. Él también perdió a su perro hace un año y fue un shock para toda su familia. Los perros parecen tonrería pasajera, pero cuando forma parte de una familia que le da amor, cariño y el respeto que necesita, el perro es tan fiel y respetuoso que cuando se marcha, es como perder un miembro más de la familia.

A oscurecido y mamá me preguntará cómo estoy, ya que seguramente hayan llamado a casa para avisar de que la perrita está camino a un mundo espiritual. Por ello prefiero subir por el árbol y Tony sube conmigo para ayudarme. Se pensará que soy tonta.

Una vez en la ventana me voy a despedir y me coge de la mejilla. Sus manos están cálidas de los bolsillos de su chaqueta.

-Hoy empieza la víspera de Navidad y mi perra no está conmigo. Necesito a alguien a quién abrazar esta noche.- estoy mandando una indirecta demasiado directa. Necesito apoyo. Necesito ayuda. Necesito cariño.

-Claro pequeña, entra.- Tony saluda a la ventana en la que veo que está Tamy y se extraña al verme los ojos llorosos. Pero le hago una señal para decirle que mañana le cuento.

Tony se acomoda y yo tengo frío. Me pongo el pijama de las 'súper nenas' y me tiro a la cama hasta que me acurruco a Tony en bolita. Él me pasa el brazo al rededor del cuello y me acerca aún más a él. Me da un beso en la mejilla y me susurra al oído "todo saldrá bien, no llores más princesa. Por favor."

Empiezo Navidades perdiendo a una vieja amiga y encontrando a otra persona que es rara de cojones, pero que inexplicablemente, cada vez me gusta más.

No hay un porqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora