Día 1: El Voyerista

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Isaka se vistió con el elegante esmoquin de lana fría que le fue enviado para su primera sesión en el hotel de Asahina.

La chaqueta de abotonadura sencilla con aberturas laterales, ajustó perfecta sobre la camisa de seda. Deslizó las manos dentro de los bolsillos ribeteados para luego pasar a acomodar las solapas clásicas de tejido plisado.

Se miró al espejo tratando de evitar pensar en lo que debía hacer; optó por no pensar mucho, nueve días que olvidaría tan pronto saliera de su vida Hirabashi y Kaoru. La pregunta en su cabeza fue clara ¿por qué había regresado después de tantos años? No, lo correcto era ¿para qué?

La voz de Yukina avisándole que ya era hora, fue suficiente para retomar el papel que durante años había desempeñado. Con una sonrisa falsa que rápidamente fue descubierta por Prince, sintió como el muchacho le abrazaba dándole fuerza. Dicen que todos tienen un ángel, e Isaka consideró que ese idol venido a menos, era quien le correspondía a él como soporte en la locura que su codicia y desatino le hizo cometer.

La respuesta a su cuestionamiento llegó en los brazos de su guardaespaldas, toda deuda se paga, y cada una de las infamias que pudo cometer le serían cobradas humillándolo, para su infortunio el juez y verdugo en su condena, era la única persona que, de verdad, hacía muchos años, le declaró un amor sincero.

Caminó junto a Kou ingresando a una habitación donde el otrora castaño estaría vigilando. Todo se supervisaría desde lo que parecía una oficina, un espacio confortable donde había unas sillas grandes, un piso de madera pulida, con dos o tres pinturas y una biblioteca bien nutrida. Por último, se hallaba una consola de video, varias pantallas que mostraban desde diversos ángulos, las habitaciones donde una que otra pareja disfrutaban de su amor.

Un hombre que se presentó como el encargado de seguridad de las Empresas de Asahina, les dio la bienvenida. Al lado este, con un hermoso abanico encontraba Koneko.

Yukina sonrió con ternura al verlo vestido con la chaqueta de un kimono japonés y un pantalón pescador negro, tenía una camiseta blanca en juego con unos tenis de marca. Kisa notó la mirada y por educación respondió el gesto, el chico a quien Isaka presentó como Prince era hermoso a pesar de la cojera y el parche que escondía una parte de su cara. La familiaridad con que le sonrió le hizo verlo más al detalle, ocultó su rubor detrás del abanico. Era imposible, pero podría jurar que era Kou, el inocente que sacrificó años atrás por escapar de su encierro.

Retomando su aplomo, el que ahora se apodaba Koneko, habló directamente a Isaka en un perfecto inglés, ordenándole pasar a su lugar de trabajo.

—Como puedes darte cuenta este es el cuarto de vigilancia —Hasegaru le señaló una pantalla en particular—, desde este supervisarás que no le suceda nada a tu jefe o ¿amante?

De inmediato el del parche negó con la cabeza asegurando que solo era su guardaespaldas, el hombre se había fijado en la manera como observó a Kisa, y solo quería comprobar su hipótesis. Por algo era el encargado de la seguridad de su amigo Asahina, el chico a su lado conocía al pelinegro, así que para divertirse vería cuál era el pasado que ese par compartía.

Regresando a los monitores, vieron como Shouta avanzó con Ryu hasta la alcoba donde le explicaba el acto que debía realizar una vez escuchase la música. El hombre a quien atendería gozaba del placer de observar, así que esa era su labor. Si el cliente llegaba al clímax, podría darse por satisfecho, y sería uno menos en la lista.

Isaka ingresó a lo que parecía un segundo corredor procurando mantener la calma, cuando supo el nombre de a quién debía complacer, su cara se transformó por completo. Era uno de los amigos de su padre, lo conocía desde hacía años, y saber que en cualquier momento podía descubrir porque estaba allí le daba más miedo que el tener que hacer el espectáculo.

Las palabras del amante de Asahina no le producían total confianza, pero eran la única esperanza: «Acuerdo de Confidencialidad. Él no habla, nosotros tampoco».

Sumi ingresó a la habitación para sentarse detrás del mamparo aparentemente sólido, podría al fin tener al chico que vio crecer y que despertó su deseo de poseerlo. Años de perseguirlo en silencio, de aprender sus gustos, de enviarle regalo costosos de manera anónima, y en especial, de cubrir los negocios que tenía con Hirabashi.

Ryuuichirou entró simulando el cansancio propio de los días donde asistía a las reuniones de la importadora. Caminó hacia el fondo de la alcoba donde un hermoso espejo de cristal de roca se encontraba empotrado, podía jurar que no lo había visto cuando entró con Koneko. Acarició el marco y detalló las figuras allí grabadas.

En la medida que lo hacía comenzó a desenredar el nudo de su corbata para posteriormente deslizarla por su cuello y botarla sin ningún reparo en el suelo.

Analizó el lugar y se extrañó de que no hubiese nada diferente, a lo mejor el deseo de Ryouichi Sumi de verlo era a través de alguna grabación que en este instante Yukina y el tal Hasegaru estarían realizando.

Con picardía pensó en que un poco de Fan Service no estaba mal, así que paso subirle el volumen al equipo y disfrutar de su momento de fama. Con movimientos nada practicados, dejó caer lentamente el saco por sus brazos, mientras se sacaba los zapatos tarareando la melodía. Se volteó hacia el espejo, desabrochando con elegancia los botones de la camisa, al estar con ella abierta, revisó con desidia su pecho, para pasar su mano desde su esternón hasta el borde del pantalón donde la filtró comprobando que estaba ya algo duro.

Aprovechó a quitarse los pantalones observando el bóxer negro que llevaba y la manera en que su miembro estaba levantado. Pasivo por excelencia, decidió buscan entre los cajones algo que le satisficiera, era imposible que en un lugar donde se vendía sexo no se encontrara ni un vibrador. Abrió el closet para encontrarse con varios trajes, una maleta e incluso un portátil simulando la atmósfera completa de un viaje de negocios. Así que se agachó y inspeccionó el equipaje. ¡Eureka! sabía que estaba en lo correcto.

Ryouichi Sumi creyó que moriría cuando observó lo que el menor de los Isaka se disponía a realizar. Cada yen pagado por ese momento, era un minuto más de vida para su pobre corazón y el mayor gusto para su edad, después de eso podría morir tranquilo. Aunque sabía que nunca podría tenerlo, al menos podía contentarse con saber que guardaba un secreto íntimo del ojiazul.

Levantándose de la silla donde se encontraba, se acercó al falso espejo para mirar como en la cama un desnudo Ryu se autosatisfacía en una posición nada decorosa. El juguete que se introducía provocaba gemidos que finalizaron en un espasmo propio del orgasmo, uno que Sumi alcanzó al mismo tiempo que el motivo de su deseo, eyaculando en su mano.

Isaka se quedó quieto recuperando el aliento, desde el problema de Hasegawa inició, no había tenido sexo con nadie. En su cabeza el beso que Asahina le dio al Koneko le hizo abrir los ojos recordando que eso era un simple trabajo, por eso, concluida la actuación lo único que quedaba era levantarse y dirigirse al baño.

La función había acabado.

Feliz San Valentín +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora