Jana (interludio)

97 8 37
                                    

Por fin había llegado el día. Jana sabía que los viajes interplanetarios no eran nada baratos, y también sabía que su madre había estado ahorrando durante meses para poder permitirse su regalo de cumpleaños, pero estaba segura de que merecería la pena.

Su madre la había despertado pronto para desayunar —bollitos rellenos de crema, los favoritos de Jana— e ir a la estación de transbordadores de Gasus. El suyo salía a las 8 de la mañana con rumbo a Fermi, el planeta más cercano a Galex. Jana y su madre se montaron en el transbordador diez minutos antes de la hora de salida, Jana al lado de la ventana y su madre a su lado.

Cuando despegaron, Jana sentía que le vibraba todo el cuerpo de la emoción y, aunque estuviera intentando que no se le notase, podía ver en los ojos de su madre que ella también estaba emocionada. Miraron juntas cómo Gasus se iba haciendo más y más pequeño hasta perderse en la distancia.

Hubo un segundo mágico, entre el momento en el que abandonaron la atmósfera de Galex y se activó el mecanismo de gravedad del transbordador, en el que Jana voló. E incluso cuando dejó de flotar ella siguió volando, suspendida entre estrellas en un sueño hecho realidad.

En menos de una hora ya estaban llegando a Fermi, una bola azul gigante que reflejaba la Luz de Trapwan creando colores que Jana no había visto nunca. Llegaron a una ciudad en la que todos los edificios flotaban en el agua, meciéndose lentamente a causa del movimiento de la marea, y el transbordador los llevó a una plataforma grande en el centro de la ciudad. El aterrizaje hizo que la plataforma se tambaleara durante unos momentos, provocando que a la pequeña se le subiera el corazón a la garganta. Sonó una voz por los altavoces.

—Bienvenidos a Glast, capital de Fermi. Es un día soleado y la temperatura en el exterior es de 12 grados Celsius. Gracias por viajar con nosotros, esperamos que tengan una estancia agradable.

En el camino de la estación al MIT, Jana trató de contemplar el nuevo mundo que la rodeaba: los edificios altos y modernos, tan distintos a las construcciones bajas, amplias y rurales de Galex; el tráfico acuático que pasaba entre edificios y paseos y que parecía diseñado a la perfección para evitar atascos; los pasos de cebra, que ascendían a la superficie para que los peatones pudieran cruzar y se hundían cuando era el turno de los barcos. Era como si la ciudad tuviera vida propia.

Llegaron al Museo  Interplanetario de Trapwan, un edificio grande en forma de anillo que rodeaba la cúpula elevada del mayor planetario del sistema. El planetario era la razón principal de su viaje y Jun vio cómo los ojos de su hija se iluminaron el segundo que se posaron en él. Jana había estado mirando al cielo toda su vida, pero hoy por fin podría verlo.

Fue el primer sitio al que fueron.

Jana nunca olvidaría lo que vio aquel día, en aquel lugar. La cúpula se convirtió en un manto de estrellas que iba girando mientras, en el hueco creado por la bóveda, se proyectaba un holograma de Trapwan y los Siete. Durante aproximadamente una hora, Jana, Jun y las demás personas de la sala se embarcaron en un viaje a través del sistema, descubriendo las maravillas de la Luz y los peligros de la Oscuridad. La parte favorita de Jana fue sin duda la de Euve, en particular la simulación de la puesta de sol. Le costaba creer que hubiera personas que veían eso todos los días. Le habría gustado quedarse a vivir en ese momento.

Después de visitar el planetario, la pequeña pasó el resto del día muy callada, pensativa. Mientras exploraban el resto del museo, mientras comían un manjar que en Galex no existía, mientras paseaban por el famoso jardín de algas de Glast... Jana no dijo más de dos frases seguidas. Para cuando se sentaron en el transbordador de vuelta, Jun estaba empezando a preocuparse. Y entonces, Jana habló.

—¿Mamá?

—¿Sí, Jana?

—¿Tú crees...? ¿Tú crees que yo voy a poder ver los Siete? Los de verdad —Se notaba en su voz que, aunque estuviese intentando no hacerse ilusiones, estaba fracasando estrepitosamente.

—Claro que sí, hija —le respondió suavemente, cogiéndole una mano—. No te voy a decir que sea fácil, porque no lo es, pero te conozco. Y como te conozco sé que, si quieres ver Trapwan, lo vas a ver, y si quieres cruzar el universo entero, lo vas a cruzar. Porque sé que no te vas a rendir hasta que lo consigas y, entonces, los Siete te estarán esperando.

Y, con esas palabras, Jun consiguió acallar las dudas que habían estado plagando a Jana durante todo el día. Y Jana se prometió que conseguiría cruzar el sistema de extremo a extremo y, cuando lo hiciera, lo haría con su madre a su lado.

Diez años terrestres y tres días más tarde, empezó su trabajo de repartidora en la AMT.

Bajo la auroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora