XII. Una nueva alianza

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Un par de vueltas de más en el anillo de asteroides de Dunlop por pura diversión, una parada para comer e ir al baño en una estación de recarga en la órbita de Fermi y un pequeño desvío para evitar una nave de policía hicieron que el viaje de Beppo a Hipparcos fuese más largo de lo normal.

Vera, que había tomado el relevo de los controles en la estación de recarga, las sumergió en la Oscuridad y fue acercándose a la superficie lentamente hasta aterrizar en las afueras de Zink. Leo y Bhaskara llegaron en Sally unos segundos más tarde, y los cuatro viajeros se abrigaron, cogieron sus cosas y bajaron de las naves. Sonó el pitido que indicaba que la nave de Jana estaba bien cerrada, seguido por uno igual, proveniente de Sally, y por un grito. El corazón de Jana se paró durante un instante. Cuando miró a Leo, comprendió lo que había pasado.

Leo había sufrido un ataque, pero su atacante no tardó en cambiar de víctima y pasó a Bhaskara sin pensárselo dos veces.

—¡Hostia, Liisi! ¡Qué susto me has dado! —exclamó Leo tras ser liberado del abrazo sorpresa.

—¡Estaba en el Centro y justo os he visto llegar! ¿Qué tal ha ido? ¡Tenéis que contármelo todo! —demandó Liisi mientras se fundía en un abrazo con Vera.

Jana miró la interacción con ternura y, si era sincera, una pizca de envidia. Estaba tan concentrada pensando en la suerte que tenían que no vio las intenciones de Liisi hasta que, de pronto, ella también recibió un gran abrazo cálido.

Ella no gritó. Se quedó paralizada entre los brazos de la pequeña, nada acostumbrada a la sensación, pues no recordaba la última vez que había sido abrazada. Unos segundos más tarde, su cuerpo reaccionó y sus brazos rodearon a Liisi. No sabía si se había notado su sorpresa, pero, afortunadamente, nadie hizo ningún comentario al respecto. Liisi no tardó en romper el abrazo para volver a mirarlos a todos, expectante.

—Ha estado bien —Vera fue la primera en apiadarse de ella—. Hemos visto a Aglaonike, nos ha preguntado por ti.

—¡Ay, qué maja! ¿Qué tal estaba?

—Bien.

—Tan cotorra como siempre —añadió Leo.

—¡Qué bien! ¿Y Qushji y todos los demás?

—Bueno, ya os pondréis al día en la cantina —interrumpió Bhaskara—, que es tarde y deberíamos ir a cenar antes de que la cocina cierre.

Como siempre, Bhaskara tenía razón, así que empezaron a andar hacia el Centro en grupo. Sin embargo, Liisi siguió hablando y haciendo preguntas durante todo el camino, más emocionada por el viaje que los propios viajeros. Jana la escuchaba con una sonrisa en la cara, pero su atención estaba dividida: algo más había captado su atención.

Las Luces Oscuras parecían brillar más que las otras veces que las había visto y, de improviso, Jana se preocupó por algo que no había pensado hasta el momento. Justo antes de entrar por la puerta que los llevaría al Zink subterráneo, habló:

—Oye, las Luces... —No sabía cómo formular su pregunta.

—¿Las Luces...? —la animó Vera.

—¿Qué va a pasar con ellas cuando el planeta vuelva a girar? ¿Van a desaparecer? En Euve no hay nada así.

Vera le sonrió durante unos segundos antes de resolver su duda. Los demás ya habían entrado, así que se habían quedado a solas.

—Hay dos cosas que tiene Hipparcos que Euve no tiene —empezó—: un campo magnético muy fuerte, que creemos que es la razón por la que existen las Luces Oscuras, y un eje de rotación inclinado que haría que cerca de los polos hubiese dos estaciones. Pasarían medio año en la Luz y medio año en la Oscuridad, como si los días durasen diez días enteros.

Bajo la auroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora