La despertó el sonido de unos nudillos golpeando la madera de su puerta.
Intentó abrir los ojos, pero los párpados le pesaban y se negaban a separarse, así que pasó a tratar de despertar el resto de su cuerpo antes de intentar abrir los ojos de nuevo. Estiró las piernas, un pequeño gruñido escapó de su garganta. Levantó los brazos y su codo derecho sonó a la vez que la puerta, que se abrió en ese momento. Un instante más tarde, la luz inundó la habitación, cegando a Jana, que acababa de decidir tratar de abrir los ojos otra vez. Definitivamente, estaban mejor cerrados.
Una voz grave alcanzó sus oídos:
—Lo siento, Jana —se disculpó Bhaskara—. No sabía que seguías durmiendo. Espero que te apetezca hacer una pequeña excursión. Salimos en media hora, así que te dejo que te prepares y vuelvo entonces, si te parece bien.
Mientras el anciano hablaba, Jana había logrado abrir los ojos y sentarse en la cama, desde donde asintió lentamente e intentó parecer viva.
—Sí —dijo con voz ronca—, sí, me parece perfecto. Muchas gracias.
Esperó a que la puerta se cerrase tras Bhaskara antes de dejarse caer en la cama, consiguiendo una vista directa de la ventana del techo y, a través de ella, de las Luces Oscuras que había descubierto la noche anterior junto a Vera. Le daba miedo afrontar el día, le daba miedo afrontarla a ella, pero sabía que tenía que hacerlo.
Se levantó y empezó a prepararse con prisa. Veinte minutos más tarde, se había bañado rápidamente —con cuidado de no mojarse el pelo, porque no le habría dado tiempo a secarlo y, de todas maneras, no estaba especialmente sucio—, se había vestido y se disponía a desayunar al lado del fuego. Se preguntó una vez más cómo podía ser que el fuego nunca se apagara, ni necesitara leña que prender. Se guardó la pregunta para después mientras tostaba el primero de sus trozos de pan.
La puerta volvió a sonar, dos golpes cortos pero seguros que indicaron la vuelta de Bhaskara.
—¡Entre!
Bhaskara entró con calma y, al ver a Jana levantándose del suelo, se apresuró a hablar:
—Tranquila, puedes terminar de desayunar con calma. He venido unos minutos antes —Entonces se acercó a la cama, que afortunadamente Jana ya había hecho—. ¿Te importa si me siento?
—No, no se preocupe. Siéntese.
Jana cogió el otro panecillo y lo acercó también al fuego. A continuación, se acercó a Bhaskara y le ofreció uno de ellos. El hombre le dedicó una sonrisa sincera, aunque sorprendida, y se movió para dejarle sitio a su lado. Jana se sentó.
—Veo que ya te han enseñado el truco —Jana tenía un cacho de pan en la boca, así que simplemente asintió—. Te habrás dado cuenta de que no tenemos mucha variedad gastronómica, así que tenemos que buscar formas de mejorar lo que tenemos, aunque sea un poquito. Por lo que me cuentan te llevas bastante bien con el trío calavera, ¿no? ¿Te lo han enseñado ellos?
No hacía falta ser un genio para saber de quién hablaba.
—Sí. Bueno, Vera.
No se le escapó la pequeña sonrisa que creció en la cara del anciano tras su respuesta.
—Vera —repitió él—. Ya veo. ¿Habéis hecho buenas migas, tú y ella?
—Sí —contestó rápido, pero, entonces, se lo pensó mejor—. No. No sé. Es posible que yo haya hecho mejores migas con ella que ella conmigo —Acabó mirando al suelo. No quería ver cómo la juzgaba.
Bhaskara suspiró a su lado.
—¿Sigue enfadada? No te lo tomes muy a pecho, simplemente es muy protectora de todo esto. De este lugar, de esta gente... de su familia. Todos, pero sobre todo ella, somos muy conscientes del daño que pueden hacerle los forasteros a la comunidad, así que, cuando vio tu reacción al verme por primera vez y dijiste que ibas a hablar con la policía, se puso a la defensiva —Hizo una pequeña pausa antes de seguir. Jana pensó en aclarar que no era esa la razón de que Vera no estuviese cómoda con ella, pero quería saber qué iba a decir Bhaskara a continuación—. Yo llevo hablando contigo diez minutos y ya me parece que no tienes intención de hacernos daño. Al igual que tu opinión de nosotros ha cambiado, cambiará su opinión de ti. Estoy seguro.
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Bajo la aurora
Science Fictionaurora (n.) Del lat. aurōra. 1. f. Luz sonrosada que precede inmediatamente a la salida del sol. 2. f. Principio o primeros tiempos de algo. Básicamente: lesbianas en el espacio y una revolución.