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No comprendía cómo era que continuaba prolongando mi tortura. Después de haber tenido esa extraña conversación con Chuu, se me hizo imposible mirarle a la cara, sin tener razón aparente. Mientras, ella se limitaba a mantener su sonrisa tan dulce, tanto para Yeosang como para mí. Se lo agradecía demasiado, porque entre toda la dificultad que estaba teniendo para recomponerme, me hacía sentir más calmado de lo que creía. Por lo que, a medida que transcurría el tiempo, escuchaba las charlas livianas, acompañada de risas y trozos de pizza. A pesar de todos los inconvenientes que se hubieron dado, pudo resultar mucho peor de lo que esperaba.

Sin embargo, aquello no frenó el tiempo, las horas habían pasado demasiado rápido para ser verdad. La madrugada había cubierto toda la cuidad, aunque ninguno de nosotros lo hubo notado hasta que Yeosang bostezó. No fue hasta ese momento que me percaté de que nosotros éramos los únicos despiertos en el lugar. Los gritos y la música que se podía escuchar antes con tanta facilidad, se había disipado sin habernos dado cuenta.

— Creo que va siendo hora de que me vaya a casa — la chica, con ojos cansados, comenzó a doblegarse, manteniendo el equilibrio para alzarse. Se sacudió una de las migajas que estaban sobre sus pantalones, y dio por sentada la celebración.

— ¿No quieres quedarte a dormir? Es demasiado peligroso como para que vayas sola a casa — el cumpleañero siguió sus pasos, apilando los platitos de plástico y algunos cubiertos del mismo material.

— Llevo demasiados días quedándome contigo, tendré que comenzar a pagarte el alquiler — su risa tuvo que ser más silenciosa de lo que quería, porque hacía unas horas que los compañeros de piso habían llegado. Yeosang estaba decidido a hacerla entrar en razón, pero fue frenado por la voz de su pareja —. Lo digo en serio, tengo que volver.

— Pero es peligroso, Ji — ambos se dirigían hacia la salida. Parecía que se habían olvidado que yo seguía con ellos. Aunque deseaba no intervenir, porque las discusiones no eran mi fuerte.

— Yeo, no me va a pasar nada — alzó sus brazos hasta la altura de sus hombros, y chocó con su palma los bíceps —. Soy demasiado fuerte como para que alguien se atreva a hacerme algo —. Luego de aquello, se quedaron en absoluto silencio, como si pudieran comunicarse mentalmente. Yeosang mantenía la mirada severa, con el ceño fruncido.

— Si no te molesto, puedo acompañarte a casa — de pronto, los dos se giraron como si hubieran visto un fantasma. ¿Tan malo había sido lo que había dicho? Mejor voy a rectificarlo, no vaya a ser que me esté entrometiendo donde no debía —. Si va a ser peor, puedo ir directo a mi casa que-

— ¡Muchas gracias! — el chico cambió de parecer en un instante, tomando mis manos entre las suyas, e inclinándose unas cuantas veces. Pareciera que estaba rezando, por lo que no pude evitar reírme.

— No hace falta, en serio — las palabras de Chuu fueron casi inaudibles. Nuevamente, la mirada asesina le hizo mantenerse en silencio, siendo reprimida. Había de admitirlo, Yeosang podía ser muy intimidante cuando algo le molestaba.

— Por favor, avísame cuando llegues a casa — después de dirigirse a la chica, no dudó en mirarme —. Te diría lo mismo, pero como no tienes teléfono, no sirve de mucho. Así que más te vale estar mañana en la floristería — su dedo índice me apuntaba sin parar, con la misma mirada que le había dedicado a Chuu. Aunque no pude concentrarme mucho en su amenaza, ya que la proximidad que estaba manteniendo era peligrosamente tentadora. No salí de mi trance, hasta que chocó su dedito contra mi nariz —. Cuídense, por favor.

— ¡Sí, mamá! — ella no tardó en acercarse para dejar un beso en su mejilla, y después arrastrarme hacia las escaleras. No pude hacer más que zarandear mi mano en forma de despedida.

Créeme - SeongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora