Prólogo.

97 12 9
                                    

No importa las veces que intente ser la hija perfecta, ni escoger el camino correcto, ni ser brillante en todos los aspectos que puede serlo una persona. No importa porque mi esencia es equivocarme para entender que la vida no es hacer lo que quieren que hagas.

¿Entonces qué es? Me costó mucho tiempo entenderlo, pero creo que por fin encontré la respuesta.

La vida es atreverte a seguir todos los impulsos del corazón, sin pensar, sin dudar, sin buscar otras opciones. Y aunque estés convencida de que vas a caerte al vacío, lo importante es ir a ciegas e imaginar tu caída. Yo, sin duda, escogería un lago azul de esos que salen en las películas y están rodeados de rocas enormes y preciosas. Y tal vez caería y nadaría hacia la orilla más cercana, entonces ahí estaría él. En mis sueños, en mi cabeza, en todas partes.

Volvamos al principio, no importa la de veces que intente alejarme de Luke Carter, él siempre conseguirá atraparme.

Y es que no entiendo muy bien por qué, pero hay personas de las que no te deshaces ni cerrando los ojos. Cuando todo es oscuridad puedo sentir su aroma embriagando todos mis sentidos, su cálido tacto acariciando mi mano, y hasta puedo ver su silueta en el fondo de la habitación, al lado de la ventana, sujetando un cigarrillo en el borde de sus labios. 

Esos labios en los que caigo y siento que vuelvo a nacer, que soy una niña pequeña y me hace emoción subirme a la noria de la feria después de haberme comprado algodón de azúcar. Algo tan simple como eso, tan sencillo. Algo tan real, como nosotros. Algo que quizás no se puede tocar, pero se palpa en el ambiente.

Abro los ojos. No estás. Mi imaginación me la ha jugado una vez más. Odio tenerte en mi cabeza pero no a mi lado, donde solo la sábana se arruga ocupando el espacio que no va a ocupar nadie más.

Me pongo en pie, el corazón ha pasado de dar saltos de alegría a detenerse en seco. Camino descalza hacia la ventana y con la punta de mis dedos recorro el cristal, dejando mi huella por el contorno, en busca de cualquier emoción que me haga sentir viva. Porque te vuelvo a recordar y no me acostumbro.

Intento cancelar mis enojos y abro la ventana. Una suave brisa de aire se convierte en mi mejor aliada cuando la siento por las mejillas y termina revolviendo mi pelo. Miro hacia arriba, el cielo está despejado, pese a que hay algunas nubes que me recuerdan a que de pequeña jugaba a adivinar qué forma tenía cada una. Entonces entiendo que las cosas bonitas existen, aunque estén lejos y no podamos acariciarlas.

¿Y nosotros? ¿También seremos inalcanzables?

Hasta encontrarnos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora