Capítulo 1.

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Alice;

Pegué un mordisco a mi tostada y saboreé el crujiente pan que todavía desprendía cierto calor. Qué rico estaba. Me estaba convirtiendo en una increíble cocinera, seguro que mamá cuando probara una de mis delicias se sentiría orgullosa de mí.

Me había pasado gran parte de las vacaciones en la cocina, y es que papá no tenía mucha idea de cocinar. Por tanto, no nos había quedado más remedio que ir experimentando con alimentos para sobrevivir. No podíamos pasarnos los días a base de pizzas o alimentos congelados. Había llegado un punto en el que nuestros estómagos se resentían y nos pedían la prohibición total.

—Yo me voy ya a trabajar —me avisó papá, mientras se hacía el nudo de la corbata.

—¿Tan pronto? —renegué.

—Tan pronto no, si voy a llegar tarde —miró el reloj de pulsera de su muñeca—. En diez minutos tengo que estar en la oficina.

—O sea que no te va a dar tiempo —adiviné—. Menos mal que tenéis un parking, porque si tienes que ponerte a buscar aparcamiento...

—Sería una locura —agitó su cabeza y se acercó a mí—. Me da pena que cuando salga del trabajo ya no estés aquí...

Pude ver la lástima reflejada tanto en su voz como en su rostro.

—Y a mí... —admití, aunque no me gustaba mucho mostrar mis sentimientos—. De todas formas luego me pasaré a recoger unas cuantas cosas y la maleta, porque ahora voy directa a clase —le comenté.

Para mi sorpresa, nuestra pésima idea de cocinar junto con la magia de la Navidad nos había unido tanto que incluso ni recordaba el cierto mal rollo entre nosotros. Eso se había terminado, quedaba enterrado en el pasado.

Aunque tuve unos días en los que no quise saber nada de él después de que desapareciera y fuera consciente del dolor de mi madre; ahora ya no le guardaba apenas rencor.

Era mejor comenzar de nuevo, ya que tenía la certeza de que no volveríamos a ser una familia como antes. Eso sí, todavía tenía que acostumbrarme.

—¿Te espero para comer, entonces? —preguntó con cierta esperanza de que le dijera que sí.

—Creo que comeré con mamá —torcí mis labios—. Hoy ya me toca estar con ella...

—Está bien, no pasa nada.

Sonreí con suficiencia para contentarle y bebí un sorbo del vaso donde anteriormente había vertido zumo de frutas.

En realidad me daba lástima tener que irme y regresar con mi madre, pero no podía partirme en dos. Las cosas ahora funcionaban así; me turnaba cada semana y de esa manera repartía mi tiempo entre ambos.

Terminé con la tostada y recogí algunas migas que quedaron desperdigadas por la bandeja que usaba de mantel. Después, me puse en pie para dirigirme a la cocina cuando me di cuenta de que papá no despegaba sus ojos de mí.

Me giré para chocar con su mirada y eso me hizo sentir algo incómoda.

—¿Pasa algo? —le pregunté, al ver que continuaba a mi lado sin apartar su vista de mí pese a que tenía prisa y llegaba tarde a trabajar.

—Hmm... —pensó un momento—. No, nada —dijo finalmente—. Es que han sido unas buenas navidades y no esperaba que te quedaras conmigo.

Llevaba razón. Ni yo misma esperaba quedarme con él después de todo, pero con los días había ido asumiendo que eso era lo correcto. Y al final, sorprendentemente, incluso habíamos terminado conectando más que antes.

Hasta encontrarnos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora