Capítulo 5.

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Luke;

Era sábado, no trabajaba ni me tocaba ir a clases, así que lo bueno del día era que me podía despertar cuando me diera la real gana sin sentirme mal. No me ponía alarma, me aferraba bien fuerte a la almohada hasta que mi cuerpo decidiera que ya era hora de levantarse. Qué placer, ¿verdad? Esos momentos eran los que me daban la vida y me hacían sentir la paz que no tenía conmigo mismo.

Me puse en pie, me froté los ojos y bebí de la botella de agua fría que reposaba en mi mesita. Era una costumbre que había adquirido y que me sentaba bastante bien para despejarme rápidamente. El siguiente paso era meterme en la ducha para poder abrir los ojos sin sentir que los párpados me pesaban 20 kilos cada uno.

Medio adormilado salí de la habitación para encontrarme en el comedor con Charles y Abby jugando a algo de carreras de coches.

—¿Qué haces aquí? —pregunté dirigiéndome a mi hermana, que no despegaba su vista de la pantalla del televisor.

Enseguida se giró, me miró y puso esa cara suya de mal humor repentino.

—Buenos días, eh —alzó su cabeza en mi dirección.

—Buenos días —solté con mi voz ronca de recién despertado—. ¿Qué haces aquí? —repetí.

Abby se mojó los labios y pausó el juego con el mando.

—¡Eh! —se quejó Charles—. ¡Que iba ganando!

—Me ha invitado él a venir —se dirigió a mí, señalando a Charles—. Estaba aburrida en casa, estábamos hablando y le ha parecido buena idea que viniera a comer —explicó—. Y a mí más, así me despejo un poco.

—Ah —arrastré mis pies hacia el sofá—. ¿Entonces comes con nosotros?

—Así es —sonrió.

—Pues encárgate tú de la comida —le di una colleja a Charles, ya que lo encontraba de espaldas.

—Eso está controlado, ya hemos ido a comprar antes para hacer fajitas —comentó mi mejor amigo.

—Oh, genial —asentí con mi cabeza—. ¿Que qué hora es?

—Pues... —desbloqueó su móvil un segundo para mirar la hora—. Creo que debería ponerme ya en modo chef.

—¡Yo te ayudo! —se animó Abby.

—Mientras no queméis la cocina... —rodé mis ojos—. Yo voy a la ducha, quiero la mesa puesta al salir.

—Eh, menos exigencias —replicó Abby—. Que aquí yo soy la invitada.

—Eso, a ver si vas a tener que ponerla tú que nosotros ya vamos a cocinar —la defendió Charles.

—¿Que os pasa que os ponéis en mi contra enseguida? —agité la cabeza—. Era broma, en cuanto salga me uno a vosotros.

—Anda, ves a ducharte que hueles desde aquí —mi hermana se tapó la nariz en un gesto bromista.

—Idiota —la insulté.

—Imbécil —saltó ella.

—Que haya paz —pidió Charles.

Saqué mi dedo corazón para dedicárselo a mi hermana y ella sacó la lengua.

Cualquiera que nos viera diría que parecíamos dos críos, pero la verdad es que lo éramos.

Desaparecí del salón dejándolos solos allí y me metí en el cuarto de baño. Me deshice del pantalón de pijama que llevaba puesto y la camiseta básica de manga corta y me adentré en la ducha.

Hasta encontrarnos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora