Capítulo 11: el estadio rúnico

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—Eso fue... Lo más sabio que he escuchado de ti, tienes toda la razón. —Sparx tocó las escamas púrpuras de la cabeza del dragón con su mano casi no visible, mientras estaba sentado en la misma; viendo los cuernos retorcidos de gama amarillenta, hizo un gruñido de agrado. Mostrando un poco algunos dientes afilados blancuzcos, se escuchaba leves respiraciones de este.


La Dragona de luz ladeo la cola contenta—. Bueno. Se me olvido darte un premio, ¡escucha bien Dragón! Es solo porque me salvaste y luego... No hablamos más del tema. —Levantó la ceja derecha con duda, dejando escapar un poco de humo de sus fosas nasales—. ¿entendéis?

—si entiendo. —El Dragón púrpura emitió un rugido nervioso, porque parecía como si estuviera a punto de recibir una cachetada en el hocico—. Pero por favor no te enojes.

—Ni conmigo. —Garu bajo sus orejas puntiagudas, moviendo las alas de Dragón para mantener el vuelo, notaba los techos iluminados de varias estructuras del pueblo.

—Tranquilos, no os pegaré —Explicó Siska con un tono desinteresado, se acercó volando a Spyro. Este puso una cara apenada emitiendo un leve rugido, la Dragona blanca movió su hocico, dándole un beso en el cachete al Dragón púrpura; al mismo se le pintaron las mejillas de rosado, ruborizado movió la cola para disimular que no estaba apenado. Siska se alejó con un aletear leve de sus alas, viéndolo alegre inclinó la cabeza con duda—. ¿Qué pasa Dragón? ¿Por qué tenéis esa cara?

—Nada...nada, solo-o... porque-e... no creía que medarías un beso-o —Confeso Spyro con un tono nervioso, mientras parpadeaba con el corazón acelerado; inclinó la cabeza a un lado, distinguiendo algunos caminos de lozas empedradas debajo. Donde andaban los humanos, semi-humanos y hasta Dragones enormes con piel escamosa, los cuales estaban deambulando de forma tranquila por el poblado.


Sparx puso una cara pensativa, inclinó la cabeza titubeante—. Mm... ¿Por qué tus escamas se pusieron calientes de repente? Esto solo pasa a los Dragones que tienen pena. —Sentía el calor que emitían las escamas de la cabeza de Spyro.

—Ham... —El joven Dragón alzó la pata delantera, dejando ver la garra blanca de su zarpa índice; tomando un poco de aire para intentar decir algo, pero no se le ocurrió nada inteligente, entonces la bajo emitiendo un gruñido.

—Como sea, pienso que eso es adorable —Opinó la Dragona de escamas blancas como la nieve y placas azules, dejando ver un par de colmillos del mismo tono blancuzco; contenta levantó el hocico, mirando las estrellas en el cielo nocturno.

—Yo quiero un beso de la Dragona, porque también ayude. —Garu hizo un rugido, moviendo las orejas de pelaje amarillento de forma encantadora; mientras se acercaba levemente a Siska con el mover de sus alas, a la vez su lujosa melena café era movida por el viento.

—Estas diciendo que te dé un beso, YO..., después de haberte comido un ratón. —La Dragona hizo un rugido de rechazo, la piel escamosa de la misma fue iluminada cuando cruzó las patas enojada, dejando denotar el iris rosado de los ojos de forma penetrante—. Antes muerta que hacer esa asquerosidad, porque soy una Dragona no un gato.


La Quimera puso una cara dudosa, doblando una oreja y subiendo la otra—. Gato, ¿dónde? —Busco con la mirada notando a los dos Dragones y a su hermano de pelaje blanco, los bigotes de su enorme nariz rosada, se movían por los constantes movimientos que hacía con la cabeza—. Yo no veo a ningún gato, que mal, ¿no me darás nada entonces?

—Mm... No comentare nada al respecto —Dijo Saku, encorvando su largo cuello para bajar la cabeza, algunas escamas verdes en su cuerpo fueron oscurecidas de forma leve por la poca luz que había.

Spyro Seiken Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora