02. Jungkook

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Hace unos años, las mañanas de los sábados significaban levantarse tarde, desayunar cereales mientras veía cualquier serie de dibujos que me gustase, estar en pijama sobre el mullido sofá del salón...

Hay veces que echo de menos cómo eran las cosas antes.

Ahora, mis mañanas no distinguen días de la semana. La rutina ayuda a mantener la cabeza en su sitio; ayuda a no recordar.

Ahora, mis mañanas de sábado comienzan todas igual: mucho antes del despertar del campamento. Los primeros meses me costaba levantarme a tiempo; Tae casi tenía que arrastrarme de la litera para cumplir con mis obligaciones, pero me acostumbré, como a todo. Si no te acostumbras, no sobrevives.

Nam siempre me repite que la evolución es cambio, y si echo la vista atrás, creo que lo entiendo.

Los tres primeros años que pasé aquí cumplía con las obligaciones más tediosas, esas reservadas a los ancianos y a los niños: recoger agua, lavar la ropa, recolectar fruta... Solo podía pensar en lo que había perdido, en que esa vida que me había sido impuesta no era la que yo quería. Todos pensábamos lo mismo; todos menos él.

Mientras los demás chicos de mi edad estaban demasiado ocupados quejándose por hacer esas aburridas tareas, él las hacía sonriente; ayudando a cualquiera que lo necesitase. Pasaba sus ratos libres leyendo libros medio rotos, y ni siquiera los dejaba de lado cuando el equipo de expedición encontraban algún juguete en una de las salidas a los escombros. Sin querer, empecé a observarle, y un día, mientras lavaba la ropa en el río, escuché a una señora diciendo su nombre: Namjoon.

Por fuera no parecía muy diferente a todos los demás, era como cualquier otro de los muchos que habíamos llegado aquí; sin familia, sin lugar al que volver... Pero al contrario que los demás, él no parecía haber perdido la esperanza, y eso me gustó.

Comencé a seguirle en mis ratos libres, y lo que descubrí, hizo que mi admiración creciese a cada día que pasaba. Porque incluso en ese entonces, con solo tres años más que yo, Namjoon ya aportaba ideas para el que era nuestro líder. Él veía soluciones dónde los demás solo encontraban fallos. Él no dejaba que su mente se quedase entre estas murallas. Él seguía teniendo esperanza. Él creía que podíamos ganar.

Quizás por eso me acerqué.

Namjoon pareció sorprendido al verme intentando darle aquel libro: Metamorfosis, pero si quería preguntarme de dónde lo había sacado, o quién demonios era yo, se lo calló. Me dedicó una sonrisa cálida y me dio las gracias antes de que me diese la vuelta para salir pitando.

Gracias a que no preguntó, no tuve que contarle a nadie que me había escapado del campamento para rebuscar entre las ruinas; gracias a que no preguntó, no sentí desconfianza alguna la primera vez que se acercó a mí con ese tomo medio roído bajo el brazo.

Namjoon fue el primero en tener que abandonar el campamento para el entrenamiento y, en ese tiempo que estuvo fuera, cambié; no solo físicamente. Empecé a intentar que me dejasen hacer otras tareas, a salir del campamento mucho más allá del río, a leer los libros que Namjoon dejó en su habitación antes de partir. Y cuando volvió, compartió algo conmigo:

"Algún día, seré el líder de este campamento y, cuando llegue ese día: te necesito a mi lado"

Aquello bastó. No le hice ninguna pregunta, solo asentí. Comprendí que necesitaba evolucionar aún más para serle útil llegado el momento. Por eso, ahora mis mañanas se resumen en levantarme al alba para entrenar hasta que me siento desfallecer.

El último golpe a la madera lo noto en los huesos de los nudillos, haciendo que una corriente eléctrica recorra mi sistema nervioso. Duele, pero no es nada a lo que no esté acostumbrado. Resoplo, limpiándome el sudor que corre por mi frente con el dorso de la mano, y alzo la vista a la barrera sobre la que los guardas ríen y charlan mientras vigilan el exterior.

Into the Fray - BTS [Sur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora