Into the Fray - BTS [Sur]

28. Yuna

He comido un simple plato de arroz con verduras; un mísero cuenquito que no vale ni como ración a un niño de siete años... Y ni por esas dejo de sentirme llena. Me cuesta moverme con la soltura de siempre, me noto pesada y... lenta.

Bien puede ser que mi cerebro, agotado a estas alturas, me esté dando un ultimátum acerca de la clase de vida que he estado llevando estas semanas. Que me diga que, por mucho que intente hacerme la fuerte y resistir todo lo que venga, estoy en las últimas; tanto mental como físicamente.

Hobi se empeña en que no tengo que esforzarme tanto, pero lo que él no sabe es que, si no lo hago, si no estoy veinte horas al día ayudando a limpiar, en el comedor o entrenando, lo único que consigo hacer es lamentarme.

Mi campamento, ese en el que viví mi adolescencia, fue quemado hasta los cimientos... Y cuando creí encontrar otra oportunidad para sobrevivir en el de Hoseok, la guerra nos volvió a alcanzar. Ya he entendido que no se puede escapar de ella, que lo único que nos queda es plantarle cara y ganar... o morir.

Y yo no pienso morir.

El siguiente puñetazo que lanzo sobre la columna eriza hasta el último vello de mi espalda. Por mucho que me haya vendado las manos con los jirones de tela más gruesa que he encontrado, sigue sin ser suficiente como para que la madera no me esté haciendo arder los nudillos a cada golpe. Encima me siento tan tan inútil... Si solo he comido un cuenquito de arroz, por el amor de dios...

Mi jadeo (de dolor y cansancio a partes iguales) se ve apagado de súbito por el sonido de unos pasos. Unos descompensados y acelerados, unos que... conozco bien.

Giro el cuello en la dirección de la que proviene el sonido y comienzo a andar de inmediato hacia él. Una de las razones por las que entreno precisamente en este templo es porque Taehyung está asignado aquí. Y, por patético que resulte, si sé que está cerca, aunque no pueda verle, no me siento tan sola.

Tal y como ya sabía, Kim camina a trompicones porque va atándose los cordones de las botas durante su recorrido, y ese simple gesto me hace sonreír un poco. Parecía tarea imposible, pero supongo que me resulta más fácil fingir que no todo es una mierda cuando le miro; cosa que ya no pasa casi nunca.

No soy la única en estar todo el día haciendo cosas. Aunque las tareas de Taehyung y las mías distan mucho de parecerse, nos mantienen igual de ocupados. Mientras que yo estoy en reuniones interminables, él se encarga de entrenar a la gente en el manejo de las pocas armas que nos quedan; mientras yo ayudo en la cocina, él vigila el perímetro; mientras yo le echo de menos, él ni sabe que existo.

Ya no me mira nunca. Ni cuando estoy tan cerca suya que ardo por dentro a la espera de que sus ojos negros y profundos suban a mí. Ya, por lo visto, no tienen la necesidad de fijarse solo en los míos.

"¿Por qué me afecta tanto?".

Supongo que es un tema que, en otras circunstancias, no me habría quitado el sueño precisamente, pero ahora... ¿me duele? Eso siento, desde luego, tristeza y dolor. Se unen a la enorme pila que llevo a la espalda, sí, pero no por eso dejan de hacerme sentir deprimida.

Ahora (según he oído mientras estaba en el templo que hace las veces de vivienda), Kim debería tener un rato libre. Unas dos horas más o menos. Por eso justamente estaba aquí: esperándole como una idiota. Me lleva bastante ventaja, así que tardo un poco en volver a encontrar su figura al fondo del pasillo principal. Además, por mucho que intente acelerar mi marcha, las piernas no me responden tan bien como antes...

Cuando le veo girar la esquina izquierda en medio de su acelerada caminata por el templo, me dan ganas de sonreír; existe la posibilidad de que haya girado justamente para ir al edificio en el que debería estar yo. Que lo haya hecho para ir a verme ahora que no está ocupado... Pero ese pensamiento efímero desaparece de un plumazo cuando le veo internarse en las cocinas.