22. Jungkook

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Jimin me está mirando. Me lleva mirando los últimos treinta minutos y no sé qué hacer. Quizás lo hace por eso mismo: para que ceda. Pero no pienso darle el gusto de hacerlo, o eso quiero pensar...

Creo que sabe que algo ha pasado, porque mientras se lleva una cucharada de arroz a la boca (muy lentamente), no parpadea. Sus ojos están fijos en mi cara y a mí me tiembla el pulso cuando me dispongo a comer.

—Jungkookie... —susurra con lentitud. Yo me esfuerzo por masticar con normalidad y dar un pequeño murmuro para que continúe con su frase—. ¿Qué ha pasado?

"Lo sabe, lo sabe. Estoy seguro de que lo sabe, ¿pero cómo?".

—No ha pasado nada, hyung. ¿A qué te refieres? —pregunto con toda la inocencia y firmeza que puedo. Tener los ojos clavados en el arroz ayuda un poco a no delatarme, porque el arroz no me hace ponerme tan rojo como creo que estaría si me acordase de la playa, la cueva, las curvas de su cintura, de sus caderas...

"Por ahí no pases, idiota".

—Estás raro, Jungkookie... —murmura mi hyung. Tae, que está a su lado, deja de comer al instante para alternar su mirada entre Jimin y yo, y ya puedo notar como me suben los colores—. Jungkookie... ¿dónde estuviste ayer por la mañana?

—Estuve...

—¿Dónde? —pregunta sin dejarme acabar—. ¿Dónde estuviste, Jungkookie?

Está presionándome. Está usando las mismas técnicas de interrogatorio que nos enseñaron en el entrenamiento. Lo peor es que, según he oído, Jimin sacó muy buenas puntuaciones en esas pruebas... La manera en que repite mi nombre todo el rato, con un tono muy grave, me está haciendo sudar, y ese es el signo más fácil de identificar para saber que estoy nervioso, que está consiguiendo hacer mella en mi cabeza.

—E-en la playa... —contesto en un hilo de voz.

—¿Qué hiciste en la playa, Jungkookie? —pregunta otra vez, dejando su bandeja a un lado y acercándose hasta quedarse pegado a mí.

—C-correr —musito.

—¿Correr? —cuestiona, yo asiento rápidamente—. ¿Estuviste corriendo solo, Jungkookie?

—Sí... —Hasta yo he escuchado como la pequeña palabra ha sonado completamente falsa. Y si yo lo he notado, él por supuesto que también lo ha hecho. Una prueba de ello es la sonrisa gigantesca que se forma en sus labios en este instante.

—Has estado con ella, ¿verdad? —susurra para que solo yo pueda oírlo—. Has estado con Hajun.

—N-no.

—¿De verdad corristeis? ¿O más bien os corristeis?

—¡Vale ya, hyung! —exclamo, levantándome de un salto y mandando mi almuerzo a hacer puñetas. El arroz está ahora desperdigado por el césped y yo estoy respirando a todo trapo mientras Jimin rompe a reír.

—¡No me lo puedo c-creer! —Su risa hace que no pueda coger todo el aire necesario para poder hablar, por lo que mi otro hyung está con los ojos como platos a la espera de que Jimin se explique y, conociéndole lo bien que lo conozco, sé que eso va a ser en unos cinco segundos—. ¡Felicita a Jungkookie, Tae: ya no es ningún niño!

—¿Q-qué? —cuestiona mi amigo, mirándonos sin entender nada.

—¡Qué Jungkookie ya no es virgen!

—¡Hyung! —grito, apretando mucho los puños.

A Jimin le da exactamente igual lo incómodo que esté por las burradas que está diciendo, porque se está revolcando sobre el césped más contento que en su vida. Si me hubiera dicho eso en otro momento, a lo mejor podría haberle pegado una paliza, pero después de lo que pasó, verle reír así me alivia (en el fondo, muy en el fondo).

Into the Fray - BTS [Sur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora