18. Yuna

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—Los... ¿C-cómo se llamaban?

—Cepos, instructora Song.

—Eso: cepos... ¿Qué pasa con ellos? —pregunto perdida. El chico frunce un poco el ceño con preocupación, y no me extraña. Hasta yo me estoy dando cuenta de que la situación se me está yendo de las manos.

—Pues, bueno... Usted es la encargada de decir dónde colocarlos normalmente...

—S-sí, llevas razón. Bueno, eh... ¿Dónde los pusimos la última vez?

—¿Se encuentra bien, instructora? —cuestiona el chico, acercándose un paso más a mí para hablar con más cautela.

"No, no estoy bien porque nada está bien. Todo es una mierda gigantesca, nada merece la pena. ¿Para qué coño luchamos? Sería mejor aceptar nuestro puto destino...".

—Todo bien, soldado. Pero creo que es mejor que... decidas tú dónde ponerlos. Llevas mucho tiempo encargándote de las provisiones, ¿no? —El chico asiente más preocupado si cabe—. Bien, pues a partir de ahora lo harás tú. Si tienes alguna duda...

—Creo que debería descansar, instructora. N-no sé si es bueno que esté aquí tanto tiempo.

Cuando termina su frase, dirige la mirada al cuerpo sedado de Jimin. Intento que la furia que siento ahora mismo no salga en forma de una explosión de gritos de mi interior, pero me cuesta mucho; tanto, que cuando Hobi aparece y despacha al chico por mí, todavía me siento temblar.

—¿Cuántas horas llevas ya aquí? —pregunta al tiempo que se posa despreocupado en el asiento a mi lado.

—No es de tu incumbencia —mascullo, arrastrando la silla para pegarme más a la cama de Jimin.

—Uy, yo creo que sí que lo es —canturrea—. Yunita, eres una persona. Estaría bien que durmieses, comieses, te duchases... salieses a que te dé un poco el aire; esas cosas.

—No quiero.

En parte es verdad: no me gusta la idea de separarme de Jimin ahora mismo, porque está tan débil... Esta imagen es tan diferente a la que llevo viendo los últimos meses que me produce una profunda tristeza ver su palidez y su cuerpo magullado. Pero lo peor no es solo la preocupación que siento por el chico, lo peor es el sentimiento de culpa que me encoje el corazón. Ese que no me deja avanzar y que hace que me sienta perdida, sin ganas de luchar... ni de vivir.

Los brazos de Hoseok se aferran a mis hombros, me acerca a él y mi cuerpo le sigue. Mi cabeza choca suavemente contra su pecho y la calidez del contacto hace que no pueda aguantarlo más.

Solo lloro, más y más, mientras las caras de los soldados caídos pasan por mi mente. Si hubiera puesto más empeño en enseñarles, si me hubiera asegurado al cien por cien de que estaban preparados, si el entrenamiento hubiese sido más duro, más perfecto, quizás se podrían haber salvado. Quizás ahora no contaría con veintinueve muertes a mi espalda.

Unos pequeños golpes contra la puerta de la enfermería cortan mi llanto amargo. Intento secarme las lágrimas con la camiseta y, una vez lo consigo (más o menos), Hoseok da paso. Los que aparecen no son otros que Chae y Jin. La castaña y yo hemos estado estos días encerradas en la enfermería y, a pesar de que no hablábamos, supongo que ahora que tiene que volver a su campamento, estaré sola; y no entiendo por qué ese sentimiento me produce tanta desazón.

Jin apoya su palma abierta sobre mi hombro en un gesto lento y cuidado, y yo solo asiento, dándole a entender que todo está bien. El chico comienza a hablar con Hoseok de algo que parece importante, pero ahora mismo no me interesa nada, así que me alejo de ellos para acercarme más a la cama de Park, donde Chae está de pie.

Into the Fray - BTS [Sur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora