Capítulo 5: Toda moneda tiene dos caras

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Los desperfectos los ocultaba una gruesa capa de base, sus labios resplandecían un marrón impactante, sus mejillas brillaban como si ella fuera una estrella y sus pestañas cubiertas de rímel se veían bastante pobladas. Sarah se miraba en el diminuto retrovisor del Volkswagen, incapaz de asimilar su aspecto. El vestido lila de encaje remarcaba sus curvas y hacía que se sintiese importante. Al volante estaba Lucía, quien fácilmente podría ganar un concurso con su hermosa melena a rizos ordenada en un moño alto y con sus verdes sombras de ojos capaces de quitarle el aliento a cualquiera.

El tráfico, por otro lado, era ligero y la suerte estaba de su parte; los semáforos de la Gran Vía les sonreían tornándose verdes con su paso. El abrasador sol de primavera azotaba el asfalto sin piedad y los neumáticos se pegaban a este como si estuvieran hechos de chicle, pero el calor no era un problema ya que el aire acondicionado del Volkswagen bombeaba a toda potencia, impidiendo que cualquier gota de sudor se escapase por sus axilas.

—Hemos llegado —informó Lucía, orgullosa de que estuvieran perfectas y a tiempo.

Sarah evaluó con la mirada a todos sus compañeros, que vestían con arrogantes trajes de alta costura. Las telas variaban en todos los colores de la paleta, pero el negro parecía ser el más popular. Lo que más llamaba la atención, sin embargo, no eran ni las joyas ni los tacones ni los trajes de marca siquiera; eran las sonrisas que coronaban aquellos rostros crueles, disimulando un falso orgullo de haber superado la ESO.

Sarah conocía gran parte de los engaños, sabía que la mayoría de esos chavales tan sólo podía sumar copas y liar porros, que pocos de ellos habían logrado llegar hasta allí sin usar chuletas o tirar del "rincón del vago"... lo sabía, en gran medida, porque ella también estaba sumergida en ese complot de mentiras. En su caso, copiar era incluso más fácil ya que todos los profesores sentían lástima de su silla y ninguno se imaginaría lo fácil que era ocultar papeletas en esta. Sarah sonrió para sus adentros y comenzó a rodar las ruedas, a las que prácticamente estaba ya acostumbrada.

La ceremonia de graduación era un proceso innecesariamente largo y aburrido, los delegados daban discursos ñoños que no aportaban nada y los profesores fingían estar conmovidos por despedir a los grupos. Los alumnos salían en orden alfabético a recibir sus diplomas, de uno en uno y sus caras variaban desde la indiferencia hasta el máximo alivio de no tener que volver a recorrer esos agoniosos y estrechos pasillos.

—Sarah Lozano.

Ese era su nombre y estaba lista para gozar de sus quince minutos de fama. En efecto, Sarah estaba impecable y ni la silla le podía arrebatar un ápice de belleza. Asistida por Lucía, Sarah se posicionó en el centro del escenario mientras, de fondo, se oían los aplausos de todos esos padres y abuelos que habían ido a apoyar a sus niños en la ceremonia y a celebrar su esfuerzo. Sarah no pudo evitar preguntarse qué sería de ese mafioso y de esa puta que la habían traído al mundo, ¿estarían bebiendo sin control? Y, aún más importante, ¿seguirían con vida?

Entre toda la luz que desprendían los focos del escenario pudo encontrar, para su sorpresa, la respuesta a esa inocente duda. En las butacas de aquella sala de teatro se ubicaban algunos de sus amigos; Jean había optado por un estilo más casual, llevando una camisa a cuadros y unos vaqueros negros, mientras que Oliver portaba un traje anticuado gris oscuro que le sentaba divino. Ambos parecían alegres por verla sobre ese escenario, pero su alegría era apenas comparable con la de la mujer que, sentada tres filas más atrás, tenía los ojos abiertos como platos. Sus cabellos oscuros y su ropa mediocre facilitaron que Sarah la identificara entre todo el glamur de la muchedumbre.

Si tu intuición no te falla (y de corazón espero que no lo haga) ya sabrías que estamos hablando de su madre. En efecto, ni Sarah ni tú os podríais imaginar qué hacía esa desgraciada allí, pero yo... yo lo sé perfectamente, entre otras cosas, porque soy esa furcia.

Si decides cerrar este libro ahora porque te he estado contando trolas, lo entiendo perfectamente. De todas formas, procederé a demostrar que toda moneda tiene sus dos caras, que los errores del pasado los arrastramos, pero no nos definen. ¿Quieres saber qué es cierto?

Es verdad que mi hija se corta las venas y que huye cuando la intento ayudar. Es verdad que yo la he abusado y que si pudiera viajar al pasado y evitar que pase por humillaciones como las que te he contado hasta ahora, lo daría todo. ¿Te crees que Laia no contactaría conmigo para denunciar que Sarah no sabe leer? ¿Te crees que Lucía estuvo en el río por mera casualidad?

Esta historia no es una historia de amor entre Oliver y Sarah, aunque habría que estar ciego para no ver las chispas. Este libro es una carta de auxilio con capítulos, un intento de explicación de cómo hice para acabar donde estoy, en la Clínica López Ibor. ¿Es gracioso no? Cuántas maneras hay de llamar a los centros psiquiátricos para que los pacientes no nos sintamos tan encarcelados. "Clínica" como si fuera a operarme las tetas. Me río por no llorar.

Y Shrek, gracias por seguir leyendo porque el verdadero tlot pwist aquí soy yo. Porque mi hija no está maldita y no voy a arruinar más su vida. Porque lo que hay entre ella y Oliver es real y haré lo que esté en mis manos para que eso no cambie. Porque sus muñecas van sanando más rápido que las mías. Porque ella aún está a tiempo. Por todos esos motivos no deberías haberme creído cuando te dije que no habría un final feliz. Sarah no está rota y si la ves hazme el favor de recordárselo. Sarah se merece su vivieron felices y comieron perdices y espero que algún día yo también lo haga.

Me voy a despedir por ahora, usando el mote que todos me ponen en ese manicomio.

Atentamente,

Overthinker.

Overthinker [Completa ❤️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora