Capítulo 9: Torre

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No son pocas las veces que he sentido que bailo en el techo, que el estrés me vence hasta el punto en que mi escasa razón estalla abriéndole el paso a una férrea y pulcra demencia.

Los esquemas, planes, las rutinas bien pensadas no son más que un esbozo, que un deseo de establecer orden donde no lo hay.
Con el amanecer, al abrir los ojos y despertar de un largo y dulce sueño mi primer instinto es oler la almohada para volver a dormirme. ¿A qué clase de psicópata masoquista se le ocurrió levantarse y hacer la cama?

En ocasiones siento que el problema no lo tengo yo, que no soy más que una pieza de puzle en un tablero de ajedrez o un billete de Monopoly en una partida de parchís, vamos que no pinto nada… que estoy en el lugar equivocado. Nunca he sido productiva por las mañanas, me gusta quedarme en la cama y dejar que el tiempo pase y sirva de portal entre el frenesí del país de las maravillas y la realidad gris del día a día; se puede decir que soy un ave nocturna, amante del destello de las estrellas. No te imaginas cómo me puse cuando descubrí que somos polvo estelar.

En fin, lo que trato de decirte a través de estas torpes palabras es que soy algo más que un simple desastre. Quizá y sólo quizá, de haber estado en el tablero idóneo, la partida hubiera acabado de otra manera. Aun así, quiero que sepas que no todos mis movimientos han sido un error. Este es el caso del nacimiento de Sarah, la persona más fuerte y encantadora que ha pisado este mundo. Desde que cobró existencia, no ha hecho otra cosa que ser un milagro; empezando por que la zorra de su madre no quiso tenerla y se emborrachaba noche tras noche con la esperanza de que el feto se ahogase en alcohol, pasando por una temprana infancia en la que fue inmerecidamente introducida en el arte del puterío y una futura adolescencia en silla de ruedas, Sarah deja sin habla a todo aquel que conoce su historia.

No merece la pena recalcar lo doloroso que debe haber sido crecer en la piel de mi hija. No me queda mucho que decir al respecto, porque internamente sé que por muy maltratada que fuera y por mucho alcohol que tomara, lo mío nunca tuvo ni tendrá excusa. Es por esto por lo que estoy intentando arreglar mis errores, que llevo ya casi un año ingresada en una clínica, intentando deshacerme de todos los pensamientos negativos, del dolor y la ira. Este libro no es tanto para justificarme ante el mundo sino para perdonarme a mí misma.

Allegra, mi psicóloga cree que la comunicación es clave para resolver los problemas del alma, pero no me siento cómoda hablando. Escribir es mil veces más fácil, pues no tengo que ver los gestos de incomprensión y de asco del público.

Si tuviera que resumir mi viaje en pocas palabras me bastaría con decir que todo han sido malas decisiones. Desde drogarse en Ibiza y tirarse al hermano de mi difunta amiga hasta descargar mi dolor en otra persona inocente. Sarah, hija mía (¿te sigue molestando que te llame así?), de verdad que lo siento mucho por todo, por no estar allí en las buenas y por ser la mayor causa de las malas. Ni siquiera soy capaz de redimirme de mi culpa así que no tengo ningún derecho de rogarte que me perdones o que me des una enésima oportunidad. Sigo sin ser estable, sigo pudiendo fallarte, sigo pudiendo hacerte daño… no tengo remedio.

Me han diagnosticado con una enfermedad muy poco común, me atrevería a decir que soy el primer caso en la historia porque ni saben cómo denominar lo mío. Mi cerebro está podrido hasta la médula por la cantidad de mierda que me he metido. Incluso estando sobria parece que estoy drogada, mi cabeza da vueltas, los pensamientos se bloquean y no tengo verdadera percepción ni de dónde ni de cuándo estoy. Hace mucho tiempo que soy parte de otra realidad, aunque hasta ahora fuera de manera inconsciente. Toda mi energía se concentra en estudiar piezas, en ilusionarme imaginando que llego a la otra punta del tablero y puedo decidir quién soy. ¿Te imaginas poder avanzar varias casillas de una vez cual torre o poder saltar otras piezas como un caballo?

Soy una Overthinker, aunque ni yo sepa bien qué quiere decir eso. Pienso de más por miedo de volver a tropezar, me tomo mi tiempo antes de mover.

Dicha toda esta chapa, han quedado algunas cuestiones en el aire. ¿Quién es el mafioso, por qué está en nuestra vida?

Yoruichi —creo que se llama— no es más que otro ser cuyas circunstancias le han llevado a la histeria. No sé muy bien cuál es el origen de su nombre, ni su nacionalidad, sólo sé que me dejó preñada y que es un cabrón de los grandes. Entre las borracherías que hemos tenido me ha llegado a comentar su obsesión por una mujer que supuestamente le dejó para estar con su primo, pero esto no viene a cuento. Que ese desgraciado escriba su propia obra, esta es la mía.

¿Cuándo desperté del engaño?

Aún no lo he hecho, pero sé que voy por buen camino. Allegra está muy contenta con mi progreso y afirma que acudir a ella es el primer paso. La semana pasada por fin le desvelé el verdadero motivo de mis visitas y es que quiero volver a ver a Sarah, quiero despedirme de ella y prometerle que no volverá a cruzarse conmigo a no ser que ella quiera. Desde que la vi en esa silla de ruedas me di cuenta de que yo era su madre y de que tenía que juntar mis piezas rotas para dejar de machacarla a ella. No me arrepiento de mis últimas decisiones, de llevar a Sarah a la escuela para que deje de ser analfabeta, de intentar compensar las desgracias con sonrisas que sólo buenas personas como Lucía y Oliver pueden sacarle.

Como fruto de todos mis esfuerzos, alguna que otra cosa buena ha pasado, Sarah está enamorada de un chico que verdaderamente la quiere y ha tenido una graduación hermosa, que procederé a desvelar en el último capítulo de nuestra aventura juntos. Gracias por seguir leyendo, tu lealtad no tiene precio.

Overthinker [Completa ❤️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora