Capítulo 8: Alfil

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Cuando se quiere hervir una rana, lo idóneo es meterla en un agua tibia, de su agrado, para luego ir subiendo la temperatura lenta pero progresivamente, de modo que esta no se dé cuenta de la gravedad de su situación hasta que sus músculos están ablandados por el calor y es demasiado tarde. A nadie se le ocurriría meterla en agua hirviente desde el principio porque, por puro instinto, esta saltaría esquivando con éxito el peligro. Pues sucede igual con las víctimas del acoso emocional o de género que son demasiadas porque, por desgracia, la mayoría de las personas oculta su actitud violenta y manipuladora cual cocodrilo en aguas calmadas, acechando el momento perfecto para atacar a la presa.

Tras el incidente con Mogu y Miguel, no podía evitar ocultar los rasguños y las heridas. No quería decir nada a nadie porque sentía que me lo merecía, que de abrir la boca no haría otra cosa que humillarme, que mostrar que incluso siendo culpable tengo la osadía de buscar consuelo. De hecho, al contemplar las cicatrices bajo la tenue luz de las estrellas me pareció ver constelaciones, con belleza propia. Incluso hoy en día me resulta igual de fascinante cómo el velloso rostro de una bestia comparte rasgos con la delicada expresión y los carnosos labios del príncipe de Bella. Había algo que se sentía tan erróneamente correcto en esos cortes, una especie de "horror vacui" que se abría paso palpitando cual sangre por mis venas.

Los impulsos, la sed de sangre a menudo nace imprevista, como de la nada. Empiezas por un corte minúsculo que hace que sientas que estás haciendo justicia sin arriesgarte demasiado, al fin y al cabo, eres la mayor desgracia del mundo, no deberías haber nacido y te mereces lo peor, te mereces estar hecha un asco... y, de corte minúsculo en corte minúsculo, acabas dándote cuenta de que también eres una masoquista. Alcohol, drogas y una cuchilla. He leído numerosas novelas que tratan estos temas, pero pocas expresan la ansiedad, el hambre de justicia, el refugio de los malos hábitos. Seamos sinceros, a nadie le gusta verdaderamente la primera calada ni el primer chupito; el alcohol irrita las papilas gustativas, arde, mientras que el tabaco te abre los pulmones y te hace toser. ¿Entonces cómo acabamos adictos, cómo nacen las ansias por tomar, por desgastar nuestros propios cuerpos?

Para entender por qué surgen los malos hábitos, debes haber tenido uno. De todas formas, para todos aquellos santos de la Virgen María que nunca han caído bajo la tentación de morder la manzana prohibida, intentaré transmitiros lo mejor que pueda lo que es estar bajo la piel de alguien desesperado, sin ganas de seguir para adelante.

Mi cuerpo se sentía como un lienzo en blanco en el que Miguel había hecho un primer trazado, dando comienzo a una futura obra dadaísta. Sentí que quería unirme a la causa y descargar toda la rabia acumulada, aportando más líneas, más puntos, más color. Con los años he cogido experiencia y ahora sé que por mucho que corte no haré más que ver un rojo carmesí deslizarse entre mis muñecas, mis piernas o donde sea que haga pasar el cuchillo, aunque eso nunca me ha detenido. Es difícil describir lo que una siente cuando se corta porque no puede compararse a ninguna otra experiencia. En mi caso, durante unos efímeros instantes siento que abandono mi cuerpo y me alejo de todos mis problemas, siento que soy muy pequeña, se podría decir hasta insignificante y que mis cagadas no afectan a nivel macroscópico. La sangre no es lo que me anima a seguir, es más bien esa sensación de paz con el mundo. No te voy a mentir, en más de una ocasión me he sentido tentada a clavar más fuerte, más profundo y desaparecer de una vez por todas, me he sentido tentada de convertirme en una sombra más.

La muerte no siempre da miedo, a veces es un destino aliviador, es un punto final en una novela pésima, es el último episodio de una serie que empezó bien, pero fue en declive. Morir es arte, morir dota de sentido al vivir y lo hace más valioso. No todas las despedidas duelen igual, algunas incluso despiertan júbilo, por algo se dirá "descansa en paz". Así concibo yo la muerte, como un Plan B, como el camino más fácil para resolver mis problemas. Para bien y para mal, supongo que siempre me ha gustado complicarme la vida.

El agua en la que entré estaba fresquita, era bastante agradable hasta que se convirtió en un infierno del que ya no puedo saltar. A las cicatrices se unieron la pérdida del apetito y muchas, muchas, MUCHAS cajas de tabaco. Asimismo, la prostitución pasó de ser una afición a un modo de vida, a otro pilar más del que dependía para subsistir. Mi piel está hirviendo, mis músculos blandos se niegan a moverse, me he convertido en un esqueleto. Así pues, dejé de saltar libremente de orilla en orilla y comencé a encerrarme, a aislarme de los daños del exterior. Mi habitación se convirtió de la noche a la mañana en la jaula de un canario con las alas rotas, con los pulmones negros cual carbón y todas las costillas remarcadas.

El punto en que nace la locura es a menudo la desvirtualización, es el instante en que dejas que la culpa te invada y recorra hasta la última fibra de tu ser, el momento en que te crees de verdad inferior. Si por algún casual te identificas con lo que estoy contando, te invito a que no dudes en saltar, en abrir los ojos porque el agua está en su punto de ebullición y aún estás a tiempo de reírte en la cara del destino.

Como iba diciendo, yo no abrí los ojos y me dejé llevar por la calidez del agua, dejé que uno tras otro, Miguel, Iván, Sergio, Pablo, Jorge descargaran su rabia en mí y contribuyeran a rellenar el lienzo. Una nunca tiene suficientes signos de que está siendo abusada cuando su mayor abusón es ella misma. Que yo te sirva de espejo. No estás sola.

Overthinker [Completa ❤️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora