Capítulo Dos

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Perro que ladra, no muerde

─ ¡No puedes dejar que alguien más cargue con una culpa que es tuya! ¡Eso es muy rastrero! ─ exclamó ella cruzándose de brazos.

El sonrió y volvió a sentarse en la banqueta de un salto con la misma posición relajada de un principio.

─Déjame darte un buen consejo, mi reina: cuando te acuestes con alguien mayor asegúrate de que esté soltero y, si te van los que están en pareja, pues bueno que al menos su pareja no tenga dos dedos de frente ni compita como boxeador.

─ ¿Cómo puedes permitir que Brent reciba un castigo que no merece?

─No estás haciendo las preguntas correctas, milady.

La despreocupación en su tono de voz la irritó.

Lisa giró la cabeza para ver con horror como la mole furiosa que había increpado a su acompañante hace unos segundos bajaba a la carrera la montañita que llevaba al pequeño descanso antes de que comenzaran las pistas. Brent no había visto al hombre que se acercaba a su espalda pues estaba muy concentrado en señalarle una cosa en una de las pistas a Venus. Pobre, estaba a instantes de convertirse en papilla.

─ ¡Tienes que hacer algo! ─Lisa se levantó de su asiento lanzando miradas furtivas al tipo que se acercaba con velocidad a Brent. Él le devolvió una mirada impasible, como si no le afectase lo más mínimo.

La atención de Lisa volvió a las pistas justo en el momento en que el tipo separaba a Brent de la chica con un tirón en el brazo. El pobre Brent tropezó pero no cayó gracias al agarre de muerte de su brazo. Frente al desconcierto del joven rubio y la exclamación molesta de Venus quien comenzó a insultar al tipo en toda regla, Brent parecía querer evaporarse en ese mismo instante. El boxeador prácticamente le escupirle en la cara a gritos furiosos mientras Brent se ponía cada vez mas pálido. Venus intentó acercarse al grandulón pero este la empujo lejos. Los bellos rasgos de la deportista se deformaron en una mueca furiosa al caer sentada en el colchón de nieve de varios centímetros.

Brent parecía querer tartamudear algo y solamente lograba negar con la cabeza abriendo y cerrando la boca como un pez.

Lisa Starling decidió que si el responsable de la situación no asumía las consecuencias, ella pondría al tanto de la situación al grandulón. Giró sobre sus talones dispuesta a cumplir su veredicto pero una mano en el brazo provocó que se volviera bruscamente. Él la miró con el rostro sin emoción alguna. Entonces levantando la barbilla para señalarla, refutó:

─No te preocupes. Cuando la balanza de la justicia se inclina hacia un lado, lo que tiene que hacer uno es volver a acomodarla.

Ella lo contempló con una expresión entre la confusión y la exasperación. Sintió que se había topado con uno de esos brujos de las ferias callejeras que por un dólar te leían la fortuna y daban un mensaje completamente cifrado el cual el receptor debía desenredar. Lo que era una tontería considerando el precio que valía un vistazo a su futuro.

─ Suéltame. ─ Echó un vistazo sobre un hombro justo cuando el hombre le atizaba un puñetazo en el rostro a Brent. Ella se llevó las manos a la boca, horrorizada.

Las pocas personas en las galerías que estaban sentadas contra la larga barra, que iba de punta a punta en el largo y amplio pasillo, se acercaron para ver la escena. Típico de los turistas chismosos.

─ Lo que estás haciendo está mal─ siseó ella con furia y clavó un dedo con fuerza, con la esperanza de que le doliera, en el pecho. ─Debes hacerte cargo de tus actos.

─Yo te he dado un consejo y tú lo has tergiversado para creer que yo era el culpable de algo. El papel de jueza te queda un poco grande, mi reina.

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