La ocasión la pintan calva
Había sido lo bastante astuto como para escuchar las venenosas palabras de Tina. Lisa se preocupó porque aquello significaba que estaba en clara ventaja comparada a la información que ella poseía respecto a él.
Su mano continuaba extendida hacia ella. Dudó. Levantó lentamente la suya hasta posarla en la de Raeden con extremo cuidado como si él fuese a sacar un cuchillo y cortarle la muñeca de cuajo. No sucedió nada de eso. En cambio, en un movimiento veloz y calculado, Raeden la agarró por la muñeca con fuerza y tiró de ella hacia adelante. Lisa abrió los ojos sorprendida sin llegar a reaccionar a la defensiva. En un plazo de segundos él había levantado la manga de la sudadera hasta el codo.
Lisa tironeó de su brazo, buscando zafarse. Obtuvo el resultado contrario: la presión en la muñeca aumentó, manteniéndola en su lugar.
─No comprendía por qué te rascabas el brazo a cada instante. Si te soy sincero; luce horrible.
Entonces la vio. Lisa inhaló una bocanada de aire de golpe. Allí donde el roedor había clavado sus afilados dientes estaba de un color rojo y, en un acto puramente inconsciente, al rascarse había conseguido ligeras manchas rojas diseminadas el todo el brazo y una de un feo tono morado alrededor de la mordedura. No pintaba nada bien. Ni siquiera se había dado cuenta de la molesta comezón. Bajo la incandescencia de la luz amarillenta que despedía el farol Lisa contempló el contraste entre la tez trigueña de su mano frente a la palidez blanquecina de ella.
─ ¿Voy a morir?─ preguntó en un susurro que a duras penas se escuchó. Velozmente los ojos de Raeden cayeron en ella. Ella los mantenía abiertos de par en par alternando la mirada entre la herida, que bastante mal se apreciaba con aquella escaza luz, y los ojos de él.
─No lo creo─ dijo con simpleza acompañando el relajado tono con un encogimiento de hombros. ─Tal vez te amputen el brazo... quién sabe.
Lisa se preguntó si alguna vez se tomaba en serio algo. Se zafó del agarre de un tirón y bajó la manga de la sudadera ignorando la picazón en la zona. El aparato medidor de la temperatura seguía en su mano. Lo observó con el ceño fruncido. En un instante se lo extendió de nuevo y lo depositó en la palma de Raeden, evitando contacto alguno. Por alguna razón la ponía nerviosa.
No podía contar con la ayuda de él sin sumar la cantidad de facturas a la lista de pendientes. No estaba dispuesta a dejarse embaucar y menos todavía por un desconocido. La curiosidad la tentaba como una fruta prohibida a meter la nariz allí donde sabía no debía. ¿Qué hacía él allí? ¿Quién era? Si conocía a Tina significaba que algo de relación debía tener con el orfanato. Algo había dicho sobre estar preparado para estar en el cobertizo... Lo que era una locura. ¿Por qué se prestaría voluntariamente a dormir en aquel desecho podrido y helado?
La situación le parecía irreal. Estaba atrapada con un psicópata. Casi prefirió que fuese simplemente una voz de su retorcida cabeza y no una persona de carne y hueso. Menos que tuviese la sonrisita sarcástica de quien sabe algo pero no va a compartirlo y se compadece de los pobres ignorantes.
El viento volvió a sacudir las maderas flojas de las paredes y el precario techo de lata. No comprendió como es que aquel lugar seguía en pie.
Por un momento el recuerdo de su amiga la distrajo. Debería avisarle que estaba a bien y que buscaría la forma de salir del cobertizo. Sin embargo, no se atrevió a revelar la existencia de un móvil. En el orfanato estaba prohibido cualquier aparato electrónico por lo que el suyo no sería un buen alegato si volviesen a mandarla al cobertizo. Aquel pedazo de cacharro de la prehistoria era el único túnel con el que Riley y ella podían comunicarse en caso de que sucediese algo. No arriesgaría nada frente al desconocido.
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Perspectiva
RomanceVivir en Dawson City se reduce a vivir con nieve la mayor parte del año. Desde pequeña, Lisa Starling se escabulle a su mundo de ensueños donde solo es ella y un par de esquíes prestados. Pero cuando se ve involucrada en un problema no le queda otra...