Capítulo Seis

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Mal de muchos, consuelo de tontos

─Para saber si algo está podrido, ¿lo hueles o lo pruebas primero?

Riley se encogió de hombros llevándose la galleta de consistencia dudosa a la nariz. Luego chasqueó la lengua restándole importancia y engulló el alimento completo sin vacilación como si el hecho de que no largase ningún olor lo hiciera comestible.

─Veo que llevas al extremo la frase "solo se vive una vez" ¿eh, Ry?

─Si he sobrevivido diecisiete años a la comida de este lugar soy inmune a todo.

─Hablando de años. En un mes cumples dieciocho años. ¿Algún plan? Intenta evitar la cárcel el primer año como persona legal al menos.

─Estaba pensando eso seriamente. Como una chica en su plena adolescencia considero que alcohol contrabandeado es una opción viable. Objetivo: noche tan inolvidable que no la recordaré. El don del olvido le es otorgado a unos pocos afortunados, Lisy.

Lisa la miró con los ojos entrecerrados. Nunca sabía que se traería entre manos su mejor amiga. Resultaría complicado ingresar el alcohol hasta la habitación de ellas y más aún conseguirlo. Además necesitarían una coartada si pretendían dejar que sus inhibiciones salieran al exterior. Resultaba imprescindible confiar la seguridad de que ambas no se meterían en problemas en alguien.

─Y...─ Lisa se aclaró la garganta incómoda de sacar ese tema de conversación en el comedor donde cualquiera podía escucharlas pero la charla tomaba un rumbo perfecto para su preocupación principal. ─ ¿Cuál es tu plan después de la fecha?

Riley la contempló como si fuese un niño que acababa de decir su primera palabra. Con una ternura que le rebosaba el corazón, estiró la mano sobre la mesa de madera y tomó la de Lisa apretándola en un intento de tranquilizarla. La conocía lo suficiente para saber qué le rondaba la cabeza. Más de una década de confidencias otorgaba esa percepción casi innata.

─Sabes que no te dejaré aquí. Nunca sería capaz. Ya te lo he dicho. No podré llevarte conmigo por evidentes temas legales y económicos y preferiría cortarme un brazo a dejarte aquí a la merced de los monstruos de este asqueroso lugar. Esperaremos hasta que cumplas la mayoría de edad y nos largaremos las dos juntas. Solo serán unos meses. No voy a despegarme de tu trasero Lisa Starling ni aunque me entierres.

Lisa rodó los ojos buscando aplacar el nudo que comenzaba a formarse en su garganta.

─Ya. Demasiados años siendo un grano en el culo ¿no te bastaron?

─Mi fantasma te perseguirá después de muerta, bruja.

Ambas se rieron, aligerando el ambiente y volvieron al desayuno en sus platos y a los pensamientos en sus cabezas. Lisa ojeó unas cuantas veces a su amiga pero ni siquiera los años de experiencias con ella le daba la posibilidad de hacerse una idea acerca de lo que le pasaba por la cabeza de Riley Roy. Una chica tan contradictoria era una chica muy difícil de asimilar y ni aún su mejor amiga de toda la vida era capaz de hacerlo.

Las dos chicas compartían una habitación de cinco por cinco en el que tenían un calendario colgado en la pared que señalaba las fechas importantes. Ese día comenzaba un nuevo mes lo que significaba que el último día del corriente estaba marcado con un fuerte tono rojo señalando lo inevitable: Riley se convertiría en un adulto mayor de edad para el Estado y por lo tanto debería largarse de allí.

El problema no era que iba a irse: era a quién dejaba atrás la verdadera cuestión.

Lisa estaba preocupada pues estaba segura de que el mundo real no sería mejor de lo que ya tenían.

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