Capítulo Cuatro

8 1 0
                                        

A buen entendedor pocas palabras

La cocina era muy pequeña, tanto que apenas podían pasar dos personas. Solo contaba con un mini frigorífico, dos hornallas y alacenas debajo de la mesada de mármol y otra de dos puertas empotrada en la pared. Una pequeña ventana, que cumplía la función de ventilar sobre todo el espacio, se alzaba en lo alto de la pared del fondo. Volvió a apoyar el oído contra la cerradura de la puerta y no escuchó absolutamente nada.

Entonces probó prendiendo el agua caliente de la canilla encendiendo así el calefón que se mantenía con un leve ruido. Volvió a intentar escuchar algo. Pudo, con mucho esfuerzo, tomar los retazos de la conversación aunque se había perdido el comienzo.

─No fue gracioso─ dijo Anker.

─Si admito que me pasé al involucrarla pero fue tan malditamente gracioso. Tal vez esto te ayude a descubrir alguna faceta nudista, Doskas. Cada quien con su fetiche.

Lisa, al otro lado de la puerta, se preguntó si el trío de imbéciles realmente creían que no los escuchaba. No es como si se limitasen a hablar en susurros. Era indignante descubrir que ni siquiera les importaba la injusticia cometida en su persona.

─Si vas a hacer bromas de mal gusto, limítate a no involucrar a nadie más.

─ ¡Vamos! ¡No seas nenaza! Ni siquiera la conoces, ¿Quién es a todo esto?

─Una amiga de Riley Roy.

Lisa miró con incredulidad la cerradura de la puerta. Así que ahora era eso. «La amiga de...»

─ ¿De Riley? ─Brent pareció dudar un momento. Luego lanzó una larga risotada. ─Por supuesto, así que esa Riley.

¿A qué se refería con esa Riley?

─De todas formas, Doskas, menos que tuvieras algo más interesante que la mayoría de los hombres, no creo que debas ofenderte a tal punto. ─Si Dante estaba esperando unas risitas a su comentario no recibió ninguna respuesta.

─ ¿Y tú quién carajo eres? ─preguntó Anker con un tono mortal.

En silencio, Lisa se regocijó en su interior pues nada hería mas en el ego hinchado de Dante que la gente no le prestara atención. No hubo respuesta a la pregunta de Anker. Evidentemente la pregunta estaba ideada para ponerlo en su lugar. «Muerde tu veneno, serpiente» pensó Lisa.

─Hablo enserio, imbécil. Además no creo que te convenga enemistarte con ella. Parece ser la favorita de tu padre.

─ ¿De qué hablas? El viejo nunca podría tener algo parecido a afecto hacia alguien que no sea un billete.

─Bueno pues al parecer sí puede.

Un silencio sepulcral se instaló en la sala. Ni siquiera el grosor de la puerta fue capaz de detener la tensión presente en el ambiente. Lisa no imaginaba qué pasaría por las mentes de ellos. Había un millón de formas de interpretar lo que Anker había dicho. Esperó alguna risa o insulto sin embargo el ruido de pasos recorriendo la estancia y un portazo más tarde le advirtieron que alguien se había largado. Y no muy contento.

Ella definitivamente no era la favorita de Rick. Ni siquiera la conocía por lo que estaba segura de no despertar ningún sentimiento de pena o caridad. Rick simplemente le otorgaba los elementos gratis y evaluaba su progreso a lo lejos. Nunca le había preguntado si quiera cómo estaba.

─Ya basta─ murmuró con los ojos cerrados y dejando caer la cabeza entre las manos.

Al parecer en el último año había desarrollado un imán particular para atraer todo tipo de problemas. Su cabeza no paraba de maquinar y su nariz no dejaba de entrometerse donde no debía. Estaba agotada y lidiar con todas las facturas de las cuentas pendientes comenzaba a resultar un trabajo pesado.

El resto del día se limitó a evitar todo contacto con cualquier otra persona que ocupase los primeros escalones de la pirámide de poder del Borough.

Fue su primer éxito en el final de esa horrible semana.

###

─ ¿Piensas quedarte más tiempo esta vez?

─No lo sé, Rick. ¿Y si lanzamos una moneda? Si es cruz; me soportas toda la temporada, pero si es cara; me dedicaré a torturar a tu hijo en su lugar.

─ ¿Sabes? Sería más fácil decir que sí y listo. ─Rick Ralph echó un vistazo a su sobrino que estaba tirado en el sillón de su oficina lanzando una pelota de tenis con una mano para volver a agarrarla.

Anker Doskas creía fielmente que no pertenecía a ningún lado. No lo veía como algo negativo, sino más bien todo lo contrario. Como no tenía un rumbo fijo podía vagar por donde lo llevara una brújula y un mapa: era el destino perfecto para un don nadie.

─Bueno, entonces, ¿prefieres el check out?

La clásica sonrisa prepotente de Anker se plantó en su rostro cuando detuvo la pelota con el brazo estirado y lanzo a su tío una mirada que dejaba entrever la sospecha de los planes de este.

─No voy a trabajar en la cabaña de trajes, Rick. Y no vas a convencerme de lo contario. Los turistas quisquillosos y preguntones no son lo mío. Sin embargo, los aguanto los minutos suficientes para que sepan deslizarse en una tabla de snowboard. No pidas mas, viejo tacaño.

─ ¿Y si me echas una mano con una empleada nueva? ─intentó de nuevo con una mueca pensativa. ─Kelly esta cansándose de la cabaña y no tengo a nadie con suficiente paciencia para enseñarle lo básico. Si estuvieras con ella un día podrías darle las instrucciones. Un solo día.

Anker se incorporó en el sillón sentándose con las piernas abiertas y los codos apoyados en las rodillas. Los mechones de cabello castaño le cayeron sobre el rostro. La pelota pasó a saltar de una mano a la otra.

─Por casualidad tu nueva empleada... ¿Es una rubia bastante impresionante con un carácter de los mil demonios y con tendencia a meterse en problemas?

Los astutos ojos oscuros de Rick Ralph evaluaron a su sobrino. Ambos eran bastante astutos como para no dejar traslucir el rumbo de sus pensamientos en sus expresiones.

─Veo que finalmente has conocido a Lisa. ─Las palabras de Rick estaban teñidas de recelo.

─Sí, digamos que sí. Aunque ella me conoce un poco más que yo a ella─ murmuró Anker con una sonrisa sardónica.

Rick ignoró el comentario. Mas por una cuestión de paz mental que de curiosidad.

─Anker...

─De todas formas─ interrumpió Anker.─ No puedo hacerlo. Tengo varios asuntos que atender además de cumplir mis horas como profesor de turno.

Rick asintió una vez con la cabeza. No había nada más que decir. Todos en la familia eran celosos de la intimidad y Rick no sería el primero en intentar una reunión familiar para expresar sus sentimientos.

Anker se levantó con un suspiró que lleno el silenció de la estancia. Rick, sentado en su gran silla de cuero detrás del escritorio y con una pila de papeles enfrente, lo miraba a la espera de que soltara lo que sea que lo carcomía. Al verlo dudar, Rick soltó un suspiro de exasperación y dijo:

─Si vas a decir algo; hazlo. Pero si vas a arrepentirte mejor no digas nada.

Anker se cruzó de brazos y le lanzó una sonrisa perezosa desde la puerta que había comenzado a abrir con lentitud.

─Esta chica, ejem, Lisa...

─Anker. ─El tono de su tío no daba lugar a que añadiera nada más. El rostro blanco y alargado del hombre permaneció impasible, como si estuviesen comentando el tiempo, pero su voz advertía un deje de amenaza. ─No voy a decirte que no porque eso solo alentaría a que lo hagas. Solo voy a exponerte los hechos. Lisa, en primer lugar es menor de edad; y en segundo lugar, la chica tiene una montaña de problemas como para que vayas tú a perturbarla. Ella es demasiado para ti.

─ ¿Disculpa? ¿Qué quieres decir con "demasiado para mí"?

─No te recomiendo que lo averigües. Demasiado nunca es bueno. 

PerspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora