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"No tiene que ser perfecto, sino real"

Las grabaciones terminaron temprano para Victoria. A las ocho de la noche, ya estaba en su camerino cambiándose para ir a su casa. César entra por la puerta, antes de que ella se vaya.

-¿Ya te vas?

-Si, mi vida. Ya terminaron mis grabaciones-Dice ella dándole un suave beso en sus labios. No era extraño que se dijeran "mi vida" o "cariño", ya que siempre se dijeron así-Además tengo que ir a preparar todo-Le guiño un ojo-¿Te veo en un rato?

-Por supuesto-Le dio un suave beso y salió de Televisa.

Llegar a su departamento siempre era un placer, luego de una agotadora jornada de trabajo, pero ese día aun más sabiendo con quien lo compartiría.

Había pasado a comprar lo que comerían. Se decidió por Sushi, lo consideraba lo mejor para comer.

Acomodo todas las cosas, preparó la mesa y se encaminó a tomar un baño relajante. Al salir, miró que ponerse y se decidió por unas medias negras, un vestido negro ajustado al cuerpo, que me quedaba por encima de las rodillas, y unas botas negras de charol. No solía vestirse así, mucho menos para estar en su casa pero quería deslumbrarlo.

El celular sonó, indicándole que un nuevo mensaje le había llegado.

"Estoy yendo en camino" leyó con una sonrisa.

Se maquilló ligeramente, se perfumó, se realizo una coleta alta y eligió un par de accesorios que terminan de completar el vestuario.

Golpean la puerta y ella apurada abre la puerta. Él se queda embobado, recorriéndola de pies a cabeza con sus ojos, hasta posarlos en aquellos ojos que lo habían hipnotizado desde el primer día.
Una sonrisa sensual se instala en su cara al sentirse tan deseada.

Por su parte, Él también se había cambiado. Luego de una pequeña discusión con Vivian, se había puesto una camisa clara, un jean negro junto a unos zapatos café oscuros. Los ojos de ella brillaban ante Él.

-Estás... Muy hermosa-Le comentó César con una sonrisa, cuando pudo volver a pensar con claridad.

-Gracias, tú... Tú también estás muy guapo-Se sentía un poco nerviosa, no entendía porque, pero la presencia de Él siempre la desestabilizaba por completo.

César la tomó por la cintura y la acercó a su cuerpo, mientras caminaban hacia atrás para cerrar la puerta y entrar al departamento. Tomó sus labios y ella encantada acepto ese beso, que cargaba pasión pero también amor. Un amor prohibido que ninguno se atrevía a confesar pero que ahí estaba, cada vez sonando con más fuerza.

Se separaron a regañadientes, dándose cortos besos. Sin ser capaces de soltarse, se quedaron abrazados, mirándose a los ojos, por unos minutos. Qué maravilla es poder hablar en silencio con una persona, sabiendo que te va a entender como a nadie.

Se sentaron a cenar, entre charlas triviales, cosas del trabajo, completamente relajados los dos.

Luego pasaron del comedor al living, donde se sentaron en los sillones, con una copa cada uno entre sus manos y siguieron charlando. Una ventaja que ambos tenían era la amistad que los unía, donde podían hablar de lo que ellos quisieran sin miedo.

-¿Por qué te casaste con Omar, Victoria?-Le preguntó César, mientras le daba un sorbo al vino.

-¿De verdad quieres saberlo?-Él asintió con la cabeza-Porque tú estabas casado, César y yo necesitaba estabilidad, darle una familia a José Eduardo. Realmente creí que podría ser feliz a su lado.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora