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"La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar-Mario Benedetti."

Siempre es extraño comenzar el día, al lado de la persona que no amas; Pero ese día resultaba más difícil para ambos. Luego de haber entregado el corazón como lo hicieron se sentían más libres pero, también, mas adoloridos; No de un dolor físico, sino espiritual.

César se levantó muy temprano, a pesar de que ese día tenía que entrar al canal al mediodía, tratando de hacer el menor ruido posible y se marchó a caminar. Necesitaba poner sus ideas en orden, ¿En qué momento su vida se descontrolo tanto? Si, era cierto que se había enamorado como un loco de Victoria y que Ella valía todo, hasta traicionar sus valores. A Él le encantaría gritarles a todos su amor pero sabía que eso era imposible, para su desgracia ambos eran figuras públicas y su carrera se vería afectada, además no quería hacerle vivir un divorcio a su hija pero tampoco podía ser infeliz. ¿Victoria estaría dispuesta a lanzarse juntos a revelar la verdad entre ambos?

Por otro lado, Victoria se levantó casi sin haber dormido. Se cambió y salió rumbo al canal, sin siquiera despertar a su marido para despedirse.

Su cuerpo se sentía cansado, una cruz la tenía sobre la espalda. No era el amor por César sino su matrimonio, ¡Que ironía! Se había casado cuatro años atrás para obtener la estabilidad que perdió nuevamente. Ya no soportaba tener que compartir la vida al lado de un hombre que no amaba pero nada podía hacer, no quería que sus hijos pasaran lo mismo que vivió José Eduardo, quería que crezcan en una familia, aunque eso simbolizaba su infelicidad. Cavo su propia tumba por su cobardía. Además, ¿Qué le aseguraba a Ella que su amor con César iba a ser duradero? No negaba que se amaban pero el amor no siempre alcanza, ¿Quién podía garantizarle que se mantendrían para siempre juntos? Eso la aterraba. Ya había involucrado a su corazón y sabía que no había manera de reparar aquello, sea como sea, iba a sufrir. ¡Definitivamente no estaba hecha para el amor!

Finalmente, César luego de dar vueltas finalmente decidió ir al canal. No quería enfrentarse a Vivian, aun no. ¿Qué le diría? ¿Qué la engaño con otra mujer? ¿Qué su corazón ya le pertenecía a otra? ¿Qué ya no la amaba? Definitivamente eso la destrozaría, Él lo sabía bien.

Llego sin ser, prácticamente visto, y se dirigió al único lugar en el que quería estar junto a la persona que lo hacía sonreír sin esperarlo.

Paralelamente, Victoria llegaba al canal luego de unos minutos. Se había retrasado un poco pero aún tenía el tiempo justo para cambiarse, maquillarse y no retrasar las grabaciones.

Casi de inmediato, solamente habiendo saludado a un par de compañeros, se internó en su camerino pero no se esperaba al encontrar dentro al hombre de ojos verdes que era su peor condena y su mejor salvación.

-¡CESAR! Casi me infartas-Lo riño con la mano en el pecho.

-Lo siento-Respondió, intentando no reír por el susto que le hizo llevarse.

-¿Qué haces aquí? Según oí, tu llamado era después del mediodía-Con una sonrisa, se acercó a Él.

-No quería estar en mi casa, además quería verte y hablar contigo-Ella terminó la distancia y, por fin, unió sus labios con los de Él.

-Pues tendrá que ser después porque tengo que cambiarme para grabar.

-Pues aquí te estaré esperando, mi amor.

-Está bien-Accedió con una sonrisa, luego de escuchar ese apelativo-Pero ahora vete para que me cambie.

-Ah, no, señora. Aquí me quedo yo-Le aclaró con una sonrisa pícara.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora