Pretendientes

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Ruben se retorcía desnudo en su cama por los rayos de luz que atacaban su cara. Si, desnudo, no le gustaban las ropas de noche. Su cama era grande y su sabana verde era de tela suave. Charles entró a la habitación.
- Ya sabía yo que no estaría listo - dijo
Ruben abrió los ojos
- Listo ¿para que? -
Charles suspiró, no enojado, nunca se enojaba con el.
- Las hijas de la gente llegaron para presentarse como pretendientes. -
Esa era otra cosa que el príncipe odiaba de serlo. Al ser obviamente conocido, toda la gente sabía ya todo de el y las mujeres solo lo querían por la fama y las riquezas, no por como era. Si llegaba a casarse, sería con alguien que lo quisiera por su personalidad.
Se sentó en la cama dejando la sabana cubriendo sus "intimidades" y piernas.
- Le he escogido sus mejores ropas - dijo su consejero
- Eso solo hace que vean mas mi exterior -
- Algún día llegara una persona que le haga feliz, joven, y morirá con esa persona felizmente. - dijo dulcemente - y si la encuentra hoy sería perfecto, ya que mañana cumple la mayoría de edad.
Es cierto, mañana tendría 18 años y ya podía ser llamado rey. Para el no era tan importante, pero claro tendría una ceremonia a donde todo el pueblo asistiría.
Se cambió muy lentamente, solo quería impacientar a las pretendientes. Cuando llegó al salón donde estaban todas, se sorprendió al ver que todas y cada una de las mujeres no casadas del pueblo estaban ahí, llevando ropas que mostraban... "Demasiada intimidad". Estaba también Charles.
- Señor, el primer paso, es que saque a las chicas que no tengan, según su criterio, un buen cuerpo. - Charles tenía un don que era decir algo con la boca y otra cosa con los ojos al mismo tiempo. En este caso dijo "siento que tenga que juzgarlas así, señor"
- Bien - contesto Ruben. No quería juzgarlas asi que solo decía al azar: si, no, no, no, si, no, si, etc...
Mientras lo decía pensó de repente en el chico que había visto ayer. Tenía las ganas de tocarle la cara, esa pequeña barba que tenía... Un sentimiento raro empezaba a crecer en el hasta que termino de quitar a las mujeres y este, se apago.
- Te - termine -
Muchas se iban del castillo llorando, otras furiosas. "Mujeres" pensó Ruben.
- Muy bien señor, ahora tendrá que hablar con cada una para saber sus gustos, intereses y demás. -
- Perfecto, Charles - la verdad es que ya sabia los intereses de todas.
Las entrevistas fueron todas iguales, las chicas no sabían nada de economía, y si lo hacían, no sabían nada de matemáticas, y si lo hacían, no sabían de literatura. Pero no es que Ruben fuera un crítico que quería que su reina supiera todo, no, le molestaba que ninguna fuera humilde y se creyera la reina perfecta. Aunque no supiera nada, se creía la chica perfecta para todo hombre. Ruben ya estaba cansado. Entonces llego la última chica. Era pelirroja. Eso no se veía mucho en ese pueblo. Era la única que llevaba ropas normales. Un vestido blanco y con tejidos en forma de flores en la falda y en los hombros. Al presentarse a la sala de "entrevistas" dedico al príncipe una reverencia y se sentó.
- Saludos, señorita - dijo Ruben con tono enfadado - Comenzaremos con una pregunta fácil sobre matemáticas... -
- Señor - lo interrumpió la chica - Usted, ¿En vedad quiere casarse? -
Eso sorprendió a Ruben, no lo esperaba viendo ya como eran las otras mujeres. No sabía que responder.
- ¿Cual es su nombre? - dijo al fin
- Jeanine, señor -
- Pues Jeanine... Con esa pregunta, me acabo de dar cuenta que tus intenciones, a diferencia de las otras, son buenas ¿me equivoco? -
- No, no se equivoca, tengo conocimientos grandes, pero se que para usted es agobiante buscar su mujer ¿entiende? Según lo que se, el amor llegara por sí solo. - respondió con facilidad.
A Ruben le parecía increíble como manejaba las palabras esa chica. "¿Amor?" Se preguntó a si mismo, "No, solo admiración" Y esa palabra lo llevo a recordar al remordimiento en los ojos del chico ladrón. Lo despejo rápido de su cabeza.
- Bueno Jeanine, me gustaría pedirte dos cosas -
- Por supuesto, lo que usted pida -
- Numero uno, por favor, tutéame, soy Ruben. - y le estiro la mano para saludar -
Jeanine rió un poco.
- Puede uste... Quiero decir - y completó el saludo de manos - Dime Jennie -
- Lo haré, y numero dos, quiero que vengas todos los días solo a hablar conmigo. -
- Entiendo que te puedas llegar a sentir solo entre tantas paredes huecas y habitaciones vacías, vendré por supuesto. -
- Muchas gracias, ahora puedes marcharte -
Jennie dedico otra reverencia y se fue.
Entonces Ruben quedo solo en la sala, como se quedaba solo muchas veces. A su derecha había una ventana y eso le hizo pensar en el chico. "El chico, el chico, el chico" no salía de su cabeza. De repente sintió una mano en su hombro y se sobresaltó. Era Charles.
- Por Dios, Charles casi me matas de un susto -
- ¿En que piensa tanto señor? -
- Nada, Charles -
- ¿Esta usted enamorado? -
- ¿Estas bromeando? ¿Es que no las viste? ¿Cómo podría enamorarme de una de ellas? -
- Jamas mencioné que fuera una de ellas - sonrió
- ¿D-de quien mas? - se empezaba a poner nervioso - Esas son todas las mujeres no casadas del pueblo -
- Oh, eso no lo se - seguía muy sonriente - Solo se que su padre tenía la misma actitud cuando se enamoró -
- Y q-que actitud es esa, Charles -
- Su mirada siempre esta perdida, su desinterés con las mujeres, también, no se percataba su padre de las cosas que pasaban a su alrededor, como usted no se percató que entré a la habitación. -
- Ya - dijo simplemente - I-ire a... a preparar mis cosas para la ceremonia de mañana -
- Vaya, ¿el príncipe esta cumpliendo con sus responsabilidades? Usted si que sabe sorprenderme señor -
Ruben simplemente se fue. Se sentó en su cama, a pensar. No podía sacar conclusiones, ni siquiera sabía su nombre. Solo tenía que hacer una cosa: "Tengo que volver a verlo"

Prohibido (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora