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Era una fría tarde de invierno. Los árboles estaban cubiertos por una manta blanca de nieve y los pajarillos se resguardaban en sus acogedores nidos. Faltaban pocos días para nochebuena, por lo que la iglesia abría sus puertas para recibir a los creyentes, quienes además de asistir a la misa habitual, se quedaban a hacer labores comunitarias. La iglesia se encontraba cerca de un barrio de personas adineradas, pero dos familias destacaban de entre todas ellas: los Han y los Kim. Por lo general, ambos hombres de negocios asistían los domingos junto a sus esposas y sus pequeños hijos, Jumin y Jihyun. El niño pelinegro y el peliazul eran mejores amigos, definitivamente inseparables.
Aquel día, mientras Jihyun y Jumin jugaban a lanzarse bolas de nieve, fueron interrumpidos por el padre de Jumin. Él se acercó a ambos niños en compañía de un hombre alto de cabello castaño que llevaba de la mano a una niña de la misma edad que ellos; esta niña poseía el cabello castaño de su padre y brillantes ojos marrones.
—Hijo, permíteme presentarte al señor Jang y a su hija, Sunhee —dijo el señor Han—. A ti también, Jihyun, querido.
La educación de los niños era impecable, por lo que estrecharon su mano con la de aquel hombre desconocido sin rechistar.
—El señor Jang es el nuevo socio de C&R —continuó Han—, y creo que es conveniente mantener una relación estrecha con él y, por supuesto, con su familia.
La pequeña niña se mantenía detrás de su padre, observando con timidez la situación
—Cariño, ¿por qué no juegas con Jihyun y Jumin? —le dijo su padre—. Yo tengo unos asuntos que arreglar con el señor Han.
—Papá... —la niña tomó con fuerza el brazo de su padre—. No me dejes sola.
—No vas a estar sola, mi amor —le dedicó una cálida sonrisa y besó su frente—. Anda, juega con ellos. Tienen la misma edad, ¿no es así?
—¡Tengo ocho años! ¡Casi nueve! —exclamó Jihyun. Jumin lo golpeó discretamente con el codo.
—Yo tengo siete... —musitó Sun.
—No es mucha diferencia, puedes jugar con nosotros —dijo Jumin y estiró su manita hacia la niña—. ¿Vienes?
Sun observó con timidez la mano de Jumin y, pasados unos segundos, la tomó. Ambos hombres se despidieron de los niños y después se marcharon.
—¿Qué te gusta jugar? —preguntó Jumin.
—Me gustan mis muñecas... pero no las traje conmigo.
—¡Yo no jugaría con muñecas! —se quejó Jihyun—. Eso es de niñas.
Sunhee agachó la cabeza y apretó las manitas. Aquella situación le incomodaba y lo único que quería era volver con su padre.
—Hmm... —continuó el peliazul—. No podemos seguir jugando a guerra de bolas de nieve porque podríamos lastimarte.
—Te gustan los muñecos —dijo Jumin—. ¿Por qué no armamos uno?
Los ojos de la niña se iluminaron y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¡Sí! ¡Me encantaría!
De esa manera, pasaron el resto de la tarde construyendo muñecos de nieve y adornándolos con las ramas que caían de los árboles.
De vez en cuando Jihyun observaba detenidamente a Sunhee. Le parecía una niña tierna y muy tímida, completamente diferente a sus compañeras de la escuela, que solían ser egocéntricas a pesar de su corta edad. En más de una ocasión, Sunhee atrapó a Jihyun con la mirada puesta en ella, ocasionando el rubor en ambos niños y unas sonrisitas inocentes pero nerviosas.
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The Compass [Jihyun Kim | Mystic Messenger]
FanfictionLa vida suele ser caprichosa, y tiene maneras muy extrañas -incluso crueles- de volver a juntar a aquellos cuyos corazones laten al mismo ritmo, que por alguna razón su camino tuvo que ser dividido en el pasado. Después de todo, bien dicen que el pr...